jueves, 23 de abril de 2009

337 - EL FESTÍN DE LOS POLÍTICOS


BEATRICE Y SU CABRA "SUERTE"


(Una historia real)

Por the New York Times Service



Érase una vez en una lejana tierra de las altas colinas del oeste de Uganda. Ahí nació Beatrice Biira, una niña con suerte. Desde pequeña anhelaba tener una educación, pero esto parecía un sueño imposible: sus padres eran campesinos que no podían darse el lujo de enviarla a la escuela.

Los años pasaron, y Beatrice se quedó en casa para ayudar con las labores. Estaba en el camino correcto para convertirse en una más de tantas mujeres africanas analfabetas, en otro recurso humano desaprovechado en el continente.

Mientras tanto, del otro lado del mundo, en Niantic, Connecticut, los niños de la Iglesia Comunitaria querían donar dinero para una buena causa, y fue así como decidieron comprar cabras para campesinos africanos. Lo hicieron a través de Heifer Internacional, un respetable grupo de asistencia humanitaria que tiene su sede en Arkansas y brinda ayuda a familias de agricultores de bajos recursos.

Una cabra en el catálogo de donaciones en línea de Heifer cuesta 120 dólares; una bandada de pollos o patos cuesta tan sólo 20 dólares.

Los padres de Beatrice recibieron una de las cabras compradas por los niños de Niantic. Y, para su buena suerte, la cabra pronto tuvo gemelos.

Cuando las cabras crecieron, los niños de la familia Biira empezaron a tomar la leche que les permitió fortalecer su organismo.

Además, vendían la leche que sobraba para tener una entrada adicional de dinero.

Con el tiempo, el dinero que recibían por la leche se acumuló, y los padres de Beatrice decidieron que ahora sí podían enviar a su hija a la escuela. Era mayor que sus compañeros, pero ella estaba tan emocionada, que estudiaba incansablemente.

Llegó a convertirse en la mejor alumna del plantel.

Gracias a su esfuerzo, se ganó una beca.

No sólo para asistir a una de las mejores preparatorias para niñas de Uganda, sino para ingresar a una escuela en Massachussets y después en el Connecticut College.

Todos sus gastos fueron financiados por 20 donantes de Heifer Internacional.

“Soy una de las niñas más afortunadas del mundo”, dijo Beatrice en su fiesta de graduación después de recibir su título.

Ciertamente lo es, y la cabra que cambió su vida tiene el nombre que se merece: “Suerte”. África pronto tendrá un nuevo activo: una profesional bien preparada que piensa mejorar el gobierno de su país.

Beatrice ahora planea obtener una maestría en la Clinton School of Public Service en Arkansas. Al terminar regresará a África para trabajar en un grupo de asistencia social.

Hoy cuenta con 22 años de edad y sueña con proyectos para que las mujeres sean económicamente productivas y aprendan a administrar mejor el dinero.

En parte porque ha visto que en su propia aldea el dinero siempre es controlado por los hombres. A veces se lo gastan con sus amigos en una cantina, en vez de educar a sus hijos.

Cambiar esa cultura no será fácil. Eso lo sabe Beatrice, pero confía en que algo se puede hacer.

En efecto, la asistencia extranjera no siempre funciona, y es mucho más difícil de lo que parece. “No voy a mentir. Hay mucha corrupción en Uganda”, reconoce Beatrice.

Un oficial local corrupto pudo haber distribuido las cabras a cambio de que las mujeres se acostaran con él. O la cabra de Beatrice pudo haber sido robada, o pudo haber muerto. O la leche sin pasteurizar pudo haber hecho que Beatrice se enfermara o muriera.

Millones de cosas pudieron haber salido mal. Pero cuando hay un buen modelo, generalmente todo resulta bien. Por eso, los aldeanos del oeste de Uganda organizaron hace poco una misa especial y una fiesta en honor de la primera persona local que ha obtenido un título universitario en Estados Unidos.

La historia de Beatrice ha impactado a muchas personas. Hace algunos años habló en un evento de Heifer al que asistió el economista Jeffrey Sachs. Éste quedó tan impresionado, que formuló lo que él en broma llama “El teorema Beatrice” sobre el desarrollo económico: pequeños esfuerzos pueden convertirse en grandes resultados.

Un estadounidense que visitó la escuela escribió un cuento para niños llamado “La Cabra de Beatrice”. El libro, que se publicó en 2000, se convirtió en un Best Seller infantil. Pero ahora hay suficiente material para hacer una secuela todavía más extraordinaria.

La historia de Beatrice plantea dos de los cuestionamientos más comunes sobre la ayuda a comunidades marginadas en el extranjero: “¿Funciona?” y “¿Qué podemos hacer?”.

Hay miles de respuestas, desde patrocinar a un niño, hasta apoyar a una organización en áreas rurales. Los retos de la pobreza global son tan vastos y complejos, que una sola persona no puede resolverlos.

Es un hecho que comprar una granja para una familia pobre no es la solución.

Pero en estos días, la felicidad de Beatrice nos recuerda que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer la diferencia, de transformar la vida de una niña con algo tan simple y tan barato como una cabra.

FUENTE: LA VANGUARDIA (MÉXICO)

COMENTARIO:

Esta es una historia real y aunque todavía hay un largo camino para recorrer, apunta a que algún día tendrá un final feliz.

¿Qué tiene de original esta historia? Para un mundo en bancarrota, en todo sentido, encuentro para destacar que no tiene un fin político ni está manejado por políticos, de un lado está quien quiere ayudar y del otro quien desea ser ayudado. Como bien dice el artículo y le da nombre a la cabra, hay que tener un poco de suerte, pero el verdadero mérito es haber sabido aprovechar la oportunidad. El ejemplo sirve y no es el único, sólo que éste tuvo repercusión. Hay otras formas de ayudar muy eficientes (Ver post Nº 92, abril de 2008).

Esta familia hizo buen uso de la generosidad de los otros, no se comió la cabra ni se compró un arma para asaltar gente o para matar a sus vecinos, su esfuerzo fue positivo y dio frutos. Porque el ansia de saber no crece en tierra yerma, Beatrice tuvo padres que deben haberle hablado del valor del conocimiento como para que estudiar fuera un objetivo en su vida. Deben haberle enseñado a pensar ya que no podían mandarla a la escuela y pensar es ser libre para tomar decisiones propias.

Una historia de la que los políticos podrían sacar conclusiones... saber a quien se da y no dar a quien no sabrá aprovecharlo, porque lo que lo que no se gana no siempre se valora.

Sencillo, ¿por qué no se pone en práctica? Porque cuando los gobiernos regalan a su gente persiguen otros fines, el reconocimiento en votos y la sumisión del ignorante, el festín de los políticos. Así nos va...

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