miércoles, 13 de julio de 2011

887 - RUBIN: SOBRE LAS ALIANZAS EN MEDIO ORIENTE


¡MIREN QUIÉN QUIERE LIDERAR A ORIENTE MEDIO!

Por BARRY RUBIN


Ante la falta de liderazgo de Estados Unidos, otros quieren dirigir a Oriente Medio. La batalla se está convirtiendo en una competencia entre los radicales que quieren manejar la región. Eso es lo que sucedió en la década de 1950 y 1960; y esto no es bueno. En ese entonces, la rivalidad era entre Egipto, Siria e Irak. Hoy en día, los competidores son Turquía, Irán y un Egipto radical, en tanto que Irak y Siria se encuentran al margen debido a sus problemas internos.Mientras tanto, los sauditas se han visto obligados a asumir el liderazgo de los restantes Estados árabes moderados (los Emiratos del Golfo, además de Marruecos y Jordania), ya que no pueden depender más de los Estados Unidos para su protección.

El ministro de Relaciones Exteriores de Egipto ha advertido a Irán que no trate de intervenir demasiado en el Golfo, posando como protector de Arabia Saudita y de los Estados más pequeños. Esto es un indicio de que Egipto quiere recuperar su papel pre Sadat como líder del mundo árabe.El Cairo se ve a sí mismo como protector del mundo árabe musulmán sunita contra un Irán persa musulmán chiíta, la Turquía turca y la Israel judía.Con Irak vuelto hacia adentro y Siria de arriba para abajo, Egipto es el único Estado árabe que queda que puede intentar ganar poder a nivel regional.

Que Egipto quiera detener la expansión de Irán es bueno, pero que el próximo Gobierno -radical y posiblemente islamista- tenga sus propias ambiciones no lo es.Mi predicción es que Egipto e Irán se pelearán sobre quién será el patrocinador de Hamás y sobre qué es lo que ganará El Cairo.También parece probable que un Egipto radical de tendencia islamista podría apoyar a los Hermanos Musulmanes en Siria y Jordania.

Los sauditas también están extendiendo su liderazgo en el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) enviando tropas a Bahrein y estrechando los vínculos de seguridad con los otros miembros;esta es otra señal de que no dependen más de los Estados Unidos. Igualmente impresionante es la invitación de los países del CCG a Jordania para unirse, en una ruptura total con la política anterior. Esto es algo bueno ya que los jordanos necesitan ayuda (sobre todo dinero) para mantener la estabilidad, defenderse de la influencia iraní y evitar ser copados por los Hermanos Musulmanes.

Las ambiciones de Irán son muy bien conocidas, pero la declaración del presidente del Parlamento Ali Larijani (generalmente considerado como un “moderado” en el espectro político de la República Islámica) sigue siendo una escalada. Larijani dijo que Teherán “protegerá” a los Estados musulmanes de la agresión de Estados Unidos e Israel. Claramente, esto no incluye Libia, donde los iraníes esperan que los Estados Unidos y la OTAN derroquen al dictador Muamar Kadafi y abran el camino a una dictadura islamista radical.

Por supuesto, la protección de Irán implica que las manos del régimen estarán alrededor del cuello de otros países. El régimen tiene ahora al Líbano como satélite, una influencia tremenda en Irak y en partes de Afganistán, el patronazgo sobre Hamás, y una alianza con Turquía y Siria. Esa es una situación bastante buena. Y el régimen iraní cree que una vez que adquiera armas nucleares, podrá hacer lo que quiera y que nadie se quejará demasiado.

Luego está Turquía. Es indudablemente tonto y anticuado ver a Turquía de alguna manera como del lado de Occidente y en contra de Irán. En primer lugar, Turquía es en gran medida un aliado de Irán. En segundo lugar, si y cuando estos dos países difieren entre ellos es sobre cómo repartirse a los demás. El sabio mandamiento de Kemal Ataturk -el equivalente de evitar la “intervención en el exterior” de George Washington- de “paz en casa, paz en el exterior” está siendo tirado al tacho de la basura con todos sus otros legados de sabiduría duramente ganados.

No me gusta el empleo de la palabra “otomano” aplicada a la Turquía post Ataturk, ya que hay demasiadas diferencias y confusos matices. Después de todo, en la historia moderna, a pesar de que el sultán era también el califa musulmán, el Imperio Otomano funcionaba a nivel internacional como una potencia normativa, y no como un Estado islámico. Era una potencia que buscaba preservar el statu quo del imperio existente y tejía fácilmente alianzas con los Estados europeos.

La nueva Turquía es ambiciosa, islamista, anti occidental, y no será probablemente una fuerza estabilizadora. En su discurso de victoria, el reelegido primer ministro Erdogan no mencionó a Europa ni a Occidente, ni siquiera una sola vez. Aunque los medios de comunicación occidentales no se dieron cuenta, al elogiar la victoria de los islamistas turcos él habló como un líder musulmán.

Rompiendo con la orientación de la República turca desde 1920, Erdogan comenzó su discurso alabando a “Todos los países amigos y hermanos de Bagdad, Damasco, Beirut, El Cairo, Sarajevo, Bakú y Nicosia”.

Y agregó: “Las esperanzas de las víctimas y los oprimidos han triunfado”, y “Beirut ha ganado tanto como Izmir. Cisjordania, Gaza, Ramala y Jerusalén han triunfado tanto como Diyarbakir. Oriente Medio, el Cáucaso y los Balcanes han vencido, al igual que Turquía ha ganado”.

Al hablar sobre Oriente Medio, Israel no fue incluido; en el Cáucaso, no se refirió a Armenia ni a Georgia, y en cuanto a los Balcanes no mencionó ni a Grecia, ni a Croacia ni a Yugoslavia.

Como bien explicó un periodista turco: “El hecho de que se refiriera a Sarajevo, evitando mencionar a Europa, muestra claramente que él se ve a sí mismo como el líder de los musulmanes y de los musulmanes oprimidos, no por sus regímenes desde el punto de vista de Erdogan, sino por el Occidente cristiano. Por lo tanto, la concepción del mundo de Erdogan basada en la yuxtaposición de los oprimidos del Este frente al imperialismo occidental, ha llegado para quedarse”.

¿Es preocupante que el líder turco hable en los mismos términos que el líder de Irán? Usted no lo hubiera sabido si fuera por la cobertura periodística occidental.

Un punto que no se comprende suficientemente es que si Irán, la Turquía post-secular, el Egipto post-Mubarak y Siria (aunque marginado, por ahora, por sus propios problemas internos) pueden ser en cierta medida contendientes, no es bueno para Occidente ni para los intereses de Estados Unidos. Ellos se están peleando para ver quién se va a devorar qué.

La batalla de Siria debería entenderse en este contexto. En general, se afirma que Turquía ha roto con el régimen sirio, como si se tratara de un impulso humanitario. Hay propuestas de utilizar a Turquía como mediador, e incluso informes de que el presidente Barack Obama está consultando a Turquía reiteradamente sobre qué hacer en Siria.

Gran error. La verdad es que Turquía se había aliado a la dictadura del presidente Bashar Assad. Pero la revolución plantea un dilema para Ankara. Assad es bueno. Después de todo, odia a los Estados Unidos (aunque la Administración Obama no parece darse cuenta) y a Israel, apoya a los islamistas revolucionarios (Hamás, Hizbollah, los insurgentes iraquíes) y es un aliado de Irán. Irán y Hizbollah, ambos musulmanes chiítas, prefieren a su aliado Assad, quien dice ser musulmán chiíta.

Sin embargo, para los islamistas (suníes) de Ankara, los islamistas en Damasco son mejores. El Gobierno turco no quiere un Gobierno moderado democrático y pro occidental en Siria, sino que quiere un Gobierno islamista, aún más anti estadounidense en ese país.

De manera que Oriente Medio está regresando a un nivel más alto de conflicto y eventualmente al derramamiento de sangre, en parte gracias a la torpeza de Estados Unidos. Esta es una historia típica. Obama cree que el poder norteamericano es malo y amenazador, pero al retirarlo (a excepción de la extraña aventura en Libia), está contribuyendo a la anarquía y a la destrucción de los legítimos intereses americanos.

Por cierto, observe que -al menos por el momento- el conflicto árabe-israelí y el palestino-israelí, no tiene ninguna relevancia en todo esto. Sin embargo, esa es la cuestión que obsesiona a Occidente, por lo general de una manera que debilitaría a Israel y así fortalece a todos sus enemigos.

Es una historia muy triste e incluso muy peligrosa. La esperanza es que, como todos estos problemas y desastres se vuelven cada vez más visibles, las democracias occidentales se despierten y cambien sus políticas. Cada minuto cuenta.

* Barry Rubin es director del centro Global Research in International Affairs (GLORIA) y editor de la revista Middle East Review of International Affairs (MERIA). Sus últimos libros son: The Israel-Arab Reader (séptima edición), The Long War for Freedom: The Arab Struggle for Democracy in the Middle East (Wiley) y The Truth About Syria (Palgrave-Macmillan). El sitio web de GLORIA es: http://www.gloria-center.org y de su blog Rubin Reports es: http://www.rubinreports.blogspot.com/

FUENTE:AURORA-RUBIN-MIREN QUIÉN QUIERE-07/07/11

COMENTARIO:

Sabemos que a lo largo de la historia reciente las potencias mundiales se habían enfrentado por posicionarse internacionalmente con una ideología que las diferenciaba y un poder económico y militar en el que se apoyaban. Pero eso era todo.

Cuando leemos este artículo de Rubin, comprobamos que hoy hay mucho más que esos factores, alianzas que se hacen y deshacen según las circunstancias pero todas con un ingrediente mucho más fuerte como es la secta de la religión a la que pertenecen. Así es Medio Oriente, donde la determinación de imponerse una sobre otras es lo que los hace diferentes y será la razón por la que la lucha será permanente. Ninguna dejará de defenderse y ninguna abandonará la lucha por el dominio.

Esto es lo que vemos, las ideologías no son las que dividen al mundo aunque subsistan, los gobiernos capitalistas han tomado algo del socialismo y los gobiernos socialistas mucho del capitalismo. Esto ha hecho que haya un cierto entendimiento e interacción no violenta. China ahora existe para Estados Unidos, Rusia puede ser un aliado en algunos casos, luego de la caída del comunismo.

Por el contrario, en los países islámicos hay encuentros y desencuentros que agregan el factor religioso a sus posiciones políticas o ubicación en el escenario internacional. Eso lo vemos si logramos desentrañar cómo cada país árabe o musulmán actúa para dominar al otro. Los suníes son una enorme mayoría, alrededor del 85% y los chiíes, una minoría en todos lados menos en Irán, instalada en este país que intenta tener mayor peso político por medio de sus logros armamentistas, aunque lo niegue. Ese es el motivo por el que el resto de los países de mayoría sunita le temen.

Lo notable de estas alianzas que se hacen y deshacen, según la coyuntura, es que Occidente tiene la ilusión que alguno de estos países elegirá incorporársele en contra de alguno de sus pares musulmanes. Pero ni siquiera por dinero lo harían, la elite de poder siempre sobrevivirá y su gente no es parte de sus desvelos. Tan sencillo y tan difícil de entender.

ANA


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