LAS PRIORIDADES DE ORIENTE Y OCCIDENTE
Son muy distintas. En el pasado, Occidente avanzó sobre territorios débiles, los conquistó y colonizó y mantuvo esa supremacía para engrandecerse. Al mismo tiempo impuso su cultura y -toda vez que pudo- su religión, para colonizar también las almas. Ese pasado le pesa a la hora de hacer las cuentas y tomar conciencia de que, aunque entonces fue injusto, el presente lo obliga a defender los progresos que su cultura alcanzó. Y no sólo en cuanto al desarrollo económico sino bajo el aspecto mucho más profundo de la defensa de la libertad individual y de los derechos humanos.
Es inútil ser amigable con quienes están intentando ahora tomarse la revancha; si no lo pueden hacer por las malas, lo harán por las buenas, de la misma forma en que lo hizo Occidente en el pasado, a golpes cuando puede y sobre todo, "evangelizando".
Pero, no todo es "occidente", hay enormes países que no lo son pero que han aprendido de él y se desarrollan aunque no compartan su cultura ni su religión básica, el cristianismo, y con ella el judaísmo que le dio origen. Esos países, que aún no han alcanzado a relajarse como occidente, seguramente darán la pelea.
Occidente está hoy en una encrucijada, seguir confiando en el sueño que lo logrado está a salvo y que sobrevivirá porque es mejor, o disponerse a la lucha para salvar su cultura aunque deba arriesgar el standard de vida que lo mantiene en ese estado de satisfacción paralizante. Por esa causa no se decide todavía a librar una confrontación que parece ineludible.
La economía de Occidente -con Estados Unidos a la cabeza- está en graves problemas y eso incide sobre sus relaciones con el resto del mundo. Para evitar el desastre Occidente continúa su intercambio comercial con quienes sólo aspiran a su destrucción; no vale engañarse, para salvarse hoy están entregando su futuro a los vándalos. Y empiezan por desproteger a un lejano Israel creyendo que no les costará un alto precio.
El establecimiento de un estado palestino ya -como lo exige Obama y el resto del mundo- afectaría la capacidad de Israel para defenderse y fortalecería a movimientos fanáticos como Hamás y Hezbollah. La realidad indica que nada está más lejos de los deseos de los regímenes árabes. Si no fuera así, ¿por qué rechazan a los palestinos y no les permiten entrar en sus territorios? Eso es lo que hacen Egipto y Jordania. Los estados árabes tienen una población sometida en la pobreza y la ignorancia, ansiosa por desembarazarse de esos gobiernos aliados de EE.UU. -a quien culpan de todas sus desgracias-. Un cambio de timón por parte de un nuevo gobierno americano no disipa el encono de un pueblo que siente orgullo por su cultura y odio hacia el mundo que lo echó de las tierras que alguna vez dominaron. Y las quieren recuperar.
Hoy Obama necesita encauzar su economía y liberarse del terrorismo y de sus múltiples enemigos en Irak, Afganistán, Pakistán e Irán, que lo desangran aún más que el fracaso en el control de su sistema económico, que se ha ido a pique. Pero si no estuviera Israel allí para detener al islamismo fanático que acosa a Europa y se entremezcla con la misma insidia en Estados Unidos, ¿quién impediría que la región se convirtiera en otra plaza con grupos tan violentos y agresivos como los que hoy están amenazando a todos los estados árabes aliados de Occidente?
Hay un occidente que quiere mantener su aparente calma y hay un oriente que avanza sin pausa, se alía con quienes tienen su mismo objetivo, que no es otro que vencer a quien lo dominó. Hay un occidente que olvida aunque sus embajadas no dejan de ser atacadas, sus edificios derrumbados, sus iglesias destruidas, sus aviones explotados en el aire, y hay un oriente que no olvida y quiere volver al pasado. A pesar de todo, algún día Occidente recordará y actuará, un lujo que Israel no puede darse; no olvida, está alerta y no tiene más remedio que defenderse todo el tiempo, nadie puede ser obligado a actuar en contra de sí mismo, mucho menos el pueblo judío.
A esos enemigos de todos no se los apacigua con arrepentimientos y buenas intenciones, ellos sólo escuchan sus propias plegarias.
ANA
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