martes, 11 de mayo de 2010

576 - GREENFIELD - SOBRE TERRORISMO - I -


CAN WE DEFEAT TERRORISTS WITHOUT DEFEATING TERRORISM?

¿PODEMOS VENCER A LOS TERRORISTAS SIN VENCER AL TERRORISMO?

Por DANIEL GREENFIELD

THE SULTAN KNISH BLOG

(TRADUCCIÓN LIBRE DE ANA)

"No estamos librando una guerra contra el terrorismo porque el terrorismo es sólo una táctica que nunca será derrotada, no más que cualquier táctica de la guerra puede serlo. Más bien, tal razonamiento es una receta para un conflicto sin fin. .... Estamos en guerra contra Al Qaeda y sus aliados extremistas, y cualquier comentario en contrario es simplemente incorrecto."

John Brennan, Asesor Adjunto de la Seguridad Nacional para la Seguridad Interna y Contraterrorismo.

Hay una obvia paradoja en un hombre cuya posición misma se define por el contraterrorismo, cuando argumenta que el terrorismo nunca podrá ser vencido. Cuando en el pasado la URSS forjó su pacto con la Alemania nazi, la máquina de la propaganda soviética planteó que ellos no estaban en guerra con el "fascismo", puesto que los "ismos" no podían ser derrotados. Argumentos derrotistas similares fueron usados por gobiernos occidentales para expresar que el comunismo fue otro "ismo" y que los "ismos" no podían ser derrotados.

Por supuesto, se ha probado que ambos argumentos estaban equivocados, porque se puede derrotar al "ismo" derribando el sistema y el país que mejor los ejemplifica, al devaluarlos como estrategia ideológica o política, al menos por un tiempo. Esto es exactamente el por qué el terrorismo islámico está apuntando a Norteamérica, porque nosotros somos el ejemplo de una sociedad que combina las libertades humanas, la representación popular y la libre empresa. Si ellos pueden corromper, destruir o tirar abajo a Norteamérica, ellos estarán un paso más cerca de demostrar que no hay más alternativa que aceptar al islam.

Brennan sostiene que el terrorismo es simplemente otra táctica de guerra, y que por lo tanto no puede ser vencida. Esto es erróneo en ambos casos, como debería saber un hombre que ha estado tanto tiempo en el mundo de la inteligencia y el contraterrorismo.

Antes que nada una táctica de guerra puede de verdad ser vencida mediante la demostración de que su uso es tan inútil como autodestructivo. La razón por la que nunca hemos tenido una guerra nuclear es porque cualquier estrategia que dependiera de una guerra nuclear para ganar fue eliminada, al demostrarse que era mucho más probable que llevara a la autodestrucción en lugar de la victoria.

En segundo lugar, el terrorismo no es una táctica de guerra, es una táctica política. Los terroristas no emplean al terrorismo para derrotar ejércitos sino para mostrar que el ejército y las fuerzas de seguridad son incapaces de vencerlo o parar sus ataques. Su verdadero blanco es el aparato político del enemigo que es obligado a hacer concesiones a los objetivos políticos de los terroristas, a fin de terminar con los ataques. Estas concesiones pueden ser directas o indirectas. Un ejemplo de concesión directa ocurriría en una conferencia de paz, como los Acuerdos de Oslo firmados por Israel y Arafat. Mientras que un ejemplo indirecto sería el intento de los norteamericanos y los europeos por apaciguar a los musulmanes "moderados" que tienen los mismos objetivos que los musulmanes "extremistas". Si bien los terroristas normalmente denunciarán tal apaciguamiento, esto sólo se hace a fin de posicionarse en la izquierda o la derecha y de tal modo obtener inclusive más concesiones de mayor alcance.

Entender que el terrorismo es una táctica política es la clave para derrotarlo. El terrorismo apuesta a que la resistencia de los enemigos políticos será lo suficientemente débil que elegirán retirarse, apaciguarse y conceder, en lugar de luchar más duramente y hacer lo que fuera necesario para vencer. Los terroristas no pueden ganar contra una nación cuya dirigencia militar y política está unida con sus ciudadanos en su determinación de derrotar a los terroristas. Ellos sólo pueden ganar explotando la debilidad, y sus crímenes son crímenes de debilidad.

Si los terroristas tuvieran el coraje de hacer la guerra, la harían. Ellos no ponen bombas en cafés porque creen que realmente pueden vencer a sus enemigos en batalla. Ellos las ponen en los cafés porque saben que no pueden, y que su única esperanza es sembrar el terror por medio de actos públicos de terror y atrocidades muy visibles a fin de hacerles más fácil a los políticos débiles hacer un esfuerzo intermitente para detenerlos, y después retirarse cuando se dan cuenta que sólo con medidas pocos entusiastas no ganarán la guerra.

Por eso es imposible vencer a los terroristas sin vencer al terrorismo. Porque ambos son lo mismo. Los terroristas dependen del éxito de su táctica principal, que es aterrorizar al enemigo.
No es posible derrotarlos sin desacreditar su táctica, sin demostrar que es inútil y auto-destructiva. Y eso se hace de dos formas, en primer lugar nunca ceder ante el terrorismo o ante sus exigencias de cualquier forma o manera. Y segundo tomando la ofensiva contra los terroristas apuntando a sus aliados y a sus movimientos políticos afiliados, y a cualquier grupo étnico, religioso o político que los apoyen.

La táctica de los terroristas es presionar a los enemigos. La mejor respuesta es poner la presión sobre ellos. Los terroristas ganan fuerza por estar a la ofensiva obligando a sus enemigos a tomar posiciones reactivas, siempre defendiéndose de cada ataque posible. Lo mejor es forzar a los terroristas a estar a la defensiva, atacarlos y seguir atacándolos de modo que sean ellos los que deben ser reactivos, anticipándose al ataque siguiente.

Una organización terrorista importante requiere un núcleo de profesionales para entrenar a los nuevos reclutas para ejecutar las operaciones. Necesita de un constante flujo de dinero para financiar las actividades terroristas. Necesita un brazo político o simpatizantes y compañeros de ruta quienes harán la propaganda para ella, para que clarifiquen sus objetivos y metas. Y finalmente necesita gente nueva para lanzarlos a la pelea y transformarlos en mártires. Los críticos normalmente insisten sobre estos últimos puntos para demostrar que no se puede simplemente matar a terroristas porque ellos sencillamente van a reclutar más. Lo cual es cierto. Pero esos reclutas generalmente no tienen valor.
Los atentados suicidas de por sí demuestran cómo los mismos líderes terroristas creen que sus reclutas no tienen valor alguno.

Pero si se puede destruir o dañar gravemente a los tres primeros, entonces se estará destruyendo o mutilando severamente la capacidad para operar de un grupo terrorista. Si se destruye al personal clave, se puede eliminar al grupo entero como una amenaza. Si se los puede humillar obligándolos a confesar,
se puede inclusive desacreditar la "marca" del grupo para impedir a otros terroristas tratar de reconstruir el mismo grupo en el futuro.

Si se puede detener o boicotear la mayoría de las operaciones, y desacreditar o destruir a algunos de sus efectivos clave, se desalentará el flujo de donaciones al grupo por parte de sus partidarios. Más aún si se puede destruir el brazo político y aterrorizar o desarmar a los compañeros de ruta, entonces se puede esencialmente aislar al grupo terrorista tanto de sus patrocinadores financieros como de sus objetivos políticos. El grupo se convierte en un callejón sin salida, sin ningún camino posible para alcanzar sus objetivos. Porque el terrorismo es una estrategia política y si al grupo no se les deja ningún camino que produzca un cambio político, se vuelve inútil.

Parece sencillo, pero no lo es. La clave es entender que hacer esto sin ningún compromiso verdadero, es casi tan malo como no hacer absolutamente nada. Porque los terroristas dependen de un cierto grado de compromiso a fin de ser capaces de llevar a cabo una batalla continua que les traerá atención y dinero, y que hará que la gente sienta que toda lucha es inútil. Los terroristas cuentan con ser capaces de sobrevivir a los repetidos compromisos de un gobierno demasiado temeroso de combatirlos con mano dura... así pueden reclamar que la fuerza no los va a detener, que sólo las concesiones y el apaciguamiento detendrá la violencia.

Para derrotar a los terroristas y al terrorismo hay que ser despiadado. Hay que destruirlos y destruir cualquier cobertura de la que dependan. Se debe cortar cualquier ayuda exterior y camuflaje político, ponerlos en fuga y mantenerlos a la carrera, hasta que estén aislados e inmóviles, en un punto en el que puedan ser destruidos. Esto requerirá tácticas que con frecuencia parecen feas a la mentalidad postmoderna que cree que la fuerza es sólo moral cuando se la practica con perfecta pureza. Pero la única cosa más fea que se necesita para derrotar a los terroristas, es su victoria.

FUENTE:
SULTAN KNISH-DEFEATING TERROR-23/02/10


COMENTARIO:

Si el terrorismo triunfara no sería por los méritos de sus ideas sino por la imposición de sus exigencias por medio de la violencia. Y si partimos de esta premisa todo lo demás se derrumba. Su arma más eficiente son los ataques indiscriminados, civiles en aviones, cafés, hoteles y cualquier objetivo, cuanto más desprotegido mejor blanco será para sus ataques. Si es posible atacará instalaciones militares, pero no es allí donde prefiere concentrarse, sino en lo que puede conseguir con la amenaza de asesinar a quienes no tienen ninguna posibilidad de defenderse.

La guerra contra el terrorismo no puede recurrir a sus mismas armas porque no se puede combatir a los caníbales comiéndolos, pero sí debe ser una lucha sin cuartel hasta que esa no sea una metodología con perspectivas de éxito. Y debe comenzarse desde adentro hacia afuera. Lo mismo que uno haría en su propia casa, impedir que puedan moverse y actuar como si fueran uno más entre nosotros. Pretender que no son los que vemos que son es un error mayúsculo, no lo haríamos si amenazaran a un miembro de nuestra propia familia, ¿por qué se los oculta y se les permite que interactúen como si lo fueran?

Por supuesto que ponerlos a la defensiva es lo más eficiente para disuadirlos y obligarlos a abandonar el terror para obtener sus propósitos. A lo largo de la historia las guerras se han librado de manera diferente, esta es la guerra moderna, cuando las armas más poderosas ya no pueden usarse y el hombre, el individuo, es el vehículo utilizado para plantar donde no se lo detecte sus armas mortíferas. Esto lo vemos constantemente y ya casi no nos sorprende.

Actuar ofensivamente y lograr que sean ellos los que deban estar a la defensiva implica que algunos de los derechos del individuo en tiempos de paz estén congelados hasta que la paz sea recuperada. Por eso los controles de todo tipo, las barreras por donde puedan infiltrarse y apuntar a los más sospechados. Llamar a esto discriminación por etnia, nacionalidad o religión es tan absurdo como no querer ver al zorro en un gallinero. Si se quiere evitar la violencia de la represalia es mejor controlar y evitar que el terrorista, con un disfraz que lo oculta, sea detectado por el bien de sus similares que no lo son, hasta que esa táctica de la guerra moderna se demuestre que no da resultado.

Por algo es que quienes los apoyan esgrimen el argumento de que los derechos del individuo son conculcados en este enfrentamiento entre civilización y barbarie. El realismo obliga, como en toda guerra, a elegir entre lo mejor y lo menos malo. Lo mejor es para tiempos de paz, pero estamos en guerra y hay que ganarla.


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