domingo, 13 de diciembre de 2009

493 - GREENFIELD - LAS GUERRAS PERDIDAS DE EE.UU.


REPENSANDO EL ESTILO DE GUERRA AMERICANO


Rethinking the American Way of War

Por DANIEL GREENFIELD

The Sultan Knish Blog

(TRADUCCIÓN LIBRE DE ANA)

Contrariamente a las ideas populares erróneas, las Guerras de Irak y Afganistán nunca fueron un atolladero. Ambas guerras se terminaron a una velocidad comparativamente rápida y relativamente con pocas bajas. No son las guerras las que se convirtieron en un lodazal, sino las reconstrucciones y las ocupaciones, los diversos eufemismos para el largo proceso de años que gastan las tropas americanas y los contratistas civiles, tratando de reconstruir y estabilizar al país que acaban de invadir.

Y esto es como lamentablemente se ha convertido el estilo de guerra americano. Mientras que para mucha gente los bombardeos y los jets de ataque pueden encarnar el poder de lucha americano, la realidad práctica es que la América en guerra está mejor reflejada por diplomáticos tratando de mantener a un gobierno débil y corrupto en el poder, o la larga espera de los soldados de infantería matando el tiempo, esperando un ataque insurgente. Pero no siempre fue de esta forma, porque lo que nosotros pensamos ahora como el estilo de guerra americano, sería más preciso si lo consideráramos como la forma de guerra diplomática.

Pero podría ser el momento de reexaminar algunos de los supuestos subyacentes detrás del Estilo de Guerra Americano. La primera suposición acerca de él es que nosotros libramos las guerras a fin de estabilizar regiones que se han vuelto inestables. Este es, por supuesto, un enfoque muy "diplomático" que usa la fuerza cuando la diplomacia falla, a fin de restaurar la situación a un nivel de estabilidad que permita retomar otra vez a la diplomacia.

Este es el clásico enfoque de "Primero la Diplomacia y por último la Diplomacia" que Hitler y el Japón imperial usaron efectivamente con sutileza en la SGM. Se presume que las guerras son sólo diplomacia con otros medios. Esto encierra a los países de un modo muy predecible que puede ser explotado por cualquier tirano que entiende sólo cuán lejos puede empujar, mientras todavía mantiene abiertas las negociaciones.
Los gobiernos de "Primero la Diplomacia" pueden ser militarmente fuertes pero políticamente débiles. Ellos negociarán hasta que una línea sea cruzada tan gravemente que la única respuesta sea la guerra. Y aunque pueden ser formidables durante el conflicto real, por defecto vuelven a su debilidad anterior cuando la guerra termina, puesto que su interés primordial es la estabilidad, no la victoria.

Mientras que para la mayoría de la gente común, las guerras se libran en defensa propia o para enfrentar una amenaza creciente, para los diplomáticos las guerras se libran para crear un orden estable regional, continental o global que les pueda permitir ser los que terminan los acuerdos, controlan el comercio y conservan todo lo demás que hace a la estabilidad regional. Como tales, ellos no libran guerras para "ganar", sino para "estabilizar". Y por ello sus guerras son diez por ciento guerra y noventa por ciento reconstrucción.
Por eso nuestras guerras se han convertido en diez por 10 por ciento guerra y 90 por ciento reconstrucción.

Puede haber honor entre los guerreros pero no hay ninguno entre los diplomáticos que se apuran en cooptar a los peores carniceros y criminales de guerra cuando la guerra se acabó. Porque su objetivo es la estabilidad, no la moral.
Cuando se termina la lucha, los diplomáticos trabajan para enseñar el olvido, extrañamente confiados en que el enemigo vencido es tan olvidadizo como ellos acerca de la guerra. Sin embargo, el enemigo derrotado nunca lo es. Y algunas veces hay que pagar un precio de sangre por ese tipo de ignorancia deliberada.

Nueve años después del 11 de septiembre, puede ser una sorpresa para la mayoría de la gente saber que no hemos estado luchando contra los talibán, o los baazistas (miembros del partido Baath, socialista), o los terroristas islámicos.
De hecho, nosotros queremos ofrecerles acuerdos y estamos preparados para ofrecérselos a los tres. En lugar de eso, hemos estado luchando contra los obstáculos a la "estabilidad" y, como era de esperar de culturas tribales que nunca fueron estables y nunca dejaron de luchar a menos que haya un arma apuntándoles a la cabeza, hemos fallado en lograrlo. Pero eso es porque nosotros hemos estado librando una guerra diplomática en lugar de una guerra de soldados.
Nos hemos concentrado en la reconstrucción en lugar de vencer al enemigo, yéndonos y permitiendo que los sobrevivientes decidan si quieren entretenerse otra vez con nosotros.

Pero nosotros hemos olvidado cómo librar las guerras de "guerra". El único tipo de guerra que nosotros podemos librar es una en la que los soldados aseguren el terreno, y luego actuar como pacificadores, cavar pozos y ser diplomáticos. Y cuando se acrecientan las bajas, nosotros culpamos a los soldados por no ganar contra los "dedicados" insurgentes, o culpamos a nuestros líderes por meternos en una guerra que no se puede ganar cuando era una guerra completamente ganable, pero no en términos diplomáticos.
Sin embargo, ese es exactamente el tipo de guerra que hemos estado perdiendo desde la SGM.

Tras la SGM, cuando la URSS y los Aliados estaban en pugna por Europa Occidental, la administración Truman y después la administración Eisenhower, desarrollaron un enfoque que se concentró en contrarrestar la influencia soviética, reconstruyendo Europa Occidental y ganando el corazón y las mentes de la población en lugares de Europa en peligro de volverse rojos. Lo que usualmente se entendía como los sitios que tuvieron una fuerte insurgencia comunista durante la guerra, que ahora podrían atraer hacia las fuerzas de ocupación americanas.

Para el próximo medio siglo, Estados Unidos y la URSS librarían una guerra extendida alrededor del mundo por medio de terceros, desplegando en todas partes diplomáticos, ayuda extranjera y armamento en una búsqueda de los "corazones y mentes" en un conflicto prolongado cuyo costo mayor fue económico y diplomático, excepto en los casos de las guerras esporádicas en Corea, Vietnam, Medio Oriente y Afganistán.
Y mientras la Guerra Fría original puede estar terminada no está claro si las lecciones que ella dejó fueron correctamente aprendidas.

Para todo el dinero y esfuerzo que Estados Unidos gastó para ganar corazones y mentes, más bien se ganaron pocos de ellos. La Unión Soviética probó ser mejor en este juego porque ella no sólo envió ayuda, sino que exportó revolución y caos que demostró ser mucho más potente que cavar pozos y enseñar a los aldeanos sobre higiene elemental. Mientras tanto, una estrategia americana que dependía del respaldo incompleto a tiranos débiles y después sorprenderse cuando ellos fueron incapaces de mantenerse frente a la insurgencia, es una que fallaría una y otra vez, y es la estrategia que continúa fracasando hasta el día de hoy. Su capacidad en hacer estragos en la política exterior americana está sólo en segundo lugar en relación a la avidez con la que el Departamento de Estado ha traicionado a aliados confiables con la esperanza de conseguir el apoyo de más enemigos.

Sólo durante la administración Reagan, Estados Unidos sacó alguna ventaja real contra la URSS al no exportar ayuda, pero exportando revolución, más notablemente en Latinoamérica y en Afganistán. Esencialmente después de repetidos desastres y al borde de la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos finalmente tomó prestado el manual soviético el tiempo suficiente como para repartir algunas pocas narices ensangrentadas a Ivan. Lamentablemente, los golpes se lanzaron con bastante estrechez de ideas, que tuvieron un efecto sangriento que repercutiría en contra de Estados Unidos.

Pero el común denominador detrás de todos estos problemas yace en la premisa que Estados Unidos necesitaba buscar la hegemonía global para contrarrestar la conducción de la URSS por la hegemonía global, sin en realidad entender el compromiso que esto requeriría. Estados Unidos no se equivocaba cuando creía que la amenaza soviética existente significaba que él no podía simplemente empacar sus valijas y volver a casa, de la forma en que lo había hecho después de la PGM. Pero una generación de líderes se equivocaron al fallar en entender las reglas y la naturaleza del juego en el que ellos habían comprometido al país.

E inclusive más problemáticamente, con la caída de la URSS y el surgimiento del islam, el enfoque de Estados Unidos no ha hecho más que desempolvar el viejo manual de la Guerra Fría, mientras le arrebataba su vigor y compromiso. La ayuda exterior ha experimentado un auge pero de poca utilidad.
Nosotros seguimos tratando de ganar los corazones y las mentes de gente cuyos libros sagrados y sentido de orgullo nacional les dice que somos sus enemigos. Y el costo ha sido asombrosamente alto para obtener muy poco.

En Afganistán e Irak todo lo que se habló sobre reconstrucción se orientó hacia la vieja ambición, estabilidad, para crear gobiernos estables que puedan resistir al terrorismo "extremista" evitando entrometerse en cualquier problema regional. Pero lo que se consiguió en la práctica es ponernos en el medio de una guerra por el poder con Irán, Pakistán, Siria y cualquier país islámico dispuestos y ansiosos en promover el terrorismo y la insurgencia local, para no mencionar a algunos actores conocidos como Rusia. Y mientras los miles de millones de dólares que hemos gastado han sido ciertamente un impacto, un dólar gastado por Irán o Pakistán para armar a un terrorista vale cien mil de nuestros dólares gastados en proveer electricidad o perforar pozos. Porque luchar por los corazones y las mentes de una cultura y religión ajenas, en contra de sus correligionarios, es esencialmente una guerra imposible de ganar. Ni es una guerra en la que deberíamos estar combatiendo.

Y esa es la segunda presunción fundamentalmente equivocada sepultada en la guía estándar del Estilo de Guerra Americana, que es que la estabilidad requiere ganar los corazones y las mentes de la población. Lo que la estabilidad en realidad requiere es un gobierno que funcione. Si la población es capaz de elegir a líderes responsables que sepan conservar a un gobierno funcionando, entonces el modelo que nosotros hemos estado usando quizá pueda servir, como ocurrió en Europa. Sin embargo, parece que nosotros estamos decididos a usarlo en países del Tercer Mundo que invariablemente están gobernados por dictadores, sin importar cómo el régimen opresivo se disfrace, con resultados inevitablemente desastrosos.

El hecho en cuestión es que las perforaciones de pozos no van a hacer que ganemos en Afganistán. Especialmente si nos concentramos en ellas para desarrollar esas mismas áreas tribales que son las más amigas de los talibán, actuando así como padres divorciados compitiendo por el amor de los hijos. No sólo porque nuestra ayuda en realidad motiva a zonas previamente estables a cultivar insurgencias a fin de obtener algo de los 1.2 miles de millones de dólares asignados por CERP. Recorrer el país ofreciendo sobornos es en el mejor de los casos una solución de corto plazo que crea problema de largo plazo. Y nuestra contradictoria tarea permanece igual, esa de estabilizar a un país inestable y ganar una guerra sin alienar a nadie de la población. Ambas tareas son intrínsicamente imposibles.

Desde el 9/11 hemos trabajado duramente para ganar el corazón y las mentes de los musulmanes. Al hacerlo hemos comprometido nuestra seguridad nacional y nuestro esfuerzo de guerra en toda ocasión. Hemos fijado objetivos contradictorios en el extranjero y de alguna forma nos sorprendemos cuando no podemos llevarlos a cabo.
Y mientras las fuerzas armadas pueden comprometerse en obtener la victoria, la dirigencia política nunca lo hace. De esa forma nos hemos apartado de nuestro objetivo. Hemos evitado el triunfalismo en Irak, y los frentes chiítas para una toma del poder iraní, como Muqata Al Sadr, estarían felices de poder tomarlo de nosotros. Nosotros evitamos alienar a los jefes tribales, y como resultado estamos enredados jugando pinball (máquinas electrónicas) en las políticas complejas de una cultura tribal
, las que los talibán no sólo conocen mejor que nosotros, pero que saben exactamente cómo explotar nuestras propias Reglas de Combate, lanzando ataques a los que no se nos permite responder, por lo que nosotros terminamos perdiendo los corazones y las mentes, lo que de cualquier forma no tenemos.

Nosotros podemos librar guerras en defensa propia y en defensa de nuestros aliados, o podemos colaborar con algún poder hegemónico interno para mantener alguna forma de estabilidad preconcebida, pero no deberíamos confundir una con otra. Nuestro fracaso al definir a un enemigo en este conflicto que no sea otro que la falta de estabilidad, es el factor clave detrás de nuestra falta de habilidad para obtener la victoria. Para llevar a cabo una misión primero se requiere definirla. Y si nosotros definimos la misión como destruir a Al Qaeda o destruir inclusive al terrorismo islámico en general, entonces esa es la misión que tenemos que cumplir. Sin embargo,
si nuestra misión es llevar estabilidad y buen gobierno a uno mal gobernado, entonces hemos caído en la trampa de tratar de usar a las fuerzas armadas para lograr objetivos que en su naturaleza no son de ninguna manera militares.
Para que América pueda comenzar a ganar otra vez, debemos reconsiderar el estilo de guerra americano, la forma de construir una nación y la política de Primero la Diplomacia que hemos adoptado, pero que fue realmente extraña a la experiencia americana.

Si queremos ganar, debemos conocer a quién, por qué y qué estamos combatiendo.

FUENTE: RETHINKING THE AMERICAN WAY OF WAR-09/12/09

COMENTARIO:

Este es un enfoque diferente e imprescindible sobre las actuales guerras americanas. Un pensamiento fresco sobre la realidad que estamos presenciando, redefinir los objetivos según la realidad actual y entonces sí cambiar el estilo de guerra.

Parece tan fácil cuando el analista describe la diferencia entre las guerras pasadas y las actuales, pero hay que ser capaz de mirar desprovisto de todo preconcepto. Creo que la situación es distinta aunque tenga algunos aspectos en común con el pasado. Hay quien quiere otra vez dominar al mundo, siempre empiezan asi las guerras, al principio quieren poco, y si tienen éxito quieren más. De allí la necesidad de estar en condiciones de defenderse, la debilidad permite crecer a los ambiciosos.

Pero hoy no es un estado contra otros, todo está muy mezclado y los intereses de los países, los tratados comerciales, las religiones, las ideologías, impiden encontrar una solución simple, donde cada uno pueda ubicarse claramente donde realmente quiere estar.

Este artículo nos permite interpretar mejor que la guerra de hoy, el terrorismo internacional contra cualquiera y en cualquier lugar, no puede ser combatido convencionalmente, ni a medias, porque de esa forma sólo se retrasa lo que finalmente deberá prevalecer, la civilización por sobre la barbarie.

ANA


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