martes, 26 de abril de 2011

816 - LA CULTURA ÁRABE Y LISÍSTRATA


EL PODER DE LAS MUJERES NO PUEDE APLICARSE EN LOS PAÍSES ÁRABES



Los pueblos árabes se están rebelando contra sus dictaduras y la gente normal, que detesta la violencia como método para solucionar sus problemas, pretende que sea Occidente quien intervenga para proteger a los inocentes. Pero, ¿es posible? Vale hacerse la pregunta por qué Occidente interviene en algunos países y en otros no. Es obvio que existen muchos factores que marcan la diferencia: entre ellos el poder político en pugna entre potencias que no quieren ceder espacios o las que aspiran a conquistarlos.
 
Hubo una guerra fría entre Estados Unidos y Rusia y hay actualmente una competencia bastante amigable entre las potencias emergentes como China y el resto de los países, que si bien interactúan, también luchan por sus propios intereses. El petróleo y el gas que necesitan está en los países árabes; de allí la intervención de Europa y Estados Unidos en Libia, donde China y Rusia, entre otros, también aspiran a tener control sobre esos bienes que necesitan. Sobre todo China, que su capacidad industrial en pleno desarrollo está limitada por su necesidad de energía.
 
Pero hay muchos otros factores que inciden sobre las actitudes de las potencias y de la ONU que representa a todos. La ONU insta a los países a detener las matanzas de la población civil en Libia, aún empleando las armas, pero de manera que no afecte a los civiles a quienes deben defender. Dejando a un lado los errores que pueden producirse en toda guerra, no deben atacar en zonas donde los civiles pueden ser afectados. La pregunta es ¿cómo puede cumplirse con esa limitación? Porque las fuerzas de Gaddafi se meten dentro de zonas pobladas y la sorpresa es que Gaddafi ha decidido resistir, a diferencia de Mubarak y sus fuerzas militares que no desearon reprimir, lo mismo que pasó en Túnez.
 
¿No sorprende que no se actúe en Siria donde el pueblo está siendo masacrado? ¿Cuál es la diferencia con Libia sino que haya razones políticas para no detener la matanza? De cualquier manera ¿hasta dónde pueden seguir abriéndose frentes en una región donde las divergencias sólo se dirimen por medio de la violencia?
 
Otra pregunta es ¿para quién lucha Occidente? ¿Quién tomará el poder en los países donde los regímenes dictatoriales puedan ser derrocados? No hay partidos políticos laicos; en los países árabes son las sectas y las tribus quienes seguirán luchando por la toma del poder y la gente seguirá sufriendo las consecuencias de una cultura donde el diálogo que se establece entre las partes es siempre violento. No son las ideas políticas lo que las separa sino las creencias religiosas. Mientras las minorías se sometan y acepten esa relación no habrá enfrentamientos dentro de un país. Allí es donde aparece Irán, chií, que aspira a dominar la región mayoritariamente suní por medio de la amenaza de obtener armas nucleares que harían la diferencia. Y Arabia Saudita con los países del Golfo está tomando la iniciativa para oponérsele.
 
En Arabia Saudita las mujeres están luchando por su derecho a votar junto con los hombres, un punto de partida para lograr todos los otros derechos que la Sharía les niega. De ellas nadie se acuerda cuando son la mitad de la población árabe y son las primeras a quienes Occidente debería defender si de verdad luchara por la justicia y la protección no ya solamente de los civiles en un estado de guerra, sino de todos los seres humanos, cuando es evidente que se pasan por alto los derechos de ellas y las condiciones de maltrato en las que están sumidas. No vi a una sola mujer en estas revueltas, como si ellas no tuvieran opinión ni la posibilidad de manifestarse, sólo se las vio cuando hubo revueltas en Irán luego de las elecciones.
 
Entonces no hay que sorprenderse cuando se argumenta que hay que proteger a los civiles cuando hay guerra, pero no se las defiende a ellas en tiempos de paz y se hacen acuerdos de todo tipo como si la injusticia contra ellas no existiera. Entonces es lógico pensar que hay algo más que derechos humanos en juego. Porque en tiempos de paz ellas no los tienen y nadie trata de poner limites al abuso si los intereses de los países no están en juego.
 
Aristófanes escribió una obra donde la mujer podía ejercer su poder sobre el hombre en la sociedad griega y lo puso en práctica. La mujer de hoy en la cultura árabe ni siquiera ese poder tiene. Es una esclava del hombre y Lisístrata, la protagonista de esa epopeya, no sólo no podría evitar las guerras de sus hombres, sino que ni siquiera tendría su propia liberación, a menos que un mundo civilizado luchara con y por ellas.
 
La verdadera batalla por los derechos humanos debe comenzar por los de las mujeres, en todos los lugares donde están siendo violados sistemáticamente por culturas primitivas.
 
ANA
 
 
Un grupo de mujeres griegas, decide que la mejor forma para acabar con la guerra del Peloponeso, es la abstinencia sexual.
 
Lisístrata, es una mujer ateniense, que harta ya de no ver a su marido, pues éste está siempre en guerras, decide reunir a un grupo de mujeres de diferentes partes de Grecia. Lisístrata les plantea que, tras mucho cavilar, ha llegado a la solución de cómo acabar con la guerra del Peloponeso y así poder ver a sus maridos; esto es nada más y nada menos, que la abstención sexual. En un primer momento las mujeres se escandalizan, pues consideran un “cipote” lo mejor de este mundo. Tras el paso del tiempo las mujeres aceptan y pactan un juramento, el cual rezaba que excitarían a sus maridos, pero no practicarían el sexo. Cada mujer se encarga de propagar el juramento por toda su ciudad, así ningún hombre podría satisfacer sus deseos sexuales.

Las mujeres toman la Acrópolis ateniense, donde se encuentra el dinero de la ciudad, así no podría ser usado con fines militares. El coro de ancianos intenta echar a las mujeres de la Acrópolis, manteniendo una lucha verbal entre los dos coros. Llega un comisario con arqueros para intentar echar a las mujeres, pero ni aún así lo consiguen. La lucha verbal, pasa a corporal. Algunas mujeres intentar dejarlo pues no soportan más, pero Lisístrata las convence para que vuelvan a su puesto en la Acrópolis.

Los hombres de toda Grecia andan quejándose pues tienen “inflamada la ingle”.

Finalmente, desde Esparta, vienen unos embajadores para firmar la paz con Atenas, pues el deseo sexual es tan grande que puede hasta con la guerra. Así cada hombre se va con su mujer, ellas felices por el fin de la guerra, y ellos felices por el apetito sexual.

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