miércoles, 29 de mayo de 2013

1141 - HONRANDO AL GUERRERO



EL CUENTO DEL GUERRERO

THE WARRIOR´S TALE (EN ESPAÑOL)

Por DANIEL GREENFIELD

El cuento del guerrero es bastante fácil. Es fuerte como el acero pero en ocasiones frágil. Es la fortaleza de su alma y el muro que construimos alrededor de nosotros mismos los que nos dicen quienes somos.

Antes había ciudades o naciones, ferrocarriles y aeropuertos, computadoras y teléfonos, la historia se contaba alrededor de las fogatas. Actuaban haciendo mímica, vestidos con pieles de animales y pinturas rupestres. Pero era la misma historia. La gente debía enfrentar una amenaza y fueron llamados los mejores y más fuertes de sus hombres para salir y luchar contra ella. Estos fueron sus guerreros. Lo que ellos hicieron de cara a esa amenaza es el cuento.

El cuento tiene muchas variantes. A veces hay muchos guerreros, a veces sólo un puñado. Ellos marchan en triunfo sobre la aldea de los enemigos u ofrecen una última resistencia en un peñón rocoso, derramando la última sangre de su corazón para ganar un tiempo que nunca conocerán. Hay un hombre débil que se hace fuerte, un hombre fuerte que se convierte en débil, una mujer que llora al hombre que nunca volverá y un hombre que va a la batalla porque no tiene nada que perder. Estas historias se han contado innumerables veces en la historia del hombre, y serán contadas muchas más en tanto él sobreviva.

No son sólo los guerreros quienes necesitan el cuento o los que quedaron atrás. Las generaciones futuras aprenden de este cuento quienes son. "Somos la gente que murió por esta tierra", es la invisible moral de cada historia. "Nosotros sangramos por ella. Ahora te toca sangrar y morir por ella."

El cuento del guerrero le dice a cada generación que ellos resisten en el muro frente a un mundo hostil. Y que ese muro no está hecho de piedras, sino de sus virtudes. De su coraje, integridad y destreza. Suyo es el muro y ellos son el muro, si ellos fracasaran entonces él caerá. Y la tierra y el pueblo serán barridos.

¿Qué le sucede a un pueblo que olvida la historia del guerrero y deja de contarlo alrededor de sus hogueras? Peor aún, ¿qué hay del pueblo a quien se le enseña a despreciar la figura del guerrero y lo que él representa? Ellos no perderán su coraje, no del todo. Pero perderán el rumbo de su coraje. Se convertirá en una súbita e inexplicable virtud que los sacará de las profundidades del peligro. Y su muro se agrietará.

Es el cuento del guerrero el que construye los muros. Dice que ésta es la tierra por la que hemos combatido y por la que seguiremos luchando. Es el sacrificio el que hace sacrosanta la mera posesión. Es la sangre la que le da derecho al deber. Es el sello que está por encima de la ley, aún más profundo que el patrimonio. Cualquiera puede poseer una cosa, pero es el sacrificio lo que la eleva más allá de la posesión. Y es ese cuento el que eleva a un pueblo de ser el poseedor de la tierra, a ser el pueblo de la tierra.

El universalismo desecha el cuento del guerrero como si fuera una abominación. Una división en la familia del hombre. Su historia es la de un mundo desinteresado donde no hay más divisiones o distinciones. Donde todos son, a su manera, lo mismo. Pero esta historia es un mito, una idea religiosa degenerada en políticas totalitarias. Es una promesa que no se puede mantener y un veneno que se disfraza con cucharadas de azúcar. Tienta a la gente a derribar su muro y expulsar a sus guerreros. Y lo que sigue es lo que siempre sucede cuando no hay un muro. Los invasores vienen, las mujeres gritan, los niños son llevados en cautiverio y los hombres se sientan con las manos unidas y sonrisas drogadas, soñando con un mundo mejor.

El cuento del guerrero explica por qué luchamos en términos de nuestra propia historia. La gran lucha del pantano. El tiro se oyó en todo el mundo. La batalla de Nueva Orleans. Gettysburg, San Juan Hill, Belleau Wood, Pearl Harbor, El sargento de hierro, la Ofensiva del Tet, Kandahar y Faluya. Generaciones de sacrificios deben ser defendidas. Y los que nos hacen la guerra deben pagar.

El universalismo exige que la guerra debe responder a objetivos y metas universales. Que hay una ley universal superior a la guerra. Pero éste es un cuento para niños. Las leyes de los hombres proceden de sus propios intereses. Aquéllos que pueden gobernar por la fuerza o por una coalición hacen sus leyes para servir a sus propios fines. Así es el mundo.

Los que pretenden vivir bajo el universalismo, aún así, caerán bajo la ley del acero. La retórica no es una defensa contra el fuego y el plomo, y los códigos internacionales no tienen defensa contra los que los romperán. La charla puede continuar, pero son los guerreros quienes le pondrán fin. Aún hay que contar la historia del guerrero, aunque todos los demás la hayan olvidado.

El cuento del guerrero no es alegre. Es amargo como la bilis y oscuro como la muerte. Pero es también grande y glorioso. Porque incluso en su total y desnuda verdad es la historia de la perseverancia frente a cada agonía y traición. Es la historia de cómo vivimos y por qué morimos.

Aun cuando todos los demás se olvidan de su historia, los guerreros recuerdan. Incluso cuando se los llama pacificadores pero fueron convertidos en un ejército de payasos para la satisfacción de sus jefes políticos. Los ejércitos pueden decaer, pero los guerreros aún permanecen en sus grietas, sobre sus bordes, hombres no queridos pero necesarios porque son los únicos que pueden hacer el trabajo duro y hacerlo bien. Pueden ser sólo una centésima parte de un ejército o una milésima. Una fracción de una fracción. Pero sin ellos no hay ejército, sólo uniformes vacíos.

Cuando se olvida el cuento del guerrero, entonces ellos se convierten en sombras. Hombres peligrosos, temidos y despreciados. Pensados como asesinos, despedidos como monstruos y mirados como animales en una jaula. Pero la sociedad no puede renegar de ellos. No puede negar esa parte de ella. Cuando el guerrero se deprecia, la energía se orienta a cualquier otro lugar. El deporte se convierte en una obsesión y los partidos terminan en una violencia sangrienta. Las cárceles se llenan. Lo mismo ocurre con las fuerzas policiales.

Al tiempo que la guerra externa se desvanece, comienza la guerra interna. Los bárbaros vienen de afuera. Los edificios arden, las turbas se enfurecen y hay salvajismo en el aire.

Ninguna ley puede proteger a una sociedad que ha olvidado el cuento del guerrero. Se volverá hacia afuera y adoptará los cuentos de guerreros extranjeros. El samurai reemplazará al vaquero. La estrella del deporte será un extranjero. Sus héroes serán extranjeros. Hombres que realmente entenderán la virtud de la violencia y harán lo que a su propia gente se les ha prohibido. Los que tienen la energía vital de la que carece una sociedad sin la historia del guerrero.

Cuando un pueblo renuncia a su propia historia del guerrero por la de otros, pierde la capacidad de resistirse a ellos. Cada historia del guerrero dice que nosotros somos el pueblo y ellos los enemigos. Nosotros somos guerreros y ellos asesinos. Cuando un pueblo no tiene ningún otro cuento que el del enemigo, llegará a creer de sí mismos que son monstruos. Y que sus enemigos son valientes guerreros.

Llegará el día cuando se les pregunte quiénes son, y no lo sabrán. Apuntarán a sus posesiones y a los nombres de sus calles y ciudades. Ellos hablarán de los ideales más altos y se avergonzarán por no estar a su altura. Se les preguntará por qué luchan y dirán que ellos no quieren pelear. Que todo lo que quieren es paz a cualquier precio.

Inclusive las civilizaciones más poderosas con las ciudades más importantes se convierten en presas cuando olvidan la historia del guerrero. Se necesita algo más que las armas para defender a una ciudad, se exige conocer el derecho de su uso. De nada sirve vestir a hombres con uniformes y armarlos si no se les enseña la historia del guerrero. Y es tan poco útil enviarlos para mirar y conservar si los hombres que están por encima de ellos desechan el cuento del guerrero como una jeringonza violenta y primitiva.

Un ejército de millones vale poco sin la historia del guerrero. Estrategia es la técnica, potencia de fuego es la capacidad, ambas empiezan y terminan con la mente humana. "¿Por qué luchamos?" es la pregunta que el cuento del guerrero responde mucho mejor que cualquier político. "Luchamos porque esto es nuestro. Es nuestro honor, nuestro deber y nuestra guerra. Hemos estado luchando durante cientos y miles de años. Esto es lo que nos hace ser lo que somos."

Nosotros somos el pueblo, dice el cuento del guerrero. Pero nosotros somos todos los pueblos dice el cuento del universalista. No hay ninguna diferencia entre nosotros y ellos. Y vamos a demostrarlo al traerlos aquí. Entonces los muros caen y les toca a los guerreros presentar su última resistencia. Para contar otra historia del guerrero con sus vidas.

Esta es la guerra silenciosa entre los comerciantes filósofos que quieren transacciones e imperio y los guerreros que saben que van a ser llamados para asegurar el imperio, y luego mueren luchando contra el enemigo en casa. Esa es la forma en que la larga historia comienza con fogatas y termina con el incendio de las ciudades. La historia que comienza con pinturas rupestres y termina con los vídeos de YouTube. Cuya pluma es de hierro, plomo y acero. Y cuya tinta es siempre sangre.

Hemos estado aquí antes. Hemos contado y vuelto a contar las viejas historias. El bosque, el pantano, la colina y el valle. Y detrás de ellos la mentira, la maniobra y la traición. La guerra que se convierte en irracional y la gente que olvida por qué lucha. Y uno a uno los guerreros se escabullen. Algunos al largo sueño en el desierto. Otros a aisladas zonas verdes. Y otros aún en el olvido de la memoria de la gente. Un agujero en el corazón de un pueblo que se olvida de sí mismo y se convierte en nada.


FUENTE:
GREENFIELD-WARRIOR´S TALE-25/05/13

Daniel Greenfield es un escritor con sede en Nueva York y blogger, y es periodista asociado Shillman del "David Horowitz Freedom Center".

BLOG DE DANIEL GREENFIELD (EN INGLÉS)


(TRADUCIDO POR ANA)

REFLEXIÓN:

Este es un hermoso texto como tantos otros de Greenfield, Difícil traducirlo con fidelidad porque la belleza del lenguaje no puede ser traducida, pero siempre es un desafío que vale la pena.

Mucho se puede pensar sobre lo que dice el autor y cada cual sacará su conclusión y lo adaptará a su propia visión del mundo. Pero cuando se habla de la violencia todos sentimos que no nos gusta, que quisiéramos que no existiera y que los guerreros no fueran necesarios. Pero lo son, por suerte hay quienes eligen serlo y defienden nuestra libertad para ser lo que somos y no otra cosa.

Porque creo que, entre otras cosas pero fundamentalmente, este texto trata de nuestra libertad, que no se puede defender con leyes ni palabras, se defiende con las armas y con quienes saben usarlas.

Por ellos algunos pueblos acosados pueden dormir en paz.

ANA

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