EL DILEMA DE PAKISTÁN
Por CAROLINE GLICK
(TRADUCCIÓN LIBRE DE ANA)
En la actual era de polarización ideológica, a través de todo Occidente, derecha e izquierda difieren en casi cualquier tema. Una de las pocas convicciones que aún unifica a los estrategas de la seguridad nacional de todo el espectro ideológico es que sería una calamidad mundial de primer orden si al-Qaeda pusiera sus manos sobre las armas nucleares.
Lamentablemente, debido a la rápida desaparición como una unidad política de un Pakistán armado nuclearmente, este escenario de pesadilla luce más posible que nunca. De hecho, si los acontecimientos continúan avanzando en su actual dirección, es más que probable que en un futuro próximo los talibán y al-Qaeda tomen posesión de la totalidad o parte del arsenal nuclear de Pakistán.
Esta semana ha sido otra mala semana en Pakistán. El lunes el Presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, entregó oficialmente el valle de Swat -un inmenso distrito en el noroeste de Pakistán, que abarca siete provincias- a los talibán, cuando firmó un reglamento que implementa la ley islámica de la Sharia en el área. Tras la rendición del gobierno en Swat, los talibán controlan actualmente 18 de las 30 provincias de Pakistán en el noroeste y sus Zonas Tribales de Administración Federal que limitan con Afganistán. Sólo dos provincias siguen bajo el pleno control del gobierno.
Con su nuevo territorio, los talibán ahora controlan la vida de unos 6,5 millones de paquistaníes. Por su parte, los civiles viven en un estado de constante terror. Desde que los talibanes tomaron el control de Swat en febrero, las ejecuciones, flagelaciones públicas y atentados en escuelas de niñas, restaurantes, tiendas de video y música se han convertido sucesos de rutina. Como un comerciante de Mingora, principal pueblo de Swat, le dijo al Wall Street Journal, "Estamos asustados por esta brutalidad. Nadie se atreve a desafiarlos."
Y con tan sólo 60 millas que separan actualmente a los talibán de la ciudad capital de Islamabad, ellos están bien posicionados para continuar su marcha en todo el país. En realidad los talibán parecen imparables.
El gobierno paquistaní, por su parte, parece incapaz y sin voluntad de tomar una acción concertada para destruir las fuerzas de los talibán. Siempre según el Wall Street Journal, los combatientes talibán están inundando el valle de Swat con miles de combatientes veteranos de Afganistán y Cachemira, estableciendo campamentos de entrenamiento en todas las zonas. Es más, están reclutando -tanto a través de la intimidación como de la persuasión- a miles de pobladores a unirse a sus líneas.
Otro signo de la capitulación del gobierno llegó el martes cuando la Corte Suprema de Pakistán liberó de su arresto domiciliario a Maulana Abdul Aziz, líder de la Lal Masjid o Mezquita Roja en Islamabad. En 2007 Aziz utilizó su madraza afiliada a al-Qaeda/Talibán para incitar a una toma islamista del poder de la capital pakistaní. Le tomó tres meses al entonces presidente Pervez Musharraf hacerse cargo por la fuerza de la Mezquita roja. Posiblemente, las acciones de Musharraf contra Aziz y sus seguidores fueron la causa última de su caída política del año pasado.
Según el diario online "Long War Journal", durante el año pasado, el gobierno ha firmado acuerdos de capitulación con todos los aliados de Aziz, talibán y al-Qaeda, y devolvió el control del complejo mezquita/madraza a los jihadistas. En el momento del intento de Aziz de derrocar al gobierno de Musharraf, y desde entonces, la Mezquita Roja se convirtió en símbolo de la guerra jihadista para hacerse cargo del estado nuclear. La liberación de Aziz, a su vez, simboliza que el gobierno actual está dispuesto a rendirse.
Por su parte, los estrategas de Estados Unidos parecen abatidos por sus evaluaciones de la situación en Pakistán y en su impacto sobre la capacidad de la OTAN para estabilizar la situación de seguridad en el vecino Afganistán. El General del Ejército de los Estados Unidos David Petreaus, quien es responsable de la guerra en Afganistán y Pakistán, ha llamado a los talibán una "amenaza existencial" para el estado de Pakistán. David Kilcullen, que aconsejó a Petreaus en su exitosa campaña contra la insurgencia en Irak y que ahora asesora a la Casa Blanca, advirtió la semana pasada que Pakistán podría caer dentro de los seis meses. El creciente consenso en Washington -sobre todo teniendo en cuenta la reciente unificación del mando de las fuerzas de los talibán en Afganistán y Pakistán en el marco del llamado Consejo de Guerreros Santos Unidos y su abierta colaboración con al-Qaeda- es que Pakistán es un peligro mucho mayor que Afganistán.
La evaluación de los Estados Unidos de las amenazas que emanan de Pakistán y Afganistán ha sido en gran medida la misma tanto bajo la administración de Bush como en la de Obama. En ambos casos, EE.UU. ha identificado la adquisición de armas nucleares de los talibán/al-Qaeda como la principal amenaza a la seguridad de EE.UU. que debe impedirse. Ambos también han afirmado que el libre funcionamiento de los campos de entrenamiento de al-Qaeda en Afganistán y Pakistán es una grave amenaza para EE.UU. y la seguridad mundial.
Entonces la estrategia de los Estados Unidos para hacer frente a estos retos también se ha centrado en gran parte de los últimos ocho años. EE.UU. ha tratado de derrotar política y militarmente a los talibán/al-Qaeda en Afganistán luchando contra ellos en el campo de batalla y cultivando la democracia. En Pakistán, EE.UU. ha tratado de derrotar a los talibán fortaleciendo al gobierno paquistaní, principalmente mediante la asistencia financiera a sus presupuestos militares y civiles.
En los últimos años, EE.UU. también ha trabajado para decapitar el liderazgo de los talibán/al-Qaeda a través de asesinatos selectivos dentro de Pakistán llevados a cabo por aeronaves no tripuladas. Bajo la administración de Obama, EE.UU. ha declarado su intención no sólo de mantener estas estrategias sino de ampliarlas incrementando el número de soldados en Afganistán y aumentando su asistencia civil al gobierno paquistaní a $ 1.500 millones por año.
Lamentablemente, los esfuerzos de Estados Unidos en Pakistán hasta la fecha han fracasado rotundamente y hay pocos motivos para creer que la ampliación va a cambiar la situación de manera significativa. Con ambos gobiernos, ya sea bajo la dictadura militar de Musharraf o bajo el gobierno civil de Zardari, los paquistaníes no han logrado frenar el avance de los talibán.
Las fuerzas armadas pakistaníes y la agencia de Inteligencia Inter-Service (ISI) se han negado a desviar sus recursos para la lucha contra la India hacia la lucha contra los talibanes. Ellos se han negado a tomar cualquier acción concertada contra los grupos terroristas, incluyendo a al-Qaeda, que abiertamente operan en suelo pakistaní. En contra de la voluntad de EE.UU, han continuado entregando territorio a los talibán en el marco de "acuerdos de paz." Y todavía hoy el gobierno pakistaní y las fuerzas armadas se oponen abiertamente a la acción militar de Estados Unidos en territorio pakistaní, prefiriendo que los talibán tomen el control del país en lugar de permitir que EE.UU. ayude a las fuerzas armadas pakistaníes a derrotarlos.
Lo que la situación en Afganistán claramente ejemplifica es el hecho que a veces no hay buenas opciones para lidiar con las amenazas a la seguridad nacional. Una vez que Pakistán se convirtió en una potencia nuclear en 1998, EE.UU. perdió mucha de su capacidad para presionar al gobierno paquistaní y a sus fuerzas armadas. Washington entendió que si empujaba demasiado, los paquistaníes podrían optar por abandonar Occidente y colaborar con los talibán y al-Qaeda, que por entonces no sólo estaban operando abiertamente desde territorio paquistaní después de haber tomado el control de Afganistán con el apoyo pakistaní dos años antes. También estaban atacando objetivos estadounidenses, incluyendo los ataques de 1998 contra las embajadas de los EE.UU. en Kenya y Tanzania.
Desde los ataques del 11 de septiembre demostraron cuán peligrosos son los jihadistas en Pakistán/Afganistán para la seguridad mundial, ha quedado claro que el arsenal nuclear de Pakistán es una amenaza principal a la seguridad mundial. Durante ocho años los métodos elegidos por los Estados Unidos para evitar las amenazas han servido de poco más que para detener acciones, porque ambos gobiernos de Pakistán han sido incapaces y poco dispuestos a librar con éxito las campañas políticas o militares contra los talibán y al-Qaeda.
Musharraf creyó que podía jugar un doble juego, al mismo tiempo ayudando a los EE.UU. en Afganistán y dando refugio a al-Qaeda y los talibán en Pakistán. El gobierno de Zardari, que ejerce poco control sobre las fuerzas armadas y el ISI, simplemente ha ampliado e intensificado la política de Musharraf de capitular ante los jihadistas. Debido al control de los talibán sobre los territorios limítrofes de Afganistán, Pakistán ya no está en condiciones de apoyar las operaciones de la OTAN en Afganistán. Y mientras tanto, el avance de las fuerzas talibán en el mismo Pakistán coloca a las armas y materiales nucleares de Pakistán en un peligro sin precedentes.
Ante el fracaso de las estrategias políticas de Estados Unidos para asegurar el arsenal nuclear de Pakistán apoyando a su gobierno y luchando contra los talibán y al-Qaeda en Afganistán, es cada vez más evidente que la única manera segura de evitar que los talibán/al-Qaeda tomen el control sobre las armas nucleares de Pakistán es poner a esas armas fuera de servicio.
EE.UU. tiene dos opciones básicas para la consecución de este objetivo. Puede enviar sus fuerzas para tomar el control de las instalaciones nucleares de Pakistán y sacar el arsenal nuclear del país. O bien, puede destruir las instalaciones nucleares de Pakistán. Ambas opciones -que realmente son variaciones de la misma opción- son muy poco atractivas. No está nada claro que las fuerzas estadounidenses tengan la capacidad para tomar el control del arsenal nuclear de Pakistán y tampoco está claro cuál será el efecto final de un ataque militar contra su arsenal nuclear en términos de vidas perdidas y con respecto a las zonas que se volverían inhabitables debido a la lluvia radiactiva.
La única otra opción que discuten los estrategas de Estados Unidos hoy en día es que la India puede servir como Deux ex machina (ayuda exterior divina) y destruir el arsenal nuclear de Pakistán. Es razonable creer que la India sería el primer objetivo de las armas nucleares de Pakistán -las que Pakistán construyó para amenazar a la India- y los estrategas militares estadounidenses no creen que la India se siente a esperar a que EE.UU. la defienda de un Pakistán con armas nucleares y gobernado por talibán/al-Qaeda.
Sin embargo, para la India el cálculo no es tan claro como se podría suponer. Nueva Delhi sabe que puede esperar que EE.UU. apoye la imposición de diversas sanciones políticas y militares en contra de ella en el caso que atacara el arsenal nuclear de Pakistán. En consecuencia, posiblemente la renuencia de Washington a hacer una difícil pero necesaria convocatoria se debe a que puede significar que nadie esté dispuesto a llevarla a cabo.
La situación en Pakistán, por supuesto, es similar a la de Irán. Allí, como en Irán, se mueve rápidamente hacia el club nuclear. EE.UU, por una parte, se niega -como lo hace con Pakistán- a tomar una decisión difícil pero esencial para impedir que Irán se convierta en una potencia nuclear. Y por otro lado, le advierte a diario a Israel que se opone a cualquier operación independiente israelí para evitar que Irán se convierta en un estado con armas nucleares. Es decir, la administración de Obama fuerza a Israel a sopesar el espectro de un Irán con armas nucleares en contraposición a la amenaza de una derogación de su alianza estratégica con los EE.UU, en el caso de que impida que Irán se convierta en una potencia nuclear por su cuenta.
En ambos casos, tanto en Pakistán como en Irán, el reloj está corriendo. La reticencia de Estados Unidos para hacer frente a la fealdad de las opciones a su disposición no las hace más bonitas. De hecho, cada día que pasa la suerte de la elección puesta ante Estados Unidos y sus aliados es cada vez más evidente. Con respecto a Pakistán e Irán, la elección es y seguirá siendo mirar a EE.UU. y a sus aliados tomando medidas rápidas y decisivas para neutralizar los programas nucleares que amenazan la seguridad mundial, o ver a los peores actores del mundo armándose exitosamente con las armas más peligrosas del mundo.
FUENTE: JERUSALEM POST
caroline@carolineglick.com
COMENTARIO:
Nótese el resaltado en rojo: "En contra de la voluntad de EE.UU, han continuado entregando territorio a los talibán en el marco de ´acuerdos de paz.´" Interesante, lo que Estados Unidos no quiere que haga Pakistán con los fanáticos talibán/al-Qaeda es exactamente lo que quiere que haga Israel con los palestinos controlados como están por los fanáticos de Hamás. Es decir, quiere oponerse donde le duele a Estados Unidos y no donde le duele a Israel. Notable, ¿verdad?... En fin...
Las armas nucleares son uno de los tantos enemigos que tiene la humanidad, sin embargo, allí están y es imposible detener la evolución de éste como de tantos otros peligros que nos acechan, sería como soñar despiertos, TODOS no somos tan buenos...
La única respuesta que se puede dar a este desafío de la humanidad es sobre quién puede tener la posibilidad de apretar el botón. Después de la primera explosión bélica en Japón, al final de la guerra, nadie se atrevió a usarlas, es una desgracia que ocurrió y que no puede volver a repetirse. Las grandes potencias se han mantenido responsables y, quizá, el hecho de que ambas las tienen haya logrado que se respetaran.
Obviamente que otras potencias quisieron pertenecer a ese club privilegiado pero todas tienen la misma actitud de responsabilidad, es la forma de no depender en su defensa de quienes ya las tienen.
El caso es que no caigan en manos de los que no tienen esa responsabilidad, más, son fanáticos con una ideología agresiva que pretenden imponerla al resto del mundo, y éste debe tomar todas las precauciones para que eso no ocurra. No hay soluciones fáciles y ésta en particular es mucho más difícil, no se puede combatir al caníbal comiéndoselo. Así es como este mundo multifacético está ante una encrucijada donde el camino a elegir no se ve claramente.
Hoy se informa que las fuerzas armadas pakistaníes han impedido el avance -lo esperable- de los talibán hacia Islamabad y que los han obligado a retirarse de una ciudad cercana, quizá esa sea la mejor opción, que los mismos pakistaníes enfrenten su problema doméstico sin que deban inmiscuirse los de afuera. Pero no les será fácil sin ayuda.
Y me parece que este es el tema esencial de la lucha contra el terrorismo actual, que ya no es una cuestión nacional, porque el terrorismo de hoy ha dejado de serlo. Lo que significa que para combatirlo el mundo entero deberá involucrarse para detenerlo antes que sea demasiado tarde. Y los escrúpulos para que sean sólo las fuerzas de un país las que deben enfrentar a un terrorismo internacional me parece que no es lógico ni inteligente.
¿Seremos inteligentes?
ANA
De nuevo Ana traes a colación un tema trascendental como es éste de Paquistan, país que muchos no se percatan de la importancia geopolítica que tiene y que tras la lectura del artículo podrán dimensionar mejor. Pero en este extenso y magnífico artículo se ignora la situación de la India, país menos pacato que Europa u Occidente en general. India tendrá que decir en el tema del islamismo mucho más de lo que a día de hoy está haciendo, o al menos, occidente le otorga. No es la India país baladí, antes bien es un baluarte en tecnología y con un potencial humano enorme que podría decantarse del lado occidental toda vez que el mundo está enfrentándose de forma conjunta a un mal que se denomina islam ( sin duda radical, pero el otro calla y otorga con su silencio), India es el gran aliado y amigo, con todos sus problemas de orden interno no serán los extremistas indúes el peligro que comabtir, son, sin ninguna duda, los musulmanes de Paquistan y Afganistan, por qué no también iranios, los que habrá que combatir y será India un frente del calibre de Israel en este lado del Mediterraneo. Llegado a este punto Israel y la India tienen mucho que compartir, o al menos deberían.
ResponderEliminarTienes un poso inigualable de serenidad y de raciocinio, cada día que pasa consiero que tu opinión toma consistencia y ya se hace en este ámbito imprescindible para estar al día del asunto. Muchas gracias.
Iojanan: Le has dado más vuelo a este estupendo artículo de Caroline Glick, todos son de lectura imprescindible y traducirlos son un verdadero placer. Agradezco muchísimo tus palabras y ojalá reflejaran la opinión de algunos más. Un fuerte abrazo.
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