Publicado por Ariodante
Sir Arthur Conan Doyle (Edimburgo, 1859-1930), el archiconocido creador de Sherlock Holmes, tiene una obra muy extensa: policíaca, novela histórica medieval, aventuras en el Nuevo Mundo, las futuristas aventuras del Profesor Challenger, aparte de ensayos, artículos etc.
La propia vida de Doyle, relatada en su autobiografía Memorias y Aventuras, es una larga lista de peripecias, aventuras y complicaciones en las que nuestro autor disfrutaba enormemente implicándose. Estudió medicina, aunque apenas si la ejerció, y mientras estudiaba realizó todo tipo de tareas, desde embarcarse en un ballenero –como médico- por el Ártico, en un mercante por África… Incluso jugaba a detectives, investigando por su cuenta casos dudosos, como el que sirve a Julian Barnes como base para su novela Arthur & George, y que el propio Doyle cita en un capítulo de su autobiografía: el caso Edalji.
Pues bien, en otoño de 1895, Doyle, su mujer y su hermana, pasaron una larga temporada en Egipto, ya que por la enfermedad de su mujer necesitaba un clima cálido y seco, y aprovecharon mientras les estaban construyendo su casa en Inglaterra, para tomarse unas largas vacaciones en El Cairo y hacer algo de turismo. Pero claro, nuestro autor era un metomentodo impenitente, con lo que el invierno africano resultó plagado de experiencias memorables que le sirvieron para unos cuantos relatos y narraciones, además de algún pequeño accidente que estuvo a punto de dejarle tuerto.
Por lo pronto, se instalaron en un hotel y se implicaron en la vida social británica de El Cairo, por aquel momento muy intensa. Y allí Doyle tuvo ocasión de observar a fondo una colección de tipos coloniales de lo más variopinto. En su autobiografía los cita ampliamente. Al comienzo de 1896, hicieron un crucero por el Nilo, remontándolo hasta lo que él llama las “avanzadillas de la civilización”, Wady Halfa, un sitio no muy lejano al lugar en que el general Gordon fue masacrado por las huestes del Mahdí, apenas diez años antes. Las orillas eran frecuentemente objeto de asaltos de merodeadores islámicos, seguidores de aquellos que acabaron con Gordon. Allí encontró, en la Roca de Abusir, a un pequeño grupo de turistas, hombres y mujeres, desprotegidos y en una situación de cierto apuro, ya que no llevaban escolta. La escolta que llevaba Doyle era muy reducida, así que él mismo pasó algunos momentos de agobio. En sus memorias dice: “Mi impresión fue tan fuerte que se me ocurrió la idea de mostrar el efecto de una experiencia tan horrible en un grupo de personas de diferentes tipos y categorías”. De ahí surge “La tragedia del Korosko”, publicado en América como “Un drama en el desierto” y llevado a escena posteriormente como “Los fuegos del destino”.
Conan Doyle era gran aficionado al tema militar, pese a lo cual nunca pudo participar como tal en una guerra, ya que para unas era demasiado joven y para otras, demasiado mayor, aunque colaboró como voluntario médico en la guerra de los bóers y en otras acciones bélicas como reportero (en Sudán, y en la I Gran Guerra ). Pero en su variada obra literaria se expandió militarmente a su gusto con Las hazañas del brigadier Gerard (obra reseñada en Hislibris) y con las novelas de corte medieval Sir Nigel y La Compañía Blanca.
Nada más actual que un crucero turístico por el Nilo, a la búsqueda de tumbas, monumentos y esculturas, y un grupo variopinto de turistas, principalmente anglosajones, con distintas motivaciones y aspiraciones en el viaje. Ello le da a nuestro autor la oportunidad reflejar conductas diversas, confrontaciones de ideas y sentimientos encontrados.
Pero el crucero, hoy habitual, en aquella época llegaba a tierras que lindaban con zonas inexploradas y en poder de árabes en pie de guerra santa permanente, seguidores del terrible Mahdí que años antes había sitiado Khartum y degollado a Gordon. Cuenta Doyle: “el árabe del Sudán es un fanático desesperado que va al encuentro de la muerte con el frenesí de un demente, y ansía el cuerpo a cuerpo siempre que puede hundir su lanza en el cuerpo del enemigo, aunque lo cosan a balazos antes de alcanzarlo.”
En el relato que comentamos, se describen una serie de personajes, mayoritariamente anglosajones: ingleses, irlandeses, norteamericanos, un francés y dos italianos, que son precisamente los que escapan y dan la voz de alarma. Hay un matrimonio, varios solteros, hombres y mujeres de distintas edades, un coronel retirado y un clérigo. Al comienzo y como presentación de los personajes, se producen diálogos que nos informan de las posiciones de cada uno, sus ideas, su manera de ver el mundo, etc. sus puntos de vista ante el hecho colonial, ante el hecho religioso, etc.
Empieza la excursión, que abandonando el barco se desplaza, a lomo de burros, por una parte del desierto, cercana al río, en busca de la famosa Roca de Abusir. Las descripciones del desierto, que en tantas ocasiones vivió el propio autor, son impresionantes.
Surge la aventura: los turistas son atacados por unos merodeadores árabes, que, tras una breve lucha matan y hieren a varios componentes del grupo y la pequeña escolta que les acompaña. Son hechos prisioneros y trasladados en camello, hacia el territorio que ellos llaman de los derviches.
Afortunadamente, una de las turistas y su hijo, han quedado en el barco, y son la esperanza de que a través de ellos les llegue ayuda. Pero pasa el tiempo y la ayuda esperada no llega, van muriendo algunos de los personajes, por las heridas o por intentos de rebelión.
Los prisioneros se ven reducidos a unas condiciones cada vez más penosas y su moral, que al principio se mantiene, va decayendo y surgen disputas y tiranteces. El viaje por el desierto, en los momentos en que no son molestados, causa estupor en los turistas, por su inmensidad y vastedad. Los amaneceres y los crepúsculos son descritos pictóricamente por la pluma de Doyle, y parece que los estemos disfrutando directamente. Pero las conductas de los turistas, reducidos a un estado de supervivencia vital, se van transformando.
Tras varios intentos de evasión, se dan cuenta de que su destino es la muerte, y se preparan, tras intentar postergar el momento, para morir con dignidad. Las reacciones de cada uno son interesantes de apreciar, y Doyle las va plasmando con maestría y dotes de gran observador.
El drama tiene un momento álgido cuando los árabes les imponen una terrible elección: convertirse al Islam, abjurando de su fe, o morir. Las reacciones son diversas ante esto, pero lo que parece resumirse en una cuestión de puro formulismo religioso, es en realidad una cuestión de honor y de dignidad.
Los tremendos momentos que siguen a la decisión, unidos a la llegada final de las tropas enviadas en su salvamento, es algo que dejaremos a los lectores para que disfruten de a emoción del momento.
El relato, en la edición de Laertes, no llega a las 180 páginas, con lo que se lee de una sentada y la tensión se mantiene hasta el final.
SITIO RECOMENDADO:
http://www.hislibris.com/ - RESEÑA DE LIBROS DE HISTORIA
COMENTARIO:
Un texto que sirve para entender qué está ocurriendo ahora, no es necesario ir a pasear por el Nilo para encontrarse con estos delirantes. Ellos vienen hacia nosotros en una época donde los medios nos acercan sin que podamos detenerlos. La historia no ha cambiado y asusta.
Apreciada Ana, en el islam no ha cambiado nada, todo sigue igual, están en su delirio y sólo la muerte de herejes los puede aliviar. Es una religión que, salvando a los que se pueda, siente la sangre como algo inherente a ellos. Veremos.
ResponderEliminarY en esa época no existía Israel, ni Estados Unidos era el "Imperio moderno", pero hacían lo mismo que hacen hoy. Como dijo Kipling "East is East and West is West". "y ellos nunca se encontrarán". Y tenía razón, es inútil. Saludos.
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