EL HISTORIADOR, EL DIPLOMÁTICO Y EL ESPÍA
Escrito por ADMINISTRADOR
Por CLIFFORD D. MAY
Irán no es nuestro enemigo. El régimen que se enriquece mientras asesina, oprime y empobrece a los iraníes comunes; el régimen que incita el genocidio contra Israel, amenaza a sus vecinos en el Golfo Pérsico, y promete traer consigo “un mundo sin América”; ese es nuestro enemigo.
Ese fue uno de los puntos clave tratados por un trío de individuos extraordinarios reunidos a cenar, la semana pasada, en Tel Aviv.
En la mesa estaban Bernard Lewis (según mi consideración, el mayor historiador viviente en Medio Oriente); Uri Lubrani (enviado de Israel a Irán antes de la caída del Shah y, desde entonces, asesor de líderes del Estado judío) y Meir Dagan (paracaidista retirado, comando y general, reclutado en 2002 por el entonces primer ministro Ariel Sharon para reconstruir el Mossad como agencia de inteligencia “con un cuchillo entre sus dientes”. Dagan dejó ese cargo en 2010 y, desde entonces, no paró de hacer declaraciones).
Un pequeño grupo de jóvenes profesionales americanos en materia de seguridad nacional -desde Hill, del Departamento de Defensa, Seguridad Interior, incluso del departamento de policía D.C.- compartieron, con ellos, pita. Ninguno de los tres minimiza cuán graves serán las consecuencias si el dedo de Mahmoud Ahmadinejad llegara a depender de un gatillo nuclear. El presidente iraní suscribe a una escuela extremista de teología Shia que -según explica el General Dagan- vislumbra una guerra apocalíptica que podría “apresurar la llegada del Mahdi”, máximo salvador de la humanidad. Pero, piensa que Ahmadinejad y sus asociados, no son tan cercanos como muchos analistas creen para adquirir capacidad nuclear. “Según mis estimaciones, un arma como esa no llegará antes de los dos años”, dijo.
Si eso es correcto significa que tenemos poco tiempo para descubrir si las duras medidas de una fuerza militar pueden ser efectivas. Dagan destaca que bombardear instalaciones nucleares de Irán no pondría fin a la búsqueda del régimen de obtener armas nucleares: sólo lo retrasará, tal vez, dos o tres años. La tecnología, la habilidad y los componentes están, en lo inmediato, demasiado disponibles. Corea del Norte y Pakistán las tienen y las multiplicaron.
El punto mayor es éste: las pistolas no matan a la gente. La gente mata a la gente. Es el régimen que gobierna a Irán (más que las armas o las instalaciones en las cuales éstas son producidas) lo que constituye el problema real. De ahí surge que, cambiar el régimen -y no destruir su hardware- es el objetivo mayor.
El embajador Lubrani, quien predijo la revolución de 1979 en Irán cuando el entonces presidente Jimmy Carter, entre otros, vio a Irán como “una isla de estabilidad”, cree que el cambio del régimen es un objetivo realista. En verdad está convencido que habrá otra revolución iraní y que esa puede producirse más pronto que tarde; lo suficientemente pronto más que demasiado tarde.
Esto hace surgir un interrogante: basados en el análisis del historiador, del diplomático y del espía, ¿puede construirse una estrategia coherente? En Occidente, aprendemos tardíamente, como Lubrani lo expone, a jugar ajedrez, un juego de estrategia inventado en Irán.
Según su consideración, la estrategia debería comenzar con seis políticas específicas:
Además de lo antedicho, reconocer que esto se convirtió en una prioridad en seguridad nacional: en lo que se percibió, de manera equivocada, como una “Primavera Árabe”, las masas oprimidas en Egipto y donde sea, ahora podrían estar llegando a la conclusión que “el Islam es la respuesta”. Los iraníes, habiendo puesto a prueba la propuesta durante décadas, saben que es la respuesta equivocada. El gobierno de los mullah los hizo menos libres y más pobres que lo que alguna vez fueron bajo el Shah.
Lewis, Lubrani y Dagan acuerdan que esos desencantados iraníes pueden ofrecer la última y mejor esperanza para el mundo musulmán y para perder potencia en la guerra global contra Occidente.
La alternativa es poner en riesgo la posibilidad que los jihadistas, con ambiciones globales y armas nucleares, hagan del siglo XXI la era más sangrienta de la historia. Ese es el punto más importante que Lewis, Lubrani y Dagan intentan comunicar en una cena, la semana pasada, en Tel Aviv y en otras ocasiones.
Clifford D. May es el presidente de Foundation for Defense of Democracies, instituto de política que focaliza en Seguridad Nacional y política exterior.
FUENTE: CIDIPAL-MAY-HISTORIADOR-10/01/12
COMENTARIO:
Si sólo se tratara de racionalidad y moral, probablemente la comunidad internacional podría ponerse de acuerdo en bloque para aislar a un régimen como el iraní que está decidido a obtener armas nucleares, de esto ya no quedan dudas. Pero no se trata solamente de esos aspectos, cada país tiene intereses y necesidades. Los regímenes dictatoriales son aceptados como si no lo fueran. A nadie le importa que maltraten a su gente mientras no sean una amenaza para el resto de la comunidad, por eso estos regímenes se multiplican y no hay una conducta internacional que sea rápida y se rija por normas fáciles de aplicar en cuanto aparezca un gobierno con determinadas características. Y porque no la hay, cuando uno de ellos se pasa de la raya y afecta, no sólo a su propia gente (Sudán, Siria) sino a todo el mundo, amenazante y con armas nucleares, no hay una respuesta única sino que tiene las variantes que le permiten su propia conveniencia.
Actualmente, la Unión Europea aprobó sanciones parciales al Banco Central de Irán, pero fracasó en embargar su petróleo. Si la comunidad internacional no se pone de acuerdo en bloque, ninguna medida sirve, e Irán sigue adelante con sus planes porque sus clientes y proveedores pueden ser reemplazados. Cada país tiene sus propias necesidades, se llaman INTERESES, y éstos prevalecen frente a lo que sería imprescindible, impedir a un régimen delirante que tenga capacidades que fuercen sus políticas con más prepotencia que la que tiene actualmente porque posee petróleo y es un buen comprador para los que le venden armas y material imprescindible para su desarrollo nuclear. Por favor, escuchen esta entrevista de Radio Jai a Julián Schvindlerman y comprobarán de qué se trata un gobierno con el que resulta imposible algún tipo de acuerdo, la racionalidad está ausente en la mente de sus gobernantes. Sin embargo, hasta ahora se los recibió y escuchó en los foros internacionales.
Para comprobar su delirio basta verlos amenazar al mundo entero como si fueran invencibles. Su capacidad para poder alardear se basa en que este mundo no quiere guerras y está haciendo todo lo posible para evitar un desastre en la región.
Lo que estos prestigiosos especialistas proponen es lo ideal, pero ¿quién los escucha? ¿Cómo lograr que el mundo entero adopte una política común para evitar la fuerza?
Es cierto, los iraníes no quieren ni se merecen este gobierno pero, ¿qué puede hacer la comunidad internacional en su conjunto para ayudarlos, cuando cada país tira para su lado según sus propios intereses? No lo hicieron antes y no se ve que sea posible ahora porque la falta de unanimidad sigue siendo el factor de un fracaso que la dictadura iraní sabe aprovechar muy bien. Sabe negar mientras avanza y acusa para poder amenazar sin que nadie recoja el guante.
Porque cada cual juega su propio juego, de lo contrario no veríamos reacciones tan diferentes para situaciones tan semejantes. Libia y Siria son ejemplos palmarios de lo que se hace según de quién se trate. Rusia y China aprendieron e Irán también, que hasta ahora ha podido evitar un ataque.
Sin embargo, fue demasiado lejos y ha sellado su futuro. Todo lo que deseamos es que no sea su pueblo quien pague por el camino que el gobierno iraní eligió, irresponsablemente.
ANA
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