PRESIDENTE NEGRO EXIGE SEGREGACIÓN EN JERUSALEM
Por JEFF JACOBY
(TRADUCCIÓN LIBRE DE ANA)
La semana pasada, la administración Obama exigió que el gobierno israelí termine con el desarrollo planificado de viviendas cerca del vecindario Sheikh Jarrah, en Jerusalem. El proyecto, un complejo de departamentos de 20 unidades es indiscutiblemente legal. La propiedad a desarrollarse -un ex-hotel- fue comprada en 1985, y la constructora ha obtenido todos los permisos municipales necesarios.
¿Por qué, entonces, la administración quiere impedir la construcción? Porque Sheikh Jarrah está en una gran sección árabe de Jerusalem, y los constructores de los departamentos planificados son judíos. Piense sobre esto un momento. Seis meses después que Barack Obama se convirtiera en el primer hombre negro que se mudó a la previamente totalmente blanca instalación residencial, en la Avenida Pennsylvania 1600 en Washington, él está luchando para impedir la integración en Jerusalem.
Es imposible imaginar un escenario opuesto: La administración nunca exigiría a Israel que impidiera a árabes mudarse a un barrio judío. Y el Departamento de Justicia de Obama desataría siete formas del infierno sobre quienes trataran de imponer discriminación racial, étnica o religiosa en una ciudad americana. En el siglo 21, la segregación es impensable, excepto, parece, cuando se trata de dar viviendas a los judíos en Jerusalem.
No es fácil para el gobierno de Israel rechazar cualquier exigencia de Estados Unidos, que es el mejor aliado del Estado de Israel. A su favor, los líderes israelíes les dijeron la verdad al poder diciendo NO. "Los residentes de Jerusalem pueden comprar departamentos en cualquier lugar de la ciudad", dijo el Primer Ministro Benjamin Netanyahu el domingo. "Esta ha sido la política de todos los gobiernos israelíes. No hay ningún impedimento para que los árabes compren departamentos en la parte oeste de la ciudad, y no hay tampoco ninguno para que los judíos construyan o compren en el este de la ciudad. Esta es la política de una ciudad abierta."
Hubo un tiempo, no hace mucho, cuando Jerusalem fue cualquier cosa menos una ciudad abierta. Durante la Guerra de la Independencia de 1948, la Legión Árabe jordana invadió la parte este de Jerusalem, ocupó la Ciudad Vieja y expulsó a todos sus judíos, muchos de familias que habían vivido en la ciudad durante siglos. "Cuando ellos se fueron", escribió más tarde el aclamado historiador Sir Martin Gilbert en su libro de 1998, Jerusalem en el Siglo Veinte, "ellos podían ver columnas de humo elevándose desde el barrio situado detrás de ellos. Se había prendido fuego al local de asistencia social de Hadassah y ... el saqueo y quema de propiedad judía estaba en plena marcha."
En los siguientes 19 años, los judíos no podían entrar a Jerusalem este, brutalmente dividida de la parte oeste de la ciudad con alambre de púas y fortificaciones militares. Docenas de lugares sagrados judíos, incluyendo sinagogas de cientos de años de antigüedad fueron profanadas o destruidas. Lápidas del antiguo cementerio del Monte de los Olivos fueron arrancadas de raíz por el ejército jordano y usadas como piso de letrinas. El santuario más sagrado de Jerusalem, el Muro de los Lamentos, se convirtió en un conventillo. No fue hasta 1967, después que Jordania fue derrotada de forma aplastante en la Guerra de los Seis Días, que Jerusalem fue reunificada bajo la soberanía israelí y la libertad religiosa fue restaurada para todos. Desde entonces los israelíes prometieron que Jerusalem nunca más sería dividida.
Y no sólo los israelíes. La política de Estados Unidos, diseñada en el Acta 1995 de la Embajada de Jerusalem, reconoce a Jerusalem "como una ciudad unificada administrada por Israel" y formalmente declara que "Jerusalem debe quedar como una ciudad indivisa". Presidentes estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, lo han acordado. En palabras del ex-presidente President Clinton, "Jerusalem debe ser una ciudad abierta e indivisa, con libertad de acceso y culto asegurados para todos."
Como candidato presidencial, Barack Obama dijo mucho de lo mismo. En un cuestionario de candidatos 2008 que preguntaba sobre "el probable status final de Jerusalem", Obama contestó: "Estados Unidos no puede dictar los términos de un acuerdo de status final... Jerusalem quedará como Capital de Israel, y nadie debería querer o esperar a que sea redividida." En un discurso para AIPAC, (American Israel Public Affairs) él repitió el punto: "Permítanme ser claro ... Jerusalem quedará como Capital de Israel, y deberá permanecer indivisa."
Los palestinos irredentistas claman que Jerusalem este es históricamente territorio árabe y debería ser capital de un futuro estado palestino. En realidad, siempre vivieron judíos en Jerusalem este, es el lugar de la Ciudad Vieja y de su famoso barrio judío, después de todo, sin mencionar la Universidad Hebrea, que fue fundada en 1918. El complejo de departamentos al que se opone Obama se levantará en lo que alguna vez fue Shimon Hatzadik, un vecindario judío establecido en 1891. Sólo desde 1948 a 1967 -durante la ocupación jordana- la parte este de la capital de Israel fue "territorio árabe". Los palestinos no tienen más reclamo de soberanía que el que podría tener Rusia por la anteriormente ocupada Berlín este.
El gran obstáculo para la paz en Medio Oriente no es que los judíos insistan en vivir entre los árabes. Es que los árabes insisten en que los judíos no vivan entre ellos. Si Obama todavía no lo entendió, es que tiene mucho que aprender.
FUENTE: JWR - 22/07/09 -
COMENTARIO:
Ya se sabe que los políticos prometen en sus campañas electorales todo lo que van a hacer y después hacen lo que pueden. Muchas veces lo opuesto a lo que pensaban. Pero esto se trata de otra cosa, se trata de conceptos, o bien Obama lo tenía claro entonces y no lo cumple ahora o no lo sabía y sólo fue un argumento de campaña.
En cualquiera de los dos casos, lo que aparentemente sigue desconociendo el presidente de Estados Unidos es que mágicamente ha encontrado el único tema sobre el que todos los israelíes y también los judíos de la diáspora están de acuerdo, nadie aceptará que Jerusalem sea dividida.
Duele saber qué hicieron los jordanos con las lápidas, en oposición, Israel respeta todas las religiones y protege sus antiguos sitios sagrados que sus fieles son libres de visitar sin ningún impedimento.
A siete meses de haber asumido la presidencia se puede esperar que se equivoque, está en los israelíes y su gobierno impedir que los errores que puede cometer sean demasiado grandes. Insistir sobre este tema sería un error mayúsculo de consecuencias imprevisibles, como lograr que todo el pueblo judío esté de acuerdo aunque sea sobre un solo tema, un verdadero milagro. Y que actúe en consecuencia.
La semana pasada, la administración Obama exigió que el gobierno israelí termine con el desarrollo planificado de viviendas cerca del vecindario Sheikh Jarrah, en Jerusalem. El proyecto, un complejo de departamentos de 20 unidades es indiscutiblemente legal. La propiedad a desarrollarse -un ex-hotel- fue comprada en 1985, y la constructora ha obtenido todos los permisos municipales necesarios.
¿Por qué, entonces, la administración quiere impedir la construcción? Porque Sheikh Jarrah está en una gran sección árabe de Jerusalem, y los constructores de los departamentos planificados son judíos. Piense sobre esto un momento. Seis meses después que Barack Obama se convirtiera en el primer hombre negro que se mudó a la previamente totalmente blanca instalación residencial, en la Avenida Pennsylvania 1600 en Washington, él está luchando para impedir la integración en Jerusalem.
Es imposible imaginar un escenario opuesto: La administración nunca exigiría a Israel que impidiera a árabes mudarse a un barrio judío. Y el Departamento de Justicia de Obama desataría siete formas del infierno sobre quienes trataran de imponer discriminación racial, étnica o religiosa en una ciudad americana. En el siglo 21, la segregación es impensable, excepto, parece, cuando se trata de dar viviendas a los judíos en Jerusalem.
No es fácil para el gobierno de Israel rechazar cualquier exigencia de Estados Unidos, que es el mejor aliado del Estado de Israel. A su favor, los líderes israelíes les dijeron la verdad al poder diciendo NO. "Los residentes de Jerusalem pueden comprar departamentos en cualquier lugar de la ciudad", dijo el Primer Ministro Benjamin Netanyahu el domingo. "Esta ha sido la política de todos los gobiernos israelíes. No hay ningún impedimento para que los árabes compren departamentos en la parte oeste de la ciudad, y no hay tampoco ninguno para que los judíos construyan o compren en el este de la ciudad. Esta es la política de una ciudad abierta."
Hubo un tiempo, no hace mucho, cuando Jerusalem fue cualquier cosa menos una ciudad abierta. Durante la Guerra de la Independencia de 1948, la Legión Árabe jordana invadió la parte este de Jerusalem, ocupó la Ciudad Vieja y expulsó a todos sus judíos, muchos de familias que habían vivido en la ciudad durante siglos. "Cuando ellos se fueron", escribió más tarde el aclamado historiador Sir Martin Gilbert en su libro de 1998, Jerusalem en el Siglo Veinte, "ellos podían ver columnas de humo elevándose desde el barrio situado detrás de ellos. Se había prendido fuego al local de asistencia social de Hadassah y ... el saqueo y quema de propiedad judía estaba en plena marcha."
En los siguientes 19 años, los judíos no podían entrar a Jerusalem este, brutalmente dividida de la parte oeste de la ciudad con alambre de púas y fortificaciones militares. Docenas de lugares sagrados judíos, incluyendo sinagogas de cientos de años de antigüedad fueron profanadas o destruidas. Lápidas del antiguo cementerio del Monte de los Olivos fueron arrancadas de raíz por el ejército jordano y usadas como piso de letrinas. El santuario más sagrado de Jerusalem, el Muro de los Lamentos, se convirtió en un conventillo. No fue hasta 1967, después que Jordania fue derrotada de forma aplastante en la Guerra de los Seis Días, que Jerusalem fue reunificada bajo la soberanía israelí y la libertad religiosa fue restaurada para todos. Desde entonces los israelíes prometieron que Jerusalem nunca más sería dividida.
Y no sólo los israelíes. La política de Estados Unidos, diseñada en el Acta 1995 de la Embajada de Jerusalem, reconoce a Jerusalem "como una ciudad unificada administrada por Israel" y formalmente declara que "Jerusalem debe quedar como una ciudad indivisa". Presidentes estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, lo han acordado. En palabras del ex-presidente President Clinton, "Jerusalem debe ser una ciudad abierta e indivisa, con libertad de acceso y culto asegurados para todos."
Como candidato presidencial, Barack Obama dijo mucho de lo mismo. En un cuestionario de candidatos 2008 que preguntaba sobre "el probable status final de Jerusalem", Obama contestó: "Estados Unidos no puede dictar los términos de un acuerdo de status final... Jerusalem quedará como Capital de Israel, y nadie debería querer o esperar a que sea redividida." En un discurso para AIPAC, (American Israel Public Affairs) él repitió el punto: "Permítanme ser claro ... Jerusalem quedará como Capital de Israel, y deberá permanecer indivisa."
Los palestinos irredentistas claman que Jerusalem este es históricamente territorio árabe y debería ser capital de un futuro estado palestino. En realidad, siempre vivieron judíos en Jerusalem este, es el lugar de la Ciudad Vieja y de su famoso barrio judío, después de todo, sin mencionar la Universidad Hebrea, que fue fundada en 1918. El complejo de departamentos al que se opone Obama se levantará en lo que alguna vez fue Shimon Hatzadik, un vecindario judío establecido en 1891. Sólo desde 1948 a 1967 -durante la ocupación jordana- la parte este de la capital de Israel fue "territorio árabe". Los palestinos no tienen más reclamo de soberanía que el que podría tener Rusia por la anteriormente ocupada Berlín este.
El gran obstáculo para la paz en Medio Oriente no es que los judíos insistan en vivir entre los árabes. Es que los árabes insisten en que los judíos no vivan entre ellos. Si Obama todavía no lo entendió, es que tiene mucho que aprender.
FUENTE: JWR - 22/07/09 -
COMENTARIO:
Ya se sabe que los políticos prometen en sus campañas electorales todo lo que van a hacer y después hacen lo que pueden. Muchas veces lo opuesto a lo que pensaban. Pero esto se trata de otra cosa, se trata de conceptos, o bien Obama lo tenía claro entonces y no lo cumple ahora o no lo sabía y sólo fue un argumento de campaña.
En cualquiera de los dos casos, lo que aparentemente sigue desconociendo el presidente de Estados Unidos es que mágicamente ha encontrado el único tema sobre el que todos los israelíes y también los judíos de la diáspora están de acuerdo, nadie aceptará que Jerusalem sea dividida.
Duele saber qué hicieron los jordanos con las lápidas, en oposición, Israel respeta todas las religiones y protege sus antiguos sitios sagrados que sus fieles son libres de visitar sin ningún impedimento.
A siete meses de haber asumido la presidencia se puede esperar que se equivoque, está en los israelíes y su gobierno impedir que los errores que puede cometer sean demasiado grandes. Insistir sobre este tema sería un error mayúsculo de consecuencias imprevisibles, como lograr que todo el pueblo judío esté de acuerdo aunque sea sobre un solo tema, un verdadero milagro. Y que actúe en consecuencia.
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