miércoles, 6 de enero de 2010

510 - PIPES - ISRAEL, GANAR PARA NO PERDER


¿PROCESO DE PAZ O DE GUERRA?

Por DANIEL PIPES

ENGLISH:
PEACE PROCESS OR WAR PROCESS?

Cuando Barack Obama anunció en junio de 2009 sobre la diplomacia israelí-palestina, 'Estoy seguro que si continuamos después de haber comenzado temprano, podemos avanzar de manera seria este año', mostró un optimismo conmovedor, pero ingenuo.

De hecho su determinación es una parte de un patrón bien establecido de determinación de los políticos que quieren 'solucionar' el conflicto árabe-israelí; hubo catorce iniciativas del gobierno estadounidense sólo durante las dos administraciones de George W. Bush. ¿Esta vez las cosas serán diferentes? ¿Terminará el conflicto por intentar más o ser más astuto?

No; es imposible que este esfuerzo funcione.

Sin mirar los detalles del enfoque de Obama -que de por sí son problemáticos- expondré tres puntos:

1) que las negociaciones israelí-palestinas pasadas han fracasado;

2) que su fracaso fue debido a la ilusión israelí de evitar la guerra;

3) que Washington debe alentar a Jerusalén para que abandone las negociaciones y vuelva a su política más temprana, y que tuvo más éxito, de luchar por la victoria.

I - EVALUAR OTRA VEZ ´EL PROCESO DE PAZ´

Da vergüenza recordar la alegría y las esperanzas que acompañaron la firma de los acuerdos de Oslo en septiembre de 1993 cuando el primer ministro de Israel, Yitzhak Rabin, se estrechó la mano en el jardín de la Casa Blanca con Yasser Arafat, líder palestino. Por algunos años, 'El Apretón de Manos' (como se lo llamó entonces) sirvió de símbolo de diplomacia brillante, donde
los dos partidos lograron lo que más querían: la dignidad y la autonomía para los palestinos, y el reconocimiento y la seguridad para los israelíes.

El presidente Bill Clinton fue anfitrión de la ceremonia y elogió el acuerdo como 'una gran ocasión de la historia'. El Secretario de Estado, Warren Christopher, concluyó que 'lo imposible estaba a nuestro alcance'. Yasser Arafat llamó a la firma un 'acontecimiento histórico, inaugurando una época nueva.' El ministro de asuntos exteriores, Shimon Peres, afirmó que se podía ver 'el esquema de la paz en Oriente Medio'.

La prensa mostró esperanzas semejantes. Anthony Lewis, periodista de ´The New York Times´, dijo que el acuerdo fue 'sensacional' y 'construido de manera ingeniosa'. La revista ´Time´ hizo que Arafat y Rabin fueran los dos 'hombres del año' de 1993. Para colmo, Arafat, Rabin y Peres ganaron conjuntamente el Premio Nobel de la Paz en 1994.

Como los acuerdos causaron el deterioro de las condiciones de los israelíes y palestinos en lugar de la mejoría esperada, estas esperanzas precipitadas se disiparon rápidamente.

Cuando los palestinos vivían todavía bajo el control israelí, antes de los acuerdos de Oslo, habían disfrutado del orden público y de una economía creciente, independiente de la caridad internacional. Disfrutaban del funcionamiento de las escuelas y de los hospitales; viajaban sin controles y tenían acceso libre al territorio israelí. Incluso crearon varias universidades. El terrorismo disminuyó como aumentó la aceptación de Israel. Oslo no les trajo pues a los palestinos la paz y la prosperidad, sino la tiranía, las instituciones fracasadas, la pobreza, la corrupción, un culto de la muerte, las fábricas de suicidio, y la radicalización islamista. Yasser Arafat había prometido que convertiría su nuevo dominio en el Singapur de Oriente Medio. Sin embargo, su control se convirtió en realidad en una pesadilla de la dependencia, de la inhumanidad, del odio, más afín con Liberia o Congo.

Mientras tanto, los israelíes miraron cómo la rabia palestina aumentó causándoles una violencia sin precedentes; el ministerio israelí de asuntos exteriores anunció que más israelíes fueron asesinados por los terroristas palestinos en los cinco años después de los acuerdos de Oslo, que en los quince años antes de los acuerdos. Si las dos manos en el apretón de manos de Rabin y Arafat representaron las esperanzas tempranas de Oslo, las dos manos sangrientas de un joven palestino que acababa de linchar a reservistas israelíes en Ramala, en octubre de 2000, representaron su final terrible. Además, Oslo causó muchos daños a la reputación internacional de Israel, haciendo que las cuestiones de la existencia misma del estado judío soberano se volvieran a discutir, sobre todo en la izquierda, y que se crearan las perversiones morales tales como la Conferencia Mundial de la ONU Contra El Racismo en Durban. Para Israel, los siete años de la diplomacia de Oslo, 1993-2000, deshicieron en gran medida los cuarenta y cinco años de éxito, cambiándolo por un estado de guerra.

Los palestinos y los israelíes casi nunca están de acuerdo. No obstante, casi todos lo están en que los acuerdos de Oslo fracasaron. Lo que se llama 'el proceso de paz' se debe llamar en realidad 'el proceso de guerra'.




II - LA FALSA ESPERANZA DE TERMINAR LA GUERRA

¿Por qué la situación se puso tan mal? ¿Dónde estaban los problemas en un acuerdo tan prometedor?

De la multiplicidad de errores, el error más grande fue que a Yitzhak Rabin le faltara la comprensión de cómo se termina una guerra, como lo reveló en su refrán, 'No se acuerda la paz con los amigos. Se acuerda la paz con el enemigo'. El primer ministro israelí había esperado que se terminara la guerra por la buena voluntad, la conciliación, la mediación, la flexibilidad, la compostura, la generosidad, el compromiso, junto con las firmas en los documentos oficiales. Así, su gobierno y los de sus tres sucesores -Shimon Peres, Binyamin Netanyahu, Ehud Barak-
iniciaron una serie de concesiones, esperando que los palestinos reciprocaran.

No lo hicieron. De hecho, las concesiones israelíes aumentaron la hostilidad palestina. Los palestinos interpretaron los esfuerzos israelíes de 'acordar la paz' como señales de desmoralización y de debilidad. Las penosas concesiones redujeron el temor palestino de Israel; hicieron que el estado judío pareciera vulnerable, y los incitaron a los sueños irredentistas de aniquilación. Cada gesto israelí negociado por los acuerdos de Oslo exilió, radicalizó y movilizó más a la clase política palestina hacia la guerra. La esperanza silenciosa de 1993 de eliminar a Israel ganó fuerza, convirtiéndose en una demanda ensordecedora en el 2000. El discurso venenoso y las acciones violentas se dispararon. Los sondeos y los votos en los últimos años sugieren que solamente un 20% de los palestinos acepta la existencia de un estado judío.

El error de Rabin era simple y profundo: no se puede 'acordar la paz con un enemigo', como imaginó, sino que se acuerda la paz con un ex-enemigo. La paz requiere casi siempre que un lado en un conflicto sea derrotado y por eso renuncie a sus objetivos.

Las guerras no se terminan a causa de la buena voluntad sino a través de la victoria.


'¡Sea su gran objetivo (en la guerra) la victoria!', notó Sun Tzu, estratega chino antiguo. 'La guerra es un acto de violencia para hacer que el enemigo cumpla con nuestra voluntad,' escribió su sucesor prusiano del siglo diecinueve, Karl von Clausewitz en 1832. Douglas MacArthur observó en 1951 que en 'la guerra, nada puede sustituir a la victoria'.

Los adelantos técnicos no han cambiado esta verdad. La lucha continúa o se puede reanudar potencialmente mientras que los dos lados esperen lograr sus objetivos bélicos. La victoria consiste en imponer su voluntad sobre el enemigo, obligándolo a que renuncie a sus objetivos.
Las guerras normalmente terminan cuando un lado pierde la esperanza, cuando se ha aplastado su voluntad de luchar.

Posiblemente se piense que la derrota siga a las pérdidas terribles del campo de batalla, como fue el caso del Eje en 1945. Pero eso ha ocurrido raramente en los últimos sesenta años. Las pérdidas del campo de batalla de los estados árabes a favor de Israel en 1948-82, de Corea del Norte en 1953, de Saddam Hussein en 1991, y de los sunitas iraquíes en 2003
no se convirtieron en la desesperanza y en la rendición. La moral y la voluntad importan más hoy en día.
Aunque tuvieron fuerzas más grandes y armas mejores que sus enemigos, los franceses abandonaron a Argelia, los estadounidenses a Vietnam, y los soviéticos a Afganistán. La Guerra Fría se terminó, notablemente, casi sin muertos. Entonces, aplastar la voluntad de luchar del enemigo, no significa necesariamente destruirlo.

Desde 1948, los árabes y los israelíes han seguido objetivos inamovibles y contrarios: los árabes lucharon para eliminar a Israel, y los israelíes lucharon para ganar la aceptación de sus vecinos.
Los detalles han variado a lo largo de las décadas con múltiples ideologías, estrategias, actores principales, pero los dos objetivos han quedado sin cambiar. Para que se termine el conflicto es necesario que un lado pierda y el otro gane. O no habrá más un estado sionista o él será aceptado por sus vecinos. Esas son las dos únicas posibilidades para terminar con el conflicto. Todas las otras situaciones son inestables y son premisas para próximas guerras.

Los árabes han seguido sus objetivos con paciencia, determinación, y propósito; las excepciones a este patrón (por ejemplo, los acuerdos de paz egipcio y jordano) han sido operacionalmente insignificantes porque no han reducido la hostilidad a la existencia de Israel. En respuesta, los israelíes mantuvieron un recuerdo fuerte de visión estratégica y brillantez táctica en la época 1948-93. En el tiempo, sin embargo, como Israel se convirtió en un país rico, su población se puso impaciente debido a la tarea humillante, lenta, aburrida, amarga, y cara de convencer a los árabes para que aceptaran su existencia política. Ahora, pocos en Israel tienen todavía la victoria por objetivo; casi ninguna figura política importante insta hoy a que haya victoria en la guerra. Uzi Landau, ministro actual de la infraestructura nacional, quien argumenta que 'cuando se lucha una guerra se quiere ganar la guerra', es la rara excepción.

LA DIFÍCIL TAREA DE GANAR

En lugar de la victoria, los israelíes han desarrollado un abanico imaginativo de soluciones para gestionar el conflicto:

*Compromiso territorial: Yitzhak Rabin (y el proceso de Oslo).

*Desarrollar la economía palestina: Shimon Peres (y el proceso de Oslo).

*Unilateralismo (construir un muro, retirarse de Gaza): Ariel Sharon, Ehud Olmert, y el partido Kadima.

*Dar la tierra de los pueblos israelíes en Cisjordania en arriendo por 99 años: Amir Peretz y el partido Laborista.

*Incentivar a los palestinos para que desarrollen un gobierno bueno: Natan Sharansky (y George W. Bush).

*Retirarse del territorio: la izquierda israelí.

*Excluir a los palestinos sin lealtad a la ciudadanía israelí: Avigdor Lieberman.

*Ofrecer Jordania como Palestina: elementos de la derecha israelí.

*Expulsar a los palestinos de las tierras controladas por Israel: Meir Kahane.

Todas estas soluciones, contradictorias en espíritu y mutuamente exclusivas, esperan reducir la guerra, no ganarla. Ninguna se dedica a la necesidad de aplastar la voluntad palestina de luchar. Como fracasaron las negociaciones de Oslo, predigo que todos los planes israelíes que eviten la tarea difícil de ganar, fracasarán también.

Desde 1993, en resumen, los árabes han pedido la victoria mientras que los israelíes han pedido el compromiso.
En este estado de ánimo, los israelíes han anunciado abiertamente que están cansados de la guerra. Poco antes de hacerse primer ministro, Ehud Olmert dijo en nombre de sus compatriotas: 'Estamos cansados de luchar, estamos cansados de ser valientes, estamos cansados de ganar, estamos cansados de vencer a nuestros enemigos.' Después de hacerse primer ministro, Olmert anunció: 'Se logra la paz mediante las concesiones. Todos lo sabemos.' Tales declaraciones derrotistas hicieron que Yoram Hazony del Centro Shalem caracterizara a los israelíes como 'un pueblo agotado, confundido y sin dirección'.

Pero quien no gana, pierde. Para su supervivencia, los israelíes tienen que volver eventualmente a su política de establecer que Israel es fuerte y permanente. Eso se logra mediante la política disuasoria, la tarea tediosa de convencer a los palestinos y a los demás que el estado judío perdurará y que esos sueños de eliminación fracasarán.

Esto no será ni fácil ni rápido. A causa de los errores durante los años de Oslo y después (sobre todo al retirarse unilateralmente de Gaza en 2005 y la guerra en Líbano en 2006), los palestinos piensan que Israel tiene una economía y un ejército fuerte pero es débil moral y políticamente. Como dice cáusticamente el líder de Hezbollah Hassan Nasrallah, Israel es 'más débil que una telaraña'. Tal desprecio necesite probablemente décadas de trabajo difícil para revertirlo. No será tampoco una experiencia fácil: la derrota en la guerra significa normalmente que los que pierden experimentarán privaciones, fracasos y desesperanza.

Sin embargo, Israel tiene alguna suerte: tiene que disuadir a los palestinos, no a todas las poblaciones árabes y musulmanas. Los marroquíes, los iraníes, los malayos, y los demás entienden la señal palestina y con el tiempo seguirán su ejemplo. El enemigo principal de Israel, cuya voluntad se requiere aplastar, es aproximadamente de su mismo tamaño demográfico.

Este proceso se puede ver fácilmente así: cualquier desarrollo que haga que los palestinos piensen que pueden eliminar a Israel es negativo, cualquier desarrollo que haga que renuncien a ese objetivo es positivo.

Se podrá reconocer la derrota palestina cuando, a lo largo de un período prolongado y con consistencia total, demuestren que han aceptado a Israel. Esto no significa amar a Sión, sino aceptarlo de manera permanente, cambiar completamente el sistema educativo para sacar la demonización de los judíos y de Israel, decir la verdad sobre los vínculos judíos con Jerusalén, y aceptar las relaciones normales comerciales, culturales y humanas con los israelíes.

Las gestiones palestinas y cartas al director son aceptables, pero la violencia no. La tranquilidad que sigue tiene que ser consistente y duradera. Se puede concluir de manera simbólica que los palestinos han aceptado a Israel y que la guerra ha terminado cuando los judíos que vivan en Hebrón (en Cisjordania) no necesiten seguridad, como ocurre con los árabes que viven en Nazaret (en Israel).

III - LA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE

Como todos los que no están involucrados directamente en el conflicto, los estadounidenses tienen una elección cruda: refrendar el objetivo palestino de eliminar a Israel o refrendar el objetivo de Israel de ganar la aceptación de sus vecinos.

Exponer la elección muestra claramente que no hay ninguna elección, la primera es bárbara, la segunda civilizada. Ninguna persona decente puede refrendar el objetivo genocida palestino de eliminar a su vecino. Siguiendo a todos los presidentes desde Harry S. Truman, y todas las resoluciones y todos los votos del Congreso después, el gobierno tiene que apoyar a Israel en su campaña para ganar la aceptación.

No sólo es esto una elección moral, sino que la victoria de Israel sería también (irónicamente) lo mejor que les pasó a los palestinos en su vida. Obligarles a que abandonen finalmente su sueño irredentista los liberará para que se enfoquen en su política, economía, sociedad y cultura. Los palestinos necesitan sufrir el crisol de la derrota para convertirse en gente normal, una cuyos padres dejan de celebrar que sus niños se conviertan en terroristas suicidas, una cuya obsesión por el rechazo al sionismo se derrumbe. No hay formulas mágicas.

Este análisis implica un enfoque radicalmente diferente al del actual gobierno de EE.UU. Desde una posición negativa debe alertar a los palestinos que recibirán beneficios sólo después de que demuestren que aceptan a Israel. Hasta después, ninguna diplomacia, ninguna discusión sobre el status final, ningún reconocimiento como estado y, ciertamente, ninguna ayuda financiera, ni tampoco armas.

Desde una actitud positiva la administración estadounidense debe trabajar con Israel, los estados árabes y otros para hacer que los palestinos acepten la existencia de Israel, para convencerlos que han perdido. Esto significa recalcarle al gobierno israelí que no sólo necesita defenderse, sino que también necesita tomar medidas para demostrarles a los palestinos lo desesperado de su causa. Eso no necesita manifestaciones periódicas de fuerza (tales como la guerra de 2008-2009 contra Hamas en Gaza), sino un esfuerzo sostenido y sistemático para desalentar una mentalidad belicosa.

La victoria israelí ayuda también a su aliado estadounidense, porque comparte a algunos de sus enemigos, Hamas, Hezbollah, Siria, e Irán. Además, las estrategias israelíes más duras ayudarían en menor grado a Washington. Washington debería alentar a Jerusalén para que no intercambie prisioneros con los grupos terroristas, que no permita que Hezbollah vuelva a armarse en el sur de Líbano (y no debe permitir que ni Fatah ni Hamas en Gaza vuelva a armarse) y que no se retire unilateralmente de Cisjordania (lo que daría efectivamente la región a los terroristas de Hamas y amenazaría el reinado Hachemita en Jordania).

La diplomacia que intenta terminar el conflicto árabe-israelí es prematura hasta que los palestinos renuncien a su anti-sionismo. Cuando ese momento feliz llegue, las negociaciones pueden volver a tener lugar y se discutirán las cuestiones de Oslo, las fronteras, los recursos, las armas, los lugares santos, los derechos residenciales. Sin embargo, eso pasará en años o décadas. Mientras tanto, un aliado tiene que ganar.

FUENTE:
PIPES.ORG-PROCESO DE PAZ O DE GUERRA-03/11/09

EL RELOJ - Traducido por Aymenn Jawad

COMENTARIO:

Uno desearía que no fuera así, como lo explica Pipes, uno hubiera deseado que todas las guerras no hubieran terminado con un vencedor y un vencido, sin embargo, eso es lo que sucede siempre.

Sin considerar qué es lo que ocurrió en otras guerras, es mucho más fácil entender este artículo cuando uno analiza qué está ocurriendo en este conflicto de tantos años entre israelíes y palestinos.

¿Qué se consiguió hasta ahora? ¿Hay paz o entendimiento y respeto? Cuanto más se intenta una solución pacífica más rechazo hay de parte de los palestinos, basta saber qué se les enseña a las nuevas generaciones en las escuelas, en los medios de comunicación, en los actos de gobierno. No hablemos de lo que hace Hamás en Gaza que directamente no deja de tirar misiles, sino de la Autoridad Palestina en Cisjordania que dedica nombres de "mártires", según su calificación, a escuelas, plazas e institutos. Estos "mártires" son terroristas que mataron y murieron en una lucha por destruir a Israel y a su gente. Una lucha sin sentido.

Ni Israel será destruido ni los palestinos serán capaces -de esta forma- de construir su futuro en cooperación con Israel, para ellos seguirá siendo su enemigo.

Esta guerra no tiene visos de apaciguarse hasta que no acepten que no pueden ganar, de la misma forma que el mundo entero, empezando por España, se defenderá de quienes pretenden volver la historia atrás. El territorio perdido no lo podrán recuperar, ni en Palestina, ni en España, ni en ninguna parte.

Sólo falta que internacionalmente dejen de ayudarlos para que enfrenten la realidad, Israel está allí legítimamente y sólo necesita que el mundo lo comprenda y deje de mantenerlos para que esta locura termine.

El califato universal del islamismo fanático es una fantasía, lo dicen, lo repiten, y es tan disparatado que todavía nadie lo toma en serio. Ya aprenderán que no es tal y que esta lucha territorial empieza abiertamente en Palestina pero que ya se está manifestando en todo el mundo. No hay otra forma de detenerlos más que venciéndolos.


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