viernes, 17 de agosto de 2012

1072 - GREENFIELD: MUSULMANES



UN MAPA DE LOS MUSULMANES DE MEDIO ORIENTE

Por DANIEL GREENFIELD

El Oriente Medio musulmán tiene tres tipos de gobiernos: militares, tribales e ideológicos. Un gobierno militar se forma cuando los altos oficiales toman el poder. Un gobierno tribal se basa en un grupo de familias prominentes. Un gobierno ideológico se basa en un partido, ya sea secular o islamista. Todos estos gobiernos son tiranías, aunque en ocasiones puedan celebrar elecciones nunca establecen el sistema. Las elecciones sirven como un medio para pasar de una tiranía a la siguiente.

Si bien estos tipos de gobierno son diferentes en algunos aspectos, no son excluyentes. La mayoría coincide de varias maneras.

Los gobiernos militares e ideológicos se convertirán en tribales en cuanto algunos oficiales, dirigentes o ayatolás usen su control de la economía para enriquecerse, ellos y sus familias. Eso es lo que sucedió en Egipto y en Irán. La Hermandad Musulmana se diferencia de Mubarak, en cualquier número de formas políticas pero, a nivel personal, sus líderes comparten su objetivo de enriquecer a sus familias.

Ya sea que un nuevo gobierno comience como islamista, fascista o socialista, estas fachadas, inevitablemente, se revierten en tribales. Ese es el destino de todos los gobiernos en el Medio Oriente musulmán, que no evolucionan sino que transfieren.

Todos los líderes musulmanes, a partir de Mahoma, tomaron ideas prestadas de afuera para formar un nuevo sistema que se convirtió en idéntico al antiguo. Mohammed tomó al judaísmo y al cristianismo para crear la estructura religiosa de otro gobierno tribal controlado por su suegro. En el siglo XX el Medio Oriente musulmán usó al Imperio Británico, Francia, la Italia fascista, la Alemania nazi, la URSS y los Estados Unidos, para crear sistemas híbridos que fueron derrocados o que se transformaron en tribalismo, con una fachada ideológica. Como Mahoma, la brillante nueva ideología termina con un montón de familiares a cargo del botín.

Los países musulmanes están, para siempre, en guerra entre ellos. Los gobiernos militares temen que las protestas populares organizadas por movimientos ideológicos tomen el poder. Y los gobiernos ideológicos temen a los golpes militares. Los gobiernos tribales temen a todos, inutilizan a sus propios militares y sobornan a su propia gente para evitar ser derrocados por oficiales o ideólogos.

Todo gobierno está a sólo unos pocos meses de perder el poder, por lo que cada uno teme ser derrocado por sus enemigos y pone en práctica un régimen de policía secreta y cárceles. No bien los revolucionarios salen de la cárcel dan paso a una nueva era en que los mismos matones son nuevamente contratados para torturar a los enemigos del nuevo régimen.

Los vencedores de la primavera árabe saben que en otros pocos meses podrán ser echados del poder tan fácilmente como cuando los malos meses los pusieron. Al igual que cualquier otro régimen en el Medio Oriente musulmán, su principal prioridad es mantenerse en el poder haciendo lo imposible para que otros no les hagan a ellos lo que ellos hicieron a su predecesores. Eso lleva a un ciclo de represión, interrumpido por una liberalización temporal, como las alianzas con la oposición que se exploran y luego se abandonan, debido a que no se puede confiar en que ella no tome el poder para sí misma.

Todo el mundo en la región está jugando a piedra, papel y tijera todo el tiempo, lo que lleva a una paranoia regional total y a las teorías de conspiración. Todo el mundo desconfía de todo el mundo por necesidad y siguen tratando de adivinar cuántos rivales se apartarán mientras se defienden contra sus propias debilidades, atacando de manera preventiva a todos los demás.

Los gobiernos militares persiguen a los ideólogos. Los ideólogos encarcelan a los altos oficiales. Los tribales buscan protectores militares y luego los debilitan respaldando a sus enemigos ideológicos con el fin de mantener el control de la relación.

Eso es lo que nos pasó a nosotros con los saudíes que, junto con otros estados del Golfos, depende de nuestra protección, pero nos socavan apoyando al terrorismo y la islamización para tomar ventaja. Paradójicamente, cuanto más nos necesitan los saudíes, más nos socavan, tanto como cualquier población original que depende de la caridad de la mayoría, se tira en su contra hasta el grado exacto en que depende de ella.

Las fronteras de las naciones musulmanas son artificiales y flexibles. Su nacionalismo no tiene profundidad, no importa la frecuencia con que los ideólogos socialistas hayan tomado al nacionalismo europeo para proclamar las glorias de la nación. El Medio Oriente musulmán no es puramente nómada, pero es lo suficiente como para que familias numerosas se extiendan a través de diferentes naciones y sus lealtades tribales se extiendan con ellas. Los grupos étnicos como los kurdos atraviesan las fronteras nacionales, llevando con ellos el sueño de un ethnoestado forjado en los estados sunitas, que salpican el desierto.

Los palestinos son un fraude, pero también lo son los jordanos, y, en menor medida, los egipcios y los sirios. Cada nación es una entidad artificial regida por familias poderosas o por viejos soldados que mantienen unido todo el asunto con armas y sobornos, para no mencionar el pan importado y el circo.

Los británicos trataron a la región como a un cajón de sastre de clanes y respaldaron a cualquier familia poderosa dispuesta a incluirse con ellos. Así es como los reyes hachemitas y las guerras árabe-israelíes llegaron a ser. A diferencia de los británicos, Estados Unidos no estaba interesado en un imperio, sólo en los derechos del petróleo, que es la forma en que se acostó con una de las familias más poderosas de la región, que se convirtió en una potencia mucho más poderosa gracias a su asociación con nosotros. Y que nos retribuyó tratando de conquistarnos a su manera.

En algún punto nos olvidamos que los saudíes, el rey de Jordania, la Autoridad Palestina y la mayoría de nuestros llamados aliados, son sólo familias poderosas con reclamaciones territoriales basadas en ese poder. E incluso países un poco más civilizados como Egipto, no son realmente mejores, quienes los invadieron sólo absorbieron más cultura y civilización de sus conquistas y por su proximidad a los sitios más civilizados del mundo.

La mayoría de ellos son estados feudales con rascacielos proyectados por arquitectos extranjeros y construidos con mano de obra extranjera. Si usted puede imaginar a la Europa de la Edad Media descubriendo petróleo y vendiéndolo a las democracias mercantiles industriales incaicas, conspirando para establecerse e invadir la nueva tierra y, mientras tanto, cortando las gargantas de cada uno de ellos por los derechos de sucesión, entonces usted tiene una buena imagen de los musulmanes de Medio Oriente.

Ninguna repentina Primavera Árabe va a transformar al Medio Oriente musulmán. Los levantamientos pueden cambiar los gobiernos, pero no pueden llevar civilización. El mundo musulmán tiene acceso a la educación occidental, tal y como tenía acceso a la educación india, romana y griega. Utilizaron algunas de esas ideas de una manera chapucera, de la misma forma en que lo hicieron con el judaísmo, el cristianismo, el socialismo y la democracia.

Una sociedad primitiva frente a una civilización avanzada no se civiliza, adopta algunos de los hábitos y las fachadas de la civilización en forma de culto, utiliza algunas de sus herramientas e hibridiza algunas de sus ideas, pero todo esto se hace en la búsqueda de sus objetivos actuales. Todo lo que el Medio Oriente musulmán ha tomado del mundo civilizado se ha utilizado para perseguir los mismos objetivos que se persiguen desde hace mil años.

Imagine a salvajes comprando avanzados cuchillos de acero, diseñados con la tecnología de la era espacial, fabricados para que nunca se oxiden ni pierdan el brillo, luego se envían por avión a reacción a su isla, donde se utilizan para llevar a cabo sacrificios rituales humanos de modo que los cultivos puedan crecer. Esa, en pocas palabras, es la relación entre el mundo civilizado y el Medio Oriente musulmán, excepto que los salvajes no se contentan con quedarse en su isla y llevar a cabo sus sacrificios humanos sólo en su propia tribu.

El líder musulmán de hoy puede llamarse a sí mismo presidente o primer ministro; más honestamente debería llamarse rey, pero como sea que él se designe, es mucho más la misma figura que fue hace mil años.

Al único lugar que el Medio Oriente musulmán siempre va es hacia atrás. El gran logro de la primavera árabe fue entregar el poder de Egipto a Mohammed Morsi, un hombre que no sólo lleva el mismo nombre que un señor de la guerra del siglo séptimo, sino que su partido se basa en la restauración en Egipto de los valores de ese mismo señor del siglo séptimo, como un remedio para el perjudicial modernismo de la civilización. Y esos valores son el poder tribal, la propiedad de las mujeres, la represión de los forasteros y el poder musulmán para un califa-dios cuyo mayor deseo es que los musulmanes algún día estén por allí para conquistar al mundo en su nombre.

El verdadero Dios, por supuesto, es Mohamed Morsi, como alguna vez lo fue Mahoma, como lo fue Saddam Hussein, el ayatolá Jomeini y un millar de otros clérigos, los señores de la guerra, presidentes, primeros ministros, imanes y grandes hombres de títulos interminables. Alá es cualquiera que esté en el tope. Cualquiera que les dice a los clérigos qué deben decir. Hasta que es derrocado por los militares, los clérigos, comerciantes, terroristas, socialistas, disidentes, la vieja guardia o alguna combinación de todos ellos, y entonces habrá un nuevo califa-dios. Un nuevo Dios.

Puesto que todas las estructuras de poder del Medio Oriente musulmán se retrotraen al tribalismo, el poder personal es el único que importa. Y el poder personal es un juego de suma cero. Nadie puede confiar en nadie porque la única regla que cuenta es que el que tiene más juguetes gana. Esa inestabilidad ha llevado a una gran tiranía y miseria, pero también ha hecho difícil que el poder islámico haya podido extenderse muy lejos.

El poder personal se limita a un solo tirano y sus subordinados feudales. Un conquistador altamente eficaz puede empujar sus fronteras hacia el exterior, pero el caso es que, inevitablemente, se derrumba en emiratos quebrados y luego en atraso y decadencia. La conquista puede imponer el Islam en una población, pero eso simplemente condena a la población bajo el yugo del Corán a ser menos competente, menos innovadora y más atrasada que sus vecinos.

Un conquistador musulmán puede comenzar realizando incursiones sobre los infieles por medio del saqueo y por la gloria, pero por lo general termina volviéndose contra sus rivales en un conflicto que genera profundas fracturas y divisiones, algunas de las cuales, como la de los suníes y chiíes, perduran hasta el día de hoy. A pesar de todas las profesiones de fe, la Yihad se vuelve en un poder tribal, y el musulmán mata al musulmán para tener su oportunidad para acceder al trono de oro.

Las poblaciones salvajes, invariablemente, se hacen más daño entre ellas que lo que hacen a sus enemigos. Este es un pequeño consuelo para aquellos que son sus víctimas, pero es un recordatorio de las limitaciones innatas de la maldad humana. El mal puede ejercer una gran cantidad de poder temporal, pero el ejercicio de ese poder también se delega y lo destruye. El islam es una espada afilada, pero la mano que la maneja es débil, y la espada se da vuelta y corta a su portador. Una población salvaje puede derrocar a grandes ciudades y civilizaciones, pero no puede repetir sus logros hasta que deja atrás su barbarie y se civiliza.

En el desierto nada cambia realmente. Un día se convierte en otro. Las huellas del pasado son enterradas por la próxima tormenta de arena, y el viajero del futuro llega a maravillarse de que sus pies fueron los primeros en marcar un camino que está enterrado justo debajo de sus pies.

FUENTE:
GREENFIELD-MUSULMANES-08/08/12

A Map to the Muslim Middle East


TRADUCIDO POR ANA

REFLEXIÓN:

Una explicación que se comprueba en la realidad que presenciamos, todos los países árabes son musulmanes, pero también todos tienen conflictos de algún tipo entre ellos y están en un sutil y permanente enfrentamiento. Se encuentran, se besan varias veces, pero el conflicto subsiste. Ya sea por las distintas sectas que existen, por sus posiciones políticas o por las alianzas comerciales que cada país tiene con Occidente. A la caída del Imperio Otomano la región fue dividida y cada potencia europea dejó su huella, esto también creó una rivalidad entre los herederos del poder en cada país.

La presencia de Israel no es aceptada por ninguno y se podría suponer que esto podría unirlos, pero no es así, hay rivalidades que no pueden resolverse, tal como lo señala el autor. Para los árabes es un insulto que sean precisamente los judíos quienes hayan hecho florecer el desierto mientras ellos mantienen a sus pueblos en la miseria y la ignorancia, en el mismo desierto de hace miles de años.

Recomiendo la lectura de los artículos de Greenfield que pude traducir, son muchos, pero se trata de un autor importante que esclarece la temática de Medio Oriente de una forma muy original, vale la pena buscarlos en "Etiquetas": "Sultan Knish".

ANA

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