miércoles, 26 de marzo de 2008

89. CARTA ABIERTA DE UN EX-MUSULMÁN



LA LLEGADA DESPUÉS DE UN LARGO CAMINO
ENCUENTRO DECISIVO CON EL PAPA.

LA CARTA


Querido Director, lo que te estoy por referir concierne a mi elección de fe religiosa y de vida personal que no quiere de manera alguna implicar al Corriere della Sera, del cual me honro de ser parte desde el 2003, con la categoría de vice-director ad personam. Te escribo por lo tanto como protagonista de mi vicisitud como ciudadano privado. Ayer por la tarde me convertí a la religión cristiana católica, renunciando a mi precedente fe islámica. Por fin ha visto la luz, por gracia divina, el fruto sano y maduro de una larga gestación vivida en el sufrimiento y el gozo, a través de la profunda e íntima reflexión y la consciente y manifiesta exteriorización. Estoy particularmente agradecido a Su Santidad el Papa Benedicto XVI que me impartió los sacramentos de la iniciación cristiana, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, en la Basílica de San Pedro, en el curso de la solemne celebración de la Vigilia Pascual. Y he asumido el nombre cristiano más simple y explícito: "Cristiano".

Desde ayer, por lo tanto, me llamo "Magdi Cristiano Allam". Para mi es el día más bello de mi vida. Recibir el don de la fe cristiana en ocasión de la Resurrección de Cristo por mano del Santo Padre es, para un creyente, un privilegio inigualable y un bien inestimable. A los casi 56 años, en mi pequeñez, es un hecho histórico, excepcional e inolvidable, que marca un giro radical y definitivo con respecto al pasado. El milagro de la Resurrección de Cristo se ha reflejado sobre mi alma liberándola de las tinieblas de una prédica donde el odio y la intolerancia en la confrontación con el "diferente", condenado acríticamente como "enemigo", sobresalen sobre el amor y el respeto al "prójimo", que de todos modos siempre es "persona", así como mi mente se ha desembarazado del oscurantismo de una ideología que legitima la mentira y el disimulo, la muerte violenta que induce al homicidio y al suicidio, la ciega sumisión a la tiranía, permitiéndome adherirme a la auténtica religión de la Verdad, de la Vida y de la Libertad. En mi primera Pascua de cristiano no he descubierto sólo a Jesús, he descubierto por primera vez al verdadero y único Dios, que es el Dios de la Fe y la Razón.

El punto de mi llegada

Mi conversión al catolicismo es el punto de llegada de una gradual y profunda meditación interior a la que no habría podido sustraerme, ya que desde hace cinco años estoy obligado a una vida blindada, con vigilancia fija en mi casa y la escolta de carabineros en cada uno de mis movimientos, a causa de las amenazas y de las condenas a muerte que me han infligido los extremistas y terroristas islámicos, sean ellos residentes de Italia o activos en el extranjero. He debido interrogarme sobre las actitudes de aquellos que han emitido públicamente las fatwas, los responsables jurídicos islámicos, denunciándome, yo que era musulmán, como "enemigo del islam", "hipócrita porque es un cristiano copto que finge ser musulmán para dañar al islam", "mentiroso y difamador del islam", legitimando de tal modo mi condena a muerte. Me he preguntado cómo era posible que quien, como yo, ha luchado con convicción y valientemente por un "islam moderado", asumiendo la responsabilidad de exponerse en primera persona a la denuncia del extremismo y del terrorismo islámico, haya terminado después por ser condenado a muerte en nombre del islam y sobre la base de una legitimación coránica. Así es que tuve que tomar la determinación, más allá de la contingencia que registra la ventaja del fenómeno de los extremistas y del terrorismo islámico a nivel mundial; la raíz del mal es inherente a un islam que es fisiológicamente violento e históricamente conflictivo.

Paralelamente la Providencia me ha hecho encontrar a católicos practicantes de buena voluntad que, en virtud de su testimonio y de su amistad, se convirtieron en un punto de referencia en el plano de la certeza de la verdad y de lo solidez de los valores. (Cita a varios amigos y personalidades) Pero sin duda el encuentro más extraordinario y significativo en la decisión de convertirme fue el que tuve con el Papa Benedicto XVI, que admiré y defendí como musulmán por su maestría en poner el vínculo indisoluble entre fe y razón como fundamento de la auténtica religión y de la civilización humana, a quien adhiero plenamente como cristiano para inspirarme con nueva luz en el cumplimiento de la misión que Dios me ha reservado.

La elección y las amenazas

Querido Director, me has preguntado si no temo por mi vida, con la conciencia que la conversión al cristianismo ciertamente me procurará una enésima y más grave condena a muerte por apostasía. Tienes razón. Sé a qué me opongo pero enfrentaré mi suerte con la cabeza en alto, la espalda erguida y con la solidez interior de quien tiene la certeza de la propia fe. Y lo seré todavía más después del gesto histórico y valiente del Papa quien, desde el primer instante en que tuvo conocimiento de mi deseo, aceptó enseguida impartirme personalmente los sacramentos de iniciación al cristianismo. Su Santidad lanzó un mensaje explícito y revolucionario a una Iglesia que hasta ahora estuvo más que prudente en la conversión de musulmanes, absteniéndose de hacer proselitismo en los países de mayoría islámica y callando sobre la realidad de los convertidos en los países cristianos. Por miedo. El miedo de no poder proteger a los convertidos frente a su condena a muerte por apostasía y al miedo de las represalias por las confrontaciones de los cristianos residentes en los países islámicos. Y bien, hoy Benedicto XVI, con su testimonio, nos dice que hay que vencer al miedo y no tener temor alguno en afirmar la verdad de Jesús también con los musulmanes.

Basta de violencia

De mi parte digo que es hora de poner fin al arbitrio y a la violencia de los musulmanes que no respetan la libertad de elección religiosa. En Italia hay miles de convertidos al islam que viven serenamente su nueva fe. Pero también hay miles de musulmanes convertidos al cristianismo que están obligados a ocultar su nueva fe por miedo a ser asesinados por los extremistas islámicos que anidan entre nosotros. Por uno de esos "casos" que evocan la mano discreta del Señor, mi primer artículo escrito en el Corriere el tres de septiembre de 2003 se titulaba "Las nuevas catacumbas de los islámicos convertidos". Era una investigación sobre algunos neo-cristianos que en Italia denunciaban su profunda soledad espiritual y humana, frente a la contumacia de las instituciones del Estado que no protegen su seguridad y al silencio de la misma Iglesia. Me alegra que el gesto del Papa y mi testimonio hayan traído el convencimiento que ha llegado el momento de salir de las tinieblas de las catacumbas y afirmar públicamente su voluntad de ser plenamente sí mismos. Si no estuviéramos en capacidad aquí en Italia, en la cuna del catolicismo, en nuestra casa, de garantizar a todos la plena libertad religiosa, ¿como podríamos ser jamás creíbles cuando denunciamos la violación de tal libertad en otros lados del mundo? Ruego a Dios para que esta Pascua especial dé la resurrección del espíritu a todos los fieles a Cristo que han estado hasta ahora subyugados por el miedo.

Magdi Allam - 23 marzo 2008

FUENTE: CORRIERE DELLA SERA - 23/03/07

(Traducción libre y condensada por ANA)

COMENTARIO:


Creo que casi todos nacemos dentro de una religión, es generalmente una creencia familiar heredada, pero no todos deseamos permanecer en ella. Este es un caso atípico, deseaba permanecer, pero no pudo por las condiciones que le impusieron los que detentan el poder dentro de ella, hasta que perdió esa fe incorporada a su vida por herencia. Es un toque de atención para todos, pero particularmente para los que comparten esta fe y para los que podrían sentir su llamado. ¿Quien se atrevería a abrazarla si jamás podría disentir o alejarse sin pagar el precio de la persecución y la probable condena a muerte? ¿Es esto propio de una religión que proclama amor y paz? La cuestión fundamental radica en que cuando se educa a alguien en una religión, la pertenencia a ella no es fruto de una elección y en ésta no se puede elegir cuando se tiene libre albedrío. En esta carta se ve claramente la diferencia con otra religión como el cristianismo, se puede ser musulmán y vivir esa fe "serenamente", en cambio, los musulmanes conversos al cristianismo deben ocultarse para preservar su vida de las amenazas de los fanáticos. Hay un mundo dentro de cada religión que desconocemos pero que esta carta muestra con claridad, se puede heredar o convencer y hacer nuevos adeptos, pero no es posible apoderarse del corazón del ser humano para siempre. La necesidad de elegir, de pensar individualmente, de no aceptar la sumisión a los dictámenes de otros hombres, como obligación a una orden "divina" , puede ser inclusive una rebelión que responde al pleno ejercicio de la libertad, por la que se es capaz de correr todos los riesgos. Este hombre, como seguramente muchos otros que desconocemos, los está corriendo.

3 comentarios:

  1. Aunque definir una secta es algo muy sutil y toda fe tine elementos sectarios, la carencia absoluta de libertad es uno de los rasgos que, a mi parecer, decantan la balanza hacia el lado "secta" e invalidan la creencia como falsa. De hecho solo se puede hablar de fe cuando hay una opción B y por tanto una elección. Es decir entre creer o no creer en algo hay un acto de elección que sólo puede nacer de la libertad. Si no hay más posibilidades que la que te ofrecen aceptarla n es fe, sino determinismo. Desde Occidente nos resulta muy difícil imaginar esa asfixia religiosa, porque la religión que se nos da al nacer es siempre revisable y revocable y su influjo, que dependerá de la familia, es siempre un elemento más en el conjunto de nuestros planteamientos éticos y filosóficos. La vida puede plantearte dudas e incluso ocasiones en las que puedes conocer a fondo otras creencias y culturas y contrastarlas con lo que tu has recibido y "convertirte" o no a la nueva fe, con tensiones y rupturas, claro, pero sin imposiciones ni amenazas de muerte.
    Felicitaciones a Cristiano, por su nueva fe y todo el poyo que desde esta lejanía puede dársele.

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  2. Hola Mar :-)

    Creo que nada tiene validez y permanencia si es impuesto, y mucho menos la fe, que es algo absolutamente íntimo. ¿Cómo obligar a un ser humano a pensar o sentir qué debe habitar su mente o su corazón? Uno puede ver lo exterior, pero nunca se puede penetrar en su interior para constatar si se logró lo que se pretende. Somos personas, no animales condicionados como los de Pavlov. Lo hemos visto con los judíos obligados a convertirse, pero sólo lo lograban EXTERIORMENTE, su alma seguía siendo judía. Se puede deducir que en un principio cualquier religión tenía un contenido político, dominar a los otros por medio de la fe para su propio beneficio. ¿Qué mejor argumento si además se los obligaba por la fuerza? ¿Qué otra cosa fueron las cruzadas o la Inquisición? Fueron sólo excusas para dominar desde lo más efectivo, que es apoderarse del alma imponiendo una creencia. Creo que eso es parte del rechazo histórico al judío, saber que a pesar de todo lo que se hacía, no abandonaba su identidad religiosa; puedo imaginar la furia que eso podía despertar cuando sabían que no se lo podía doblegar INTERNAMENTE. Hoy ya no es así en el cristianismo, que se aggiornó y acepta la libre elección, eso es perder para ganar, porque era una política insostenible en el mundo moderno respetuoso de los Derechos Humanos. No es así en el islam, que aún conserva en su doctrina el aspecto político desembozado, porque todo es política..., sigue siendo una ideología con ambición de poder, no es sólo una creencia y por eso no puede permitirse perder adeptos. Esos valientes que hoy eligen otra fe y se atreven a exhibirse, son tan mártires en potencia como lo fueron los cristianos en la época de los romanos. En pleno siglo XXI... Eso explica hasta qué punto el islamismo fanático debe ser combatido y no apaciguado, como todavía se está haciendo, con el mejor argumento que se esgrime con el cobarde nombre de "diversidad".

    Si, estos valientes merecen todo nuestro respeto, apoyo y la mayor protección que se les pueda dar.

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  3. Mucha valentía por abandonar esa falsa religión

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