miércoles, 23 de noviembre de 2011

950 - GREENFIELD - EL VALOR DE LA CULTURA


BETTER THAN THEM (EN ESPAÑOL)

MEJORES QUE ELLOS

Por DANIEL GREENFIELD

Somos mejores que ellos. Cuando todos los demás argumentos de por qué no podemos contraatacar se han agotado, éste es el que permanece en el historial presentando nuestra excepcionalidad moral como la razón por la que no deberíamos luchar para protegernos
.



(TRADUCIDO POR ANA)

"¿Tomar represalias? ¿Pero entonces no seríamos mejores que ellos?". Si les aplicamos el "submarino" entonces no somos mejores que los que cortan cabezas o mutilan. Si tenemos el mismo perfil entonces no somos mejores que los yihadistas genocidas. Si tratamos a nuestros amistosos visitantes pakistaníes y saudíes de la forma en que habrían sido tratados hace un siglo, entonces seríamos culpables de no ser norteamericanos según nuestros valores.

Pero ¿es realmente esa la diferencia entre nosotros, que tratamos a todos por igual, inclusive cuando nos cortan la garganta, y en el momento en que nos desviamos de las normas de la Asociación de Abogados entonces no somos mejores que los talibanes o Al-Qaeda? ¿Nuestra excepcionalidad proviene de nuestras leyes, en cuyo caso si las comprometemos entonces abandonamos lo único valioso que tenemos y no hay nada más por qué luchar, o son nuestras leyes los medios con los que protegemos nuestra excepcionalidad individual y nacional?

Nosotros somos mejores que ellos es el argumento esgrimido muy a menudo por aquéllos que no creen verdaderamente que lo somos, e incluso cuando lo creen no entienden por qué. La Declaración de Derechos no surge totalmente desarrollada de una cultura bárbara, ni tampoco ninguno de los mismos fallos judiciales y citas tan frecuentemente usados por los abogados del diez por ciento en un plan de defensa.

No somos mejores que ellos porque garantizamos los derechos civiles de nuestros enemigos, somos mejores por Miguel Ángel, el microchip y la educación universal. Somos mejores que ellos por Shakespeare, el transbordador espacial y el World Trade Center. Somos mejores por todas las razones que nos rodean, los logros, los rendimientos, los conocimientos que hemos adquirido y por la sociedad que hemos construido.

Nuestras leyes fueron hechas para proteger estos logros, la excepcionalidad del individuo desde el gobierno, y las de la nación para protegerla de los enemigos internos y externos. Las leyes no tienen una vida individual apartada de la cultura de la nación que las creó y mantiene. Sería posible la transposición de la Constitución de Estados Unidos a Indonesia, Libia y Pakistán pero no duraría allí ni un solo día. Ningún documento por sí solo puede proteger los derechos y libertades que una cultura no valore, y ninguna cultura que no los valore es merecedora de su protección si ésta tiene el efecto acumulativo de destruir esos mismos derechos y libertades.

La libertad no se defiende solamente en el campo de batalla, en el momento en que las cosas se ponen tan mal será difícil contener el daño. Todos los días la defendemos protegiendo la cultura que la hace posible. Contra los enemigos externos está la guerra de los conflictos armados, la competencia económica y el posicionamiento geográfico. Contra el enemigo interno está la guerra cultural, la guerra de las ideas y las instituciones.

Se ve quienes somos en las conexiones que definen nuestra cultura y ellas nos dicen quiénes somos. Cuando se reconfigura el cerebro humano de modo que sus conexiones ya no están ajustadas, la identidad se rompe en fragmentos que ya no tienen sentido. Lo mismo es cierto de una cultura, cuando se aflojan las conexiones se terminará celebrando fiestas que no se entienden y luchando por cosas que se sienten intuitivamente como correctas, pero que ya no parecen encajar en el nuevo orden de cosas. Es tarea de los guerreros de la cultura reconstruir esas conexiones para que la cultura se comprenda a sí misma.

Las conexiones no sólo almacenan información, sino que definen prioridades al recordarnos qué cosa depende de otra. Ellas nos recuerdan que los gobiernos son instituidos para mantener las leyes y éstas se implementan para proteger a la gente. Los gobiernos sirven a la ley, pero la ley sirve al pueblo. Y los pueblos no son una masa al azar, no se definen por pasaportes, documentos de identidad o lugar de nacimiento, los pueblos son los guardianes de la llama de su cultura. Esto no es necesariamente una cuestión de nacimiento, los inmigrantes pueden estar entre los más grandes héroes y los nativos entre los más grandes traidores. Pero nadie que esté comprometido con la destrucción de la cultura, en términos concretos o abstractos, en el presente inmediato o en el futuro indefinido, puede disfrutar de la protección de los códigos legales que existen para resguardar la libertad del individuo dentro de la integridad de una cultura libre.

Cuanto más sofisticada se vuelve una cultura menos se preocupa por la supervivencia. Las burbujas crecen en sus centros de gobierno y en el aprendizaje dentro de él, cuyas filosofías e ideas parecen más reales que la realidad. Las filosofías opositoras luchan por lobotomizar la cultura con historias revisionistas y filosofías sociales que ponen a su propio ideal en el centro de todo esfuerzo humano. Pero las ideas son estériles sin una cultura que las lleve adelante. Mate una cultura y las ideas se convierten en huérfanos que adoptamos en una forma alterada por alguna otra cultura, si ellos tienen suerte.

La tolerancia y los derechos civiles no tienen ningún valor a menos que también sean defendidos en los países y culturas donde se expresan. Cualquier forma de tolerancia que lleve a su propia destrucción, no sólo es pernicioso para una cultura anfitriona, sino que también es literalmente auto-destructiva. Todas las entidades sanas, ya sean biológicas, organizativas o intelectuales contienen los medios para su propia continuidad y autoperpetuación. Cualquiera que no los tengan es tóxica y debe ser tratada como tal, defender cualquier idea o código que esté por encima de la supervivencia de la cultura que los contiene, es un acto homicida.

Cuando el conflicto llega se hacen dos preguntas. ¿Es real la amenaza y, nuestra cultura es tan valiosa como para luchar por ella? La última pregunta es más frecuente en las elites, para quienes ninguna cultura real puede estar a la altura de sus "ideales de burbuja" (aislados N.T.), y en los extranjeros, que son los que menos han invertido en la supervivencia de la cultura.

"Si hacemos esto, ¿cómo es que nosotros somos mejores que ellos?", es la pregunta de la elite de burbuja cuyos ideales abstractos existen apartados de la gente de carne y hueso, que no mide sus ideales a través de la cultura, sino que mide la cultura a través de sus ideales y siempre la encuentran deficiente; que piensa que la cultura, con sus millones de personas y siglos de historia, existe para guiar sus ideales y morir por ellos, y que debe estar agradecida por el privilegio de morir para que ningún musulmán jamás tenga un perfil propio en un aeropuerto.

Las elites de burbuja desconfían del nacionalismo y el patriotismo porque ellos se centran no alrededor de las ideas sino en el sentido de solidaridad de la gente. La única excepcionalidad que ellas aceptarán es la excepcionalidad de los ideales, y si la nación no representa sus ideales, entonces no merece vivir.

Frente a este razonamiento es importante recordar que no somos mejores que nuestros enemigos porque representamos ideales, sino porque creamos ideales junto con los rascacielos, pinturas, microscopios de alta potencia, novelas, mejores ratoneras, sistemas de filosofía, autos de alta performance, estilos musicales, teoremas, organizaciones benéficas y sandwiches. Somos creadores y formadores, promotores y pensadores, visionarios y emprendedores. Llegamos a las estrellas y encontramos maneras de mantener con vida a los bebés prematuros. Somos imperfectos, dinámicos y cambiantes y el mundo sería un lugar mucho más pobre sin nosotros en él.

Cualquier cosa que hagamos para protegernos contra los enemigos de afuera, esclavos de una ideología hostil, independientemente del lugar donde hayan nacido, se justifica plenamente por nuestros logros, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro e, inclusive si todas estas cosas no estuvieran a la vista, estaría justificado por nuestro derecho a la supervivencia individual, nacional y cultural.

No por volvernos pacifistas es que vamos a ser mejores que ellos, sino por luchar por lo que tenemos y lo que somos. Y si nosotros no defendemos a nuestros países, a nuestra gente y a nuestras culturas, entonces no vamos a heredar autoridad moral sino las fosas de las matanzas de las víctimas de la ola de mil años de terror. No hay autoridad moral que se pueda ganar negándose a luchar lo más que se pueda por las cosas que tienen valor para uno, sólo a través de la lucha para proteger nuestra excepcionalidad individual y nacional podemos ganar autoridad moral y justificar la afirmación de que somos mejores que ellos.


FUENTE: GREENFIELD-BETTER THAN THEM-18/10/11

COMENTARIO:

Lo que nos dice Greenfield es que los ideales son sólo abstracciones si no están acompañados por los logros que los encarnan. Esto es lo que les da valor y la razón por la cual deben ser defendidos.

Si no somos capaces de entender que cualquiera que amenace esos ideales que se definen y expresan por sus realizaciones, son enemigos a quienes hay que presentar batalla, perderemos tales logros y nuestros ideales serán sólo abstracciones.

Una cultura se expresa por sus realizaciones, si lo que se ve no sirve para la gente, entonces los ideales sobre la que se sustenta carecen de valor.

El progreso de la humanidad fue posible cuando pueblos amenazados por la barbarie tuvieron conciencia que no permitirían ser avasallados por la fuerza, sin ideales ni logros mejores que los que habían conseguido con esfuerzo e imaginación, generación tras generación.

Lo que de verdad nos hace mejores, también, es el coraje para defenderlos; no permitir que nuestras leyes amparen a quienes quieran destruirlos. Esas guerras que se ganaron en el campo de batalla, posibilitaron la creación y conservación de leyes que hoy día deben proteger la cultura que les dio vida. Nunca debe permitirse que sean usadas para que prevalezcan los enemigos que quieren imponer ideales sin logros que sustenten su valía.

El pacifismo y la ley es la forma en que se eligen otras armas para combatir a quienes usan métodos violentos que no las tienen en cuenta para poder vencernos, peor, las usan para su propio provecho. Las leyes también son creación de una cultura y, como ella, se van modificando a medida que surgen nuevas situaciones. Cuando seamos capaces de imponer nuestras armas y la violencia sea erradicada como metodología para dirimir conflictos, el mundo entero dará un gigantesco paso adelante, pero esa batalla aún no ha sido ganada y quizá jamás lo sea, por muy diferentes motivos.

Si entendemos todos estos aspectos de nuestra realidad, con todos nuestros defectos, debemos preguntar: ¿Quién ha ofrecido al mundo algo mejor que Occidente?

ANA


2 comentarios:

  1. Hola Ana,Un articulo esclarecedor el de Greenfield.Para mi el problema de los paises occidentales es.que somos demasiado acomodadizo y superficiales,Mientras otros pueblos su lucha es por la pura supervivencia como el pueblo de Israel.Su cultura no se a anquilosado esa es su fuerza,a veces los pueblos necesitan una catersis para despertar de su relajacion.un saludo.

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  2. Hola Agustín:
    Así es, los países desarrollados han perdido el rumbo, su gente ya no siente el desafío de construir futuro ni perciben el peligro que corre su cultura. Israel es diferente porque la amenaza es extremadamente real e inmediata y tiene una cultura propia de miles de años que no se permiten perder. Creo que estamos presenciando la decadencia de los imperios modernos. Saludos.

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