sábado, 5 de marzo de 2011

793 - CONTRA NUESTRO ESCONDIDO RACISMO


EL ANTISEMITISMO FUERA DE MODA

Ben Dror Yemini



CONTRA LA DISCRIMINACIÓN-LISTAS-20 MINUTOS


Por favor no saltar sobre la realidad. Las expresiones de John Galliano no moverán la aguja con que se mide el antisemitismo en un solo milímetro y no será una señal en la lucha contra el racismo. En el largo plazo es posible que el resultado sea lo contrario. Hay que reconocer: hay racismo y hay racismo. Y no toda expresión de racismo obliga a una enérgica respuesta. El mundo abunda en racismo y antisemitismo. En cada uno de nosotros, a excepción de los ángeles que hay entre nosotros (y no son muchos), se esconde un pequeño racista. En todos nosotros se esconden prejuicios contra los alemanes, los georgianos, asquenazíes, orientales, árabes, musulmanes, mujeres, rubios y rumanos.

La cultura occidental, a pesar de ser, en su origen, judeo-cristiana, se sumerge en prejuicios y racismo contra los judíos. El antisemitismo es casi un componente central de esa misma cultura. La cultura occidental se ve dificultada de liberarse. No es fácil. Y no se termina.

El racismo se derrota no porque dejemos de ser racistas. Se derrota en el momento en que nosotros, como individuos, como colectivo, nos avergonzamos del racismo.

La diferencia entre las culturas no se relaciona con que “son” racistas o “imponen” el racismo. La diferencia se da en que en una cultura se “avergüenza” y educa en su contra y, en otra cultura, lo “incentivan”. La cultura occidental actual se avergüenza. Es cierto que el antiguo antisemitismo hace un desvío y se convierte en nuevo antisemitismo denominado también, anti-sionismo. Pero en grande, el antisemitismo se convirtió en tema condenable. No porque el amor al ser humano (o a los judíos) radique en sus corazones sino porque es una vergüenza ser antisemita.

Por ello es que hay algo positivo en la hipocresía occidental. Cuando los racistas se avergüenzan de su racismo, son preferibles a los racistas que declaran su racismo.

Hamas no se avergüenza de su racismo y, por ello, es peor. El día en que la gente de Hamas sea hipócrita y se avergüence de su antisemitismo, será una señal positiva. En el alma de Galliano, como en el espíritu de muchos de nosotros, habitan dos almas; una racista y otra que se avergüenza de ello. A veces cuando entra vino, sale antisemitismo.

Mikis Theodorakis y Mel Gibson, racistas, hijos de la cultura occidental, no se avergüenzan de su racismo. Lo evaden también cuando no están ebrios. Por eso son mucho peores. Están en la misma línea que Hamas, racistas orgullosos.
No tienen vergüenza. No tienen la correspondiente hipocresía. Si Galliano se apena de sus palabras, no hay necesidad de boicotearlo. Hay que perdonarlo.

Un buen amigo me contó que, si alguien lo escuchara cuando está solo con su mujer, sería echado de las funciones muy destacadas a su cargo. “La marrocana te sale a la superficie”, le dice durante una discusión. ¿Racista? No, en verdad. Sus hijos, asquenazíes como él, son medio marroquíes. Está enamorado de su “marrocana”. Si le dijera eso a su ayudante, sería echado.

No todo lo que se dice en estado de vehemencia merece una enérgica respuesta. Hay suficiente racismo, antisemitismo y antisionismo afuera. No hay necesidad de buscarlo en borrachos. Es preferible ocuparse de aquellos que lo liberan sin una sola gota de alcohol.

FUENTE:
CIDIPAL-YEMINI-EL ANTISEMITISMO-02/03/11

COMENTARIO:

¿Quién se atreve a decir que no tiene una sola gota de racismo muy escondida que trata de corregir? De eso se trata, de avergonzarnos por tenerla y mejorarnos. Cuando se ha vivido una experiencia negativa con el miembro de alguna comunidad, etnia o raza, comienza a germinar la semilla del prejuicio contra toda la comunidad o a confirmarlo.

Porque fundamentalmente es la generalización de una conducta y, por oposición, también si tenemos un concepto de una cultura nos hace ver al individuo como parte que confirma lo que ya sentimos o de lo que estamos convencidos que es. Y nos pasa todo el tiempo. También en sentido positivo, otorgamos a un individuo las características que creemos son propias de la comunidad a la que pertenece. Y otra vez estamos generalizando.

Pero una cosa es lo que sentimos o creemos y otra muy distinta lo que hacemos. Si somos capaces de actuar como si ese bagaje innoble en nuestra alma no existiera, sería nuestro mayor triunfo, porque es muy difícil no mirar sin prejuicio a un individuo en particular por pertenecer a determinada comunidad de la que tenemos una opinión, por cultura o experiencia, o simplemente porque nos es extraño.

Comprender este mal que nos aqueja es empezar a cambiar y, como dice el autor de este artículo, mejor es no empeorar las cosas y sólo castigar a quienes se vanaglorian por odiar al diferente. Las leyes contra el racismo han comenzado a surtir efecto aunque no siempre son aplicadas, sin embargo, es la opinión pública quien da la respuesta final y los condena.

Las leyes son el arma adecuada para cambiar conductas, el sólo hecho de que existan enseña el camino para darnos cuenta de nuestro propio monstruo interior.

ANA


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