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domingo, 8 de junio de 2014
1311 - DEMOCRACIA, LO QUE NO SE MEJORA SE EMPOBRECE
LA DEMOCRACIA NO ES UNA PANACEA
La búsqueda de la verdad, la necesidad de explicar fenómenos sociales, precisa de una actitud de permanente revisión, de crítica constante, ya no para descartar sistemas, sino justamente para perfeccionarlos.
Por ALBERTO MEDINA MÉNDEZ
Algunos dogmas se han pretendido instalar como certezas indiscutibles. En estas últimas décadas, con la implementación de las democracias como sistema de gobierno en gran parte del planeta, se ha endiosado a una herramienta de convivencia social, al punto de siquiera poder cuestionarla.
La búsqueda de la verdad, la necesidad de explicar fenómenos sociales, precisa de una actitud de permanente revisión, de crítica constante, ya no para descartar sistemas, sino justamente para perfeccionarlos.
No existen dudas de que la democracia ha traído consigo un sinnúmero de progresos y que pese a sus irrefutables defectos, ha sido capaz de contribuir a una vida en armonía, con respeto y tolerancia.
Pero es igualmente real que su instrumentación tiene matices y que algunas sociedades han sucumbido bajo sus principales paradigmas involucionando y hasta en casos extremos, siendo conducidos a excesos inaceptables, promoviendo el odio y los genocidios, de la mano de la voluntad de los más.
No se trata de condenar a la democracia como sistema, pero tampoco de convertirla en la panacea, en ese remedio que resuelve cualquier problema. Resulta por ello indispensable analizar lo que ocurre, justamente para rescatar sus atributos positivos e individualizar aquellos aspectos específicos que solo deforman el objetivo. Toda sociedad sensata aspira a vivir en paz, bajo el paraguas del consenso y no de la confrontación.
Probablemente los países que mejores experiencias pueden mostrar son aquellos en los que la democracia está subordinada a la república, dicho de otro modo, en los que la voluntad de las mayorías expresada en las urnas está condicionada por la división de poderes y por una norma constitucional que fija los límites a la concentración y al abuso de poder.
La democracia puede ser un genuino medio para lograr un loable fin, pero canonizarla y colocarla en un pedestal convirtiéndola en el objetivo central de una sociedad, es extremadamente riesgoso.
Muchas naciones vienen transitando ese ambiguo sendero que les ha hecho perder mucho de calidad, al intentar que un sistema que ha sido pensado como un método eficiente para encontrar acuerdos y como forma de resolver conflictos, se convierta en el mecanismo que genere enfrentamientos invitando a la dinámica continua de la ruptura.
Tal vez esta exageración conceptual, ha empujado a que los actores políticos sientan que en democracia todo vale, que lo que importa son los votos, el poder y quien lo administra. Parecen haber olvidado las razones vitales que llevaron a impulsar sistemas de este tipo, que ayudan a solucionar inconvenientes de un modo amigable y pacifico.
La innegable prosperidad ordenada de algunas comunidades que no se rigen por la democracia tal cual se la conoce tradicionalmente, obligan a preguntarse por lo que viene sucediendo en el mundo.
No se trata de abandonar el sistema democrático como forma de ordenamiento social. No se puede hacer caso omiso a sus imperfecciones evidentes. Es peligroso caer en la trampa de no cuestionarlo para no perjudicarlo. Se conspira contra la democracia cuando se evita revisarla, cuando no se advierten sus contundentes desviaciones y cuando se elige mirar a otro lado porque resulta políticamente incorrecto hablar de ello.
A Winston Churchill se le atribuye aquella frase de que "la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, excepto todos los demás". Tal vez sea esto brutalmente cierto, pero no menos verdadero es que todos los sistemas merecen ser revisados y, en lo posible, mejorados.
Sin embargo, pocos políticos se atreven siquiera a proponer cambios. Es probable que eso tenga que ver con que muchos de ellos son parte de ese defectuoso régimen que les permite liderar el presente. Modificar ciertas cuestiones podría atentar contra la base de su elemental poder personal.
Es posible que a los políticos no les interese mejorar el sistema. Lo que es indudable es que la sociedad observa con claridad todo lo negativo de un sistema que debería garantizar óptimos resultados y que hoy se deteriora día a día, bajo la mirada cómplice de la clase política y con la imprescindible resignación de una ciudadanía que percibiendo los problemas, prefiere resignarse, bajar los brazos, arriesgando demasiado de lo logrado.
Si la democracia no es reformulada y corregida puede extinguirse. El desprecio ciudadano por la actividad política es creciente en diferentes lugares del mundo. Atribuir ese desprestigio sólo a ciertos sectores de la dirigencia política, es decidir deliberadamente ignorar las raíces profundas del problema y perder la brillante e irrepetible oportunidad de quitar las ramas que impiden que el árbol siga creciendo fuerte y sólido.
Los políticos parecen inclinarse por el camino de hacerse los distraídos, tal vez porque de esa manera la pasan mejor en el corto plazo y siguen aprovechando las grietas que ofrece el actual esquema que les posibilita llevar adelante sus controvertidas prácticas. La gente ya se dio cuenta hace tiempo. Solo que no encontró, aún, el modo de ponerlos en su lugar, de fijarle límites y de incitarlos a hacer esos cambios que el sistema precisa para evolucionar. La sociedad ya sabe que la democracia no es una panacea.
FUENTE: DIARIO EXTERIOR-MEDINA MÉNDEZ-DEMOCRACIA-03/06/14
REFLEXIÓN:
"Todo cambia, nada permanece" pero, si seguimos recurriendo a los refranes: "Hecha la ley, hecha la trampa" o, "Nada es perfecto, pero todo es perfectible".
Cualquiera de ellos puede ser aplicado a la democracia occidental, nada que ver con otras "democracias" mucho más tramposas que el populismo que se apodera de ella y que, en otros países, de democracias sólo tienen el nombre.
Lo que no cambia es porque está muerto, las leyes están para ser cumplidas pero suelen ser inteligentemente violadas, la perfección nunca se alcanza pero todo se perfecciona según las épocas y las costumbres. El paso del tiempo hace estragos con todo, envejecer no es sólo para los seres humanos, las leyes también envejecen o caducan y deben ser modificadas.
Hay algunos aspectos de las democracias que a ningún político le interesa cambiar:
- Nadie dice que la reelección es intrínsecamente mala. Cuando hay reelección los políticos se preocupan más por conseguir ser votados nuevamente que por gestionar bien. El populismo es la forma de la que se valen para conseguir votos para su reelección. Cuando terminan sus mandatos dejan el desastre para el próximo gobierno. Por otra parte, el fraude de un partido en el poder es mucho más fácil y el acceso al dinero para una campaña puede ser tomado de las arcas del estado sin que uno se entere a tiempo.
- Son raros los partidos que condenan la "lista sábana", es decir, confeccionan una lista con los candidatos de su partido y en el primer puesto ponen a alguna figura carismática que arrastra consigo a un montón de gente que ni siquiera sabemos quienes son. Los candidatos deberían ser elegidos en cada rincón del país y deben responder -por lo que hacen y por las leyes que votan- a los ciudadanos que los eligieron y que son sus vecinos. Entonces se cuidarían mucho más de no perjudicarlos.
- La mala gestión debería ser penalizada como "mala praxis", de la misma forma en que se enjuicia a cualquier profesional incompetente, no basta con no volver a votar a un político que ocupó un cargo como premio por su militancia. Entonces el partido que gobierna se esmeraría en asignarle un cargo a un especialista capaz en el tema.
Todo esto es parte de la democracia que conocemos, pero los políticos también son una corporación y cada nuevo gobierno no se va a privar de lo que aprovecharon sus predecesores, por eso no se proponen estos cambios. Entre ellos se protegen.
La democracia es un paso gigantesco para la humanidad, pero si no se mejora permanentemente, como dice el autor de este artículo, se anquilosa hasta perder todo lo conquistado y en ella se refugia y crece lo peor de nosotros, la demagogia.
El poder distorsiona la visión de la realidad y la sensatez es un material faltante cuando se lo tiene.
ANA
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