jueves, 26 de mayo de 2011

844 - GREENFIELD - ¿PARA PERDER A JERUSALÉN?


TRES HURRAS POR TERRORISTINA

Por DANIEL GREENFIELD

Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. ANA

Necesitamos un estado terrorista. En el que los políticos sean terroristas, los policías sean terroristas e incluso los hombres sentados a un escritorio que procesen formularios sean terroristas. Hay estados que apoyan a los terroristas y les proporcionan refugio seguro, pero eso no es lo suficientemente bueno. No queremos otro Pakistán o Irán. En este momento no estamos haciendo las cosas a medias. Lo que queremos es el objeto genuino. Terroristas de arriba a abajo. Terroristas en todas partes. Un estado en el que cada rama del gobierno y del país entero no sean más que terroristas.


 (TRADUCIDO POR ANA)

Terroristina ha sido un viejo sueño desde 1973 o quizás 1967. Una generación de matones cubiertos con keffiyah, operativos de la KGB y activistas de derechos humanos han buscado en la oscuridad y la han hecho nacer. Es una visión de un país donde todo el mundo es un asesino y a los niños se les enseña desde una edad muy temprana que su propósito en la vida es morir matando a personas que no comparten su religión y su forma de vida.

Y ahora, después de 20 años de negociaciones, tratados, atentados suicidas, mutilaciones, miles de millones de dólares desvaneciéndose en cuentas bancarias de Suiza y de la muerte por SIDA de su líder nacido en Egipto, Terroristina está más cerca que nunca de llegar a existir. Sólo una cosa se interpone en su camino. El pueblo cuyo país está en ese camino. Que tiene que ser expulsado de su hogar para que los terroristinos puedan plantar sus cohetes en los escombros de sus casas, los restos carbonizados de sus campos y apuntarlos a sus ciudades.

Tratar de acabar con el terrorismo mediante la creación de un estado terrorista es como tratar de apagar un fuego con más fuego. No puede funcionar, pero debemos intentarlo. Así podemos decir que lo hemos intentado. Una y otra vez. Vamos a seguir intentándolo hasta que nos quedemos sin más tierra para hacerlo. Ni gente con quien tratar. Hasta que no quede nada sino terroristinos en todas partes. Hasta que todo el mundo sea terroristino.

La cuestión es ¿podemos hacer que suceda? Sí, podemos. ¡Oh dulce Alá, sí podemos!.

Estoy orgulloso de Obama por enfrentarse finalmente a los israelíes y decirles que ellos deben limpiar étnicamente a cientos de miles de judíos de sus pueblos antiguos, aldeas y ciudades, para dar paso a Terroristina. Alguien tenía que decirlo. Y tenía que ser Carter u Obama.

Al respaldar las fronteras de 1967, él respaldó el resultado de la invasión árabe a Israel en 1948. Cada vez que su administración condena una casa judía en Jerusalén, respalda la conquista jordana de la ciudad. ¿Por qué las fronteras de la guerra de 1948 son mucho mejores que las fronteras de la Guerra de los Seis Días? Debido a que los terroristinos estuvieron más cerca de ganar esa guerra. Estuvieron más cerca de arrojar al mar a la judería ululando sobre sus cadáveres por kilómetros y kilómetros.

Pero el sueño falló. Campesinos armados con rifles anticuados. Pilotos voluntarios de Estados Unidos y Canadá. Barcos de carga reacondicionados llenos con hombres medio muertos, mujeres y niños directamente de los campos. Artillería checa usada. Ellos mantuvieron a raya a los ejércitos de siete naciones terroristinas. Granja por granja, se aguantaron sin tanques ni infantería. En Jerusalén lucharon casa por casa. Y así sobrevivió la entidad sionista. Que Alá los maldiga. Ellos sobrevivieron.

Pero ahora se debe retrotraer todo a 1948. Deshacer los resultados de cada guerra. Transformar cada derrota en victoria. Cortar Jerusalén en dos. Expulsar a los agricultores. Quemar su tierra. Cavar sus tumbas. Volver a las fronteras a 1948. Y enarbolar el pabellón terroristino sobre polvo y escombros.

De haber ganado en 1948, 1967 o 1973, no habría Israel ni Terroristina. El territorio habría pasado a ser parte de Siria, Egipto y Jordania. Y sólo cuando las turbas de los fieles expulsaran a los tiranos para reemplazarlos con estados islámicos, habría finalmente una Terroristina. Pero ahora hay esperanza para una solución de dos estados. Un estado de civilización por un lado y un estado de terroristas por el otro. Hospitales aquí, plataformas de lanzamiento allá. Escuelas aquí, fábricas de bombas allá. Vida aquí, muerte allá.

Todos conocemos la historia. Olivos y cinturones bomba. Piedras y familias muertas en coches en llamas al costado de la carretera. Niños con sus gargantas cortadas. Un sueño. Una pesadilla. ¿Quién sabe cuánto más aún?

¿Por qué necesitamos Terroristina? Paz. No puede haber paz sin un estado terrorista. No hay posibilidad. La única manera en que tengamos paz es dar a los terroristas un país propio. Un país dedicado al terrorismo. Sólo entonces los terroristinos renunciarán a la matanza y se dedicarán a la investigación médica, la física cuántica y las artes. No ha sucedido aún. Pero es algo seguro.

Después de casi dos décadas como un territorio autónomo esparciendo muerte y destrucción, ya es hora para que finalmente Terroristina sea reconocida como un estado independiente. Con fronteras continuas que corten a Israel por la mitad. Es la única esperanza para la paz en la región.

¿Estarían Gaddafi o Assad matando a los manifestantes en las calles si hubiera un estado terroristino? ¿Habría disturbios en Túnez o Egipto? ¿Habría tanques Sauditas aplastando a chiítas e iglesias coptas quemadas si hubiera una Terroristina? Ciertamente que no. En el momento en que el pabellón de Terroristina se eleve por encima de las heridas colinas y su himno de paz, "Palestina es mi venganza", se escuche en el territorio, un gran suspiro reverberará saliendo de la boca de mil millones de musulmanes. Y la violencia cesará.

La comunidad internacional está impaciente. Malditamente impaciente. Quieren Terroristina y la quieren ahora. Las negociaciones deben conducir a resultados productivos inmediatos. Lo que sea que Israel haya ofrecido en el pasado no es suficiente. Debe ofrecer más y más. Lo que sea necesario.

Sabemos que los terroristinos quieren su propio estado. Cada vez que se retiran de las negociaciones, o las terminan con una ronda de ataques terroristas, muestran su pasión profunda y duradera por un estado. Ellos lo desean tan intensamente que no están dispuestos a hacer una sola concesión. Tan comprometidos están con Terroristina. ¿Y quién puede culparlos?

¿Acaso alguien ha sufrido de la manera en que lo han sufrido los terroristinos? (Es decir, además de los judíos, kurdos, armenios y lo mismo que casi todo el mundo.) ¿Algún otro pueblo ha sido totalmente subvencionado por un organismo de las Naciones Unidas dedicado exclusivamente al mismo? ¿Algún otro pueblo ha inspirado una declaración tan de moda y con estilo?

No más excusas. El mundo exige Terroristina. La paz en Medio Oriente exige Terroristina. ¿Cuánto tiempo más puede esperar Israel para resolver las negociaciones con débiles justificaciones acerca de terrorismo? Sabemos que son terroristas. Es por eso que les estamos dando un estado. Si ellos no fueran terroristas tendrían que ponerse en la cola detrás de los judíos, los kurdos y los armenios.

Desde un rincón al otro del mundo musulmán, surge un grito. "Somos todos terroristinos". Gritan en El Cairo y Damasco, en Teherán e Islamabad, en Dubai y París. Las mezquitas crecen, los trastes se elevan y las bombas explotan. Y allá vamos a las negociaciones de paz. Todo el mundo está impaciente. Todo el mundo está en llamas. Especialmente los terroristinos.

En Londres se rompen vidrieras de negocios judíos; fuera de la Tumba de José la policía terroristina abre fuego sobre los fieles judíos. Terroristinos ejemplares preparan bombas para las sinagogas. Y las multitudes lo aclaman. "Ahora todos somos terroristinos."

Es un gran día, les diré. Un gran día para la negociación. La mayoría en Pakistán llora a Bin Laden. En Afganistán la palabra se propaga, "Nosotros somos los talibán, nosotros somos el pueblo afgano, nosotros somos terroristinos". En Egipto y Turquía gritan, "Jáibar Ya Yahud". (Jáibar, poblado judío derrotado por Mahoma en el año 6 del islam. La expresión significa: Recuerden Jáibar, Oh judíos, volveremos a Palestina). Hamás llora por Bin Laden. El Cairo llora por Hamás. Turquía envía flotillas. Arden Iglesias. Los soldados mueren. El humo se eleva al cielo. Un hombre espera en fila en el aeropuerto. Su pasaporte es holandés, galés, alemán, estadounidense, no importa. Es un terroristino.

Yalláh (Vamos). Algún día las fronteras de Terroristina se extenderán desde España hasta Pakistán. O más allá ¿Por qué conformarse con Jerusalén cuando podemos tener también Londres, París y Hamburgo. ¿Por qué conformarse con cualquier cosa? Alá es generoso con los creyentes. Nuestro pueblo se encuentra en África. Incluso en China. El propio Gran Satán se inclina hacia la Meca. Los viejos gobiernos están cayendo. La primavera árabe está aquí. Los peones del kufir (infiel) huyen ante nuestros ojos. "Ahora somos todos terroristinos." No hay otro libro en nuestras estanterías más que el Corán. Ninguna ley más que la sharia en nuestros corazones. Y ninguna nación más que Terroristina.

El fantasma de Chamberlain se encuentra fuera del N º 10 de Downing Street. Está lloviendo, pero las gotas atraviesan su paraguas. Sostiene un pedazo de papel empapado. "Shalom", dice. "Shalom en nuestro tiempo." Pero nadie le entiende. Cohetes atraviesan el cielo. El público aplaude. Hip Hip Hurra. Hierosylma Est Perdita. ("Jerusalén está perdida"). Tres hurras por Terroristina.


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