DESEAR LO QUE SE PUEDE OBTENER
No pretendo la paz entre los hombres, sé que la guerra ha estado siempre a lo largo de toda su historia. Los motivos son muchos, a veces para sobrevivir ha necesitado matar o esclavizar a otros; a veces -simplemente por ambiciones imperiales- los sojuzgó utilizando como argumento su religión, la más común de las excusas.
No, no quiero pedir lo imposible.
Quiero pedir un mundo posible donde las guerras sean mínimas, donde casi no sea necesario utilizar las armas, que baste sólo con tenerlas. Que las guerras se libren en los escritorios, en los foros internacionales, donde la mayoría defienda a quien no quiere guerra y no al revés. Que los ejércitos sirvan para asistir a los más desprotegidos, que ayuden con su fuerza a llevar el progreso a los más atrasados, que caven pozos de agua y no trincheras como antaño, que en esa protección estén incluidos los libros, el conocimiento, la libertad de ser y hacer por ellos mismos.
Y que junto con ello puedan defenderse de los que quieran dominarlos que, por supuesto, siempre será por la fuerza y las ideologías tan convincentes como antiguamente fueron las religiones. Que se enseñe que la religión debe representar a un Dios bondadoso, compasivo y amoroso y no todo lo contrario, porque entonces no sería sólo una religión sino el disfraz de una ideología maligna.
Porque esto es lo que estamos viendo, lo que seguimos viendo como si no hubiéramos aprendido nada. El más fuerte domina al más débil, no es la moral la que rige este mundo sino la política del más bajo nivel, la egoísta que sólo piensa en el presente con sus amanuenses ideológicos que le dan una aparente legitimidad, creyendo que salvándose salvan a sus hijos, sin tener en cuenta que en esta larga cadena de la vida del hombre hay que sembrar bien hoy para que el futuro recoja el buen fruto de la tierra.
Porque no se toma conciencia que un sólo eslabón suelto o débil puede llevar toda la historia atrás, donde el hombre puede volver a ser lo que le cuesta dejar de ser, el lobo del hombre. Que cada eslabón, sin dejar ninguno suelto, debe ser fortalecido con nuevas leyes que impidan retrotraer al hombre a los comienzos de su civilización.
Que no nos mientan y no nos mintamos por miedo, que seamos capaces de reconocer lo que está a la vista, y que luchar contra la violencia que nos acosa es la forma de asegurar el futuro de quienes nos sucedan. Que no seamos egoístas ni desaprensivos frente al dolor del otro. Que ese "otro" sea siempre uno de los nuestros.
Deseo que prevalezcan los más morales, los más compasivos y respetuosos, los que han avanzado más en pos de un mundo mejor, los que han podido dejar atrás la brutalidad y se conducen según códigos comunes, leyes que nos abarcan a todos. No es mucho pedir no aceptar la hipocresía de los que se dicen moralmente justos y que hacen de este posible paraíso el infierno que muchos padecen.
Deseo que todos y cada uno de nosotros seamos capaces no sólo de leer sino de pensar, que todo esté puesto en la balanza para que podamos ver por nosotros mismos si su fiel nos indica que la justicia está dejando de ser el objetivo principal. Porque todo pasa por la educación y sin ella el eslabón se rompe. Cuando se queman libros se destruye no sólo el pasado sino el futuro, el error enseña mucho más que el acierto, nos dice cuándo, por qué nos equivocamos y nos obliga a mejorar. El éxito nos invita a seguir el mismo camino y normalmente detiene el progreso.
Es mucho pedir que reine la paz, y quizá sea también mucho pedir que no estalle ninguna guerra.
ANA
Quiero pedir un mundo posible donde las guerras sean mínimas, donde casi no sea necesario utilizar las armas, que baste sólo con tenerlas. Que las guerras se libren en los escritorios, en los foros internacionales, donde la mayoría defienda a quien no quiere guerra y no al revés. Que los ejércitos sirvan para asistir a los más desprotegidos, que ayuden con su fuerza a llevar el progreso a los más atrasados, que caven pozos de agua y no trincheras como antaño, que en esa protección estén incluidos los libros, el conocimiento, la libertad de ser y hacer por ellos mismos.
Y que junto con ello puedan defenderse de los que quieran dominarlos que, por supuesto, siempre será por la fuerza y las ideologías tan convincentes como antiguamente fueron las religiones. Que se enseñe que la religión debe representar a un Dios bondadoso, compasivo y amoroso y no todo lo contrario, porque entonces no sería sólo una religión sino el disfraz de una ideología maligna.
Porque esto es lo que estamos viendo, lo que seguimos viendo como si no hubiéramos aprendido nada. El más fuerte domina al más débil, no es la moral la que rige este mundo sino la política del más bajo nivel, la egoísta que sólo piensa en el presente con sus amanuenses ideológicos que le dan una aparente legitimidad, creyendo que salvándose salvan a sus hijos, sin tener en cuenta que en esta larga cadena de la vida del hombre hay que sembrar bien hoy para que el futuro recoja el buen fruto de la tierra.
Porque no se toma conciencia que un sólo eslabón suelto o débil puede llevar toda la historia atrás, donde el hombre puede volver a ser lo que le cuesta dejar de ser, el lobo del hombre. Que cada eslabón, sin dejar ninguno suelto, debe ser fortalecido con nuevas leyes que impidan retrotraer al hombre a los comienzos de su civilización.
Que no nos mientan y no nos mintamos por miedo, que seamos capaces de reconocer lo que está a la vista, y que luchar contra la violencia que nos acosa es la forma de asegurar el futuro de quienes nos sucedan. Que no seamos egoístas ni desaprensivos frente al dolor del otro. Que ese "otro" sea siempre uno de los nuestros.
Deseo que prevalezcan los más morales, los más compasivos y respetuosos, los que han avanzado más en pos de un mundo mejor, los que han podido dejar atrás la brutalidad y se conducen según códigos comunes, leyes que nos abarcan a todos. No es mucho pedir no aceptar la hipocresía de los que se dicen moralmente justos y que hacen de este posible paraíso el infierno que muchos padecen.
Deseo que todos y cada uno de nosotros seamos capaces no sólo de leer sino de pensar, que todo esté puesto en la balanza para que podamos ver por nosotros mismos si su fiel nos indica que la justicia está dejando de ser el objetivo principal. Porque todo pasa por la educación y sin ella el eslabón se rompe. Cuando se queman libros se destruye no sólo el pasado sino el futuro, el error enseña mucho más que el acierto, nos dice cuándo, por qué nos equivocamos y nos obliga a mejorar. El éxito nos invita a seguir el mismo camino y normalmente detiene el progreso.
Es mucho pedir que reine la paz, y quizá sea también mucho pedir que no estalle ninguna guerra.
ANA