miércoles, 11 de mayo de 2011

828 - ABBÁS TOMA PARTIDO CONTRA ISRAEL Y EE.UU


LA IRA DE ABBÁS
Harto de las estancadas conversaciones de paz, el líder palestino desafía a Israel y se descarga contra Obama

Por DAN EPHORN

Un artículo bastante largo que vale la pena leer para entender por qué Abbás se une a Hamás, cuando la lucha por el poder entre ambos bandos fue feroz. Persecuciones y ejecuciones de gente de Abbás en Gaza cuando lo derrocaron, todo se olvida cuando conviene, los muertos... muertos están... por nada.

Después de leer esto no debe sorprendernos la actitud de Israel que no reconoce a Hamás como un interlocutor para la paz, puesto que su objetivo es la destrucción del Estado Judío. Ahora lo acompaña Abbás, quien aunque se prestaba a los diálogos, jamás reconoció su existencia. Las cosas se van aclarando para Israel ¿lo entenderá el mundo que exige paz con quienes no la quieren? Resalté lo mas llamativo.

ANA



Una imagen vale mil palabras, la mirada torva y triunfal de Haniye dirigida a sus partidarios, su mano que estruja la mano de Abbas, con una sonrisa dibujada. Esa mano sobre la otra dice quién manda allí, el dedo anular es una garra. ANA

Nos encontramos en algún lugar sobre el Mediterráneo y Mahmoud Abbas, el Presidente palestino, está intentando meterse en la cabeza de Barack Obama. “Lo conocíamos desde antes que fuera presidente” dice, luchando por comprender qué le pasó al hombre que parecía más receptivo que cualquiera de sus predecesores con la causa palestina. “Lo conocimos y fue muy comprensivo”. A nuestro alrededor, los asesores más cercanos de Abbas están revolviendo papeles o tipeando, en sus laptops, mientras sus guardaespaldas descansan sobre largos sillones de pana. Saeb Erekat, el ubicuo asesor, está redactando los “talking points” para el encuentro de Abbas del día siguiente con el presidente francés Nicolas Sarkozy. Un hombre con un arma está engullendo semillas de zapallo. En un espacio del tamaño de dos salas de estar la mayor parte de los 20 extraños pasajeros están fumando y también lo hace Abbas. A sus 76 años, fuma más de dos paquetes por día.


Abbas es casi tan afable como lo son los políticos, incluso israelíes duros como Ariel Sharon lo dijeron. Pero, en ocasiones, puede dar un golpe de crítica mordaz, usualmente seguida de una sonrisa de abuelo. Hace una semana me dijo, sin rodeos, que Obama lo engañó y defraudó al fracasar en mantener la presión sobre el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para una moratoria, el año pasado, en la construcción de asentamientos en la Margen Occidental. “Fue Obama quien sugirió un congelamiento total de los asentamientos”, explicó Abbas. “Yo dije OK, acepto. Ambos subimos juntos al árbol. Luego, él bajó con una escalera y quitó la escalera y me dijo, salta. Lo hizo en tres ocasiones”.

Abbas criticó los esfuerzos de mediación del enviado especial de Obama, George Mitchell, quien fue y vino, entre israelíes y palestinos, durante más de dos años. “Cada visita de Mitchell, conversamos y le dimos algunas ideas. Al final descubrimos que no transmitía ninguna a los israelíes. ¿Qué significa esto?”

Ahora, en el vuelo desde Túnez a París, quería saber cuánto tiempo podía esperar Abbas. Los próximos 18 meses son, tal vez, un tiempo muerto en la diplomacia israelí–palestina, ya que Obama se concentra en su campaña de reelección. Ningún candidato a presidente quiere arriesgarse a alejar a partidarios de Israel ejerciendo presión sobre el asunto de la paz. Pero un segundo mandato de un presidente puede ser más audaz. Bill Clinton, luego de su reelección en 1996, logró llegar a un acuerdo israelí por una retirada parcial de la Margen Occidental. Netanyahu lo recuerda bien: en aquel momento era Primer Ministro. Pero Abbas, quien trabajó cada arista de la condición de Estado palestino durante 50 años, los últimos seis años como presidente, dice que se le está acabando el tiempo. “No puedo esperar. Alguien esperará en mi lugar”, me dice. “Y no permaneceré más tiempo”.

Mientras  Oriente Medio atraviesa una profunda transformación, los americanos pueden contar con que una cosa en la región continúa de la misma manera: el irresuelto conflicto israelí–palestino seguirá siendo una molestia para los árabes y una fuente de resentimiento contra los Estados Unidos. Abbas ofreció su mayor esperanza de paz entre las dos partes cuando sustituyó a Yasser Arafat en el 2004. Moderado en su enfoque respecto a Israel e inequívocamente contra la violencia, fue la contraparte de la astucia y excentricidad de Arafat.

El optimismo no duró mucho. En poco tiempo, Abbas perdió su Legislatura frente a los islamistas de Hamas y luego perdió Gaza frente al mismo grupo intransigente. Cuando él y el Primer Ministro Ehud Olmert se acercaban a un acuerdo (2008), los cargos de corrupción convirtieron al líder israelí en un caso perdido. Entonces, los israelíes eligieron a Netanyahu.

Si Abbas abandona el escenario sin un acuerdo, agregaría otra capa de incertidumbre a la turbulencia regional. Entre las figuras políticas de la Margen Occidental y Gaza, Abbas es la más popular, seguida por el líder de Hamas. Incluso si el partido Fatah de Abbas puede conservar el poder, a su sucesor le faltará la talla de generación fundadora de Abbas. Tal vez sea menos capaz de hacer aprobar los compromisos requeridos para la paz con Israel. “Sería realmente una tragedia de oportunidades perdidas”, dice Yossi Beilin, ex negociador de la paz que conoce muy bien a Abbas.

La Historia de la Margen Occidental

Mientras revolotean esos asuntos, Abbas permitió la semana pasada entrar a Newsweek en su espacio privado. Durante cinco días, viajé con él desde Jordania hacia Túnez, hasta Francia, mientras conseguía el apoyo para una resolución de Naciones Unidas, en el próximo septiembre, que podría conferir la condición de estado a los palestinos; imitando, de manera deliberada, el  proceso que dio nacimiento a Israel, hace más de 60 años atrás. En el avión, y antes y después de las reuniones, accedí, casi sin restricciones, a Abbas y sus asesores más cercanos.

El equipo viaja en un Airbus A318 prestado por los Emiratos Árabes Unidos (la OLP cuenta sólo con un pequeño jet). Cuando se adapta a vuelos comerciales, tiene una capacidad para 132 pasajeros pero, en la actual configuración, tiene el confort de un avión privado: espacios abiertos, mesas de madera para el café, y asientos de cuero. La rutina de viaje de Abbas incluye unos momentos para los rezos en su asiento durante el despegue y luego unos 15 minutos de lectura de una copia manoseada del Corán.

Durante gran parte de la travesía, las azafatas traen comidas del Medio Oriente como cuscús y kebab, aunque también calamares, mejillones y langostinos, que parecen gustarle especialmente a Abbas. Mientras estamos aterrizando en Túnez, un asesor -que se presentó como el Coronel Said- camina rociando Paco Rabanne Ultraviolet sobre cada uno de los pasajeros.

El viaje cuenta con todo el protocolo de una visita extranjera de un jefe de estado: las bandas de música presidenciales en los aeropuertos y las escoltas de lujosos autos negros, que disminuyen la velocidad mientras los policías detienen el tráfico (en París, nada menos). Ellos son el testamento de la gran fuerza que construyó la OLP durante décadas, y la amplia simpatía que los gobiernos tienen por la causa palestina. Pero Abbas es constantemente conciente de que encabeza algo que no llega a ser un estado, y que el tiempo que le queda para alcanzar la independencia está llegando al conteo final.

Gaza: Una Ciudad herida detrás del bloqueo

En la noche del 17 de febrero Abbas recibió, en su oficina en Ramallah, una llamada telefónica. Era el Presidente Obama que solicitaba un pedido. En las semanas anteriores, los manifestantes árabes en la región habían derrocado a dos autócratas de larga data, incluyendo uno de los amigos árabes más cercanos de América, Hosni Mubarak. Las manifestaciones estallaron en Libia y Yemen y pronto se extenderían a Siria. En Washington, a los funcionarios les preocupaba que los manifestantes se concentraran, eventualmente, en la relación de América con algunos de estos dictadores y en su apoyo a Israel. Los cautelosos pasos de Obama parecían estar evitando las pavorosas escenas quemando las banderas americanas. Pero una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, propuesta por los palestinos y programada para ser debatida al día siguiente, amenazaba con recordar a los árabes lo que más odian ellos de América.

La Resolución exigía que Israel “cese inmediatamente y por completo todas las actividades de asentamientos en el territorio palestino ocupado”, una postura que Obama sostuvo durante largo tiempo. De hecho, los palestinos dicen que copiaron la expresión directamente de declaraciones públicas de la Secretaria de Estado Hillary Clinton. Pero esto colocó a Obama en un aprieto. Miembros de su Partido Democrático sintieron que habían pagado, unos meses antes, el  precio en las elecciones de mitad del mandato en la postura dura de Obama con Netanyahu durante el año precedente. Un veto americano mitigaría el daño. Pero, también, recordaría a los manifestantes árabes cuán carente de sentido puede ser, con frecuencia, el apoyo de América a Israel.

Entonces, durante 55 minutos, Obama primero razonó con Abbas y, luego, lo presionó a retirar la resolución. “Él dijo: es mejor para ustedes, para nosotros y para nuestras relaciones”, afirmó Abbas. Luego el presidente americano hizo amablemente lo que Abbas describe como una “lista de sanciones”, que los palestinos tendrían que tolerar si el voto seguía adelante. Entre otras cosas, advirtió que el Congreso no aprobaría los 475 millones de dólares en ayuda que América brinda a los palestinos.

Abbas me relata la historia en nuestra parada en Túnez. En la casa de huéspedes presidencial, un enorme complejo de lujosas suites y salones de reunión con grandes arañas, todos los televisores están sintonizados con las redes de noticias árabes. En este ciclo de noticias, se centran en Siria, donde Bashar al-Assad había tomado violentas y enérgicas medidas contra los manifestantes. Los palestinos están contra de Assad, quien entregó dinero y apoyo a los rivales de Abbas en Hamas. Durante esta semana, previamente, la conversación con Abbas se había dirigido hacia Mubarak y el manejo de América de la revolución en Egipto. Abbas me dijo que pensaba que el empujón que le dio Obama a Mubarak era imprudente y “descortés”. “Desde el primer día, cuando empezó con Mubarak, recibí una llamada de Madame Clinton. Le dije, “Ustedes saben cuáles son las consecuencias? El caos, o la Hermandad Musulmana, o ambas cosas?”, dice. “Ahora tienen las dos cosas”.

Después que Abbas informara a Obama que no retiraría la resolución, Clinton continuó con una exhortación propia, durante 30 minutos. Luego, más presión. Los funcionarios de bajo rango llamaron a varios palestinos influyentes en Ramallah y les pidieron que utilicen su control sobre el líder palestino. Abbas no estaba preparado para lo que iba a ocurrir. Sólo cuando vio en televisión  el voto del Consejo de Seguridad se conectó con la realidad. “Tenía la idea que se abstendrían”, me dice. “Pero cuando dijeron, ´Quién está en contra?´, mi amiga Suzanne (Embajadora americana ante Naciones Unidas, Suzanne Rice) levantó su mano”.

Abbas sacude su brazo y libera un largo grito. Los otros 14 miembros del Consejo, incluyendo Francia y Alemania, apoyaron la resolución.

La semana pasada, cuando el reportero de Newsweek en la Casa Blanca le preguntó al vocero sobre una respuesta a la crítica de Abbas, un alto funcionario de la administración, que se encontraba en la habitación durante la conversación de Obama con Abbas, describió la versión como una “lectura selectiva de cómo ocurrieron esos hechos”. El funcionario se rehusó a ser identificado. Pero Tommy Vietor, vocero del Consejo Nacional de Seguridad de Obama, quiso ser citado por su nombre. Dijo que las conversaciones con Abbas y Clinton fueron más cortas que lo que Abbas sostiene e insistió en que Obama no se refirió a la posibilidad de medidas punitivas. “Simplemente no es acertado afirmar que amenazó al Presidente Abbas”, dijo Vietor. “El Presidente Obama presentó, en privado, el mismo argumento, como lo hacemos públicamente: ese esfuerzo no ayuda a los palestinos, a los israelíes, o a la causa de la paz”.

La Casa Blanca objetó la idea que Obama enfrío su relación con Abbas. Un funcionario dijo que esa acusación “no tenía sentido”. Y Vietor describió como “totalmente desacertada” la crítica de Abbas acerca de Mitchell, el enviado. “Por supuesto que comunicó las ideas de ambas partes todo el tiempo”.

En París, el gobierno francés envía lujosos Peugeot para trasladar a Abbas y sus asistentes más cercanos desde el Aeropuerto de Orly, mientras que el resto del entorno se desplaza en Mercedes, de una compañía de autos privada. Mi chofer me comenta que el dueño de la empresa es un palestino, que fue amigo de Abbas y Arafat desde los años ’60. Brinda gratis sus autos, cada vez que la delegación llega a la ciudad. Su compañía brinda servicios a la viuda de Arafat, Suha, que vive en París y a quien mi chofer describe como “generosa con las propinas”.

Somos trasladados al Hotel Le Meurice, en los Jardines de las Tullerías. Se arreglan habitaciones contiguas a la de Abbas y su oficina, y asistentes e invitados entran y salen constantemente. En el hall de entrada, unas decenas de groupies esperan a Beyoncé Knowles, quien también se hospeda en el hotel. Ella atraviesa el lobby unos minutos antes de que Abbas se retire a sus entrevistas.

En la agenda con Sarkozy se encuentran las perspectivas para septiembre, cuando Abbas planea realizar su gran jugada ante Naciones Unidas.

La estrategia de Naciones Unidas, cuando se refiere a Medio Oriente, es usualmente equivalente a un Ambien político (Ambien, benzodiazepina, psicofármaco). Pero Abbas cree que una resolución que reconozca a un nuevo Estado de Palestina, dentro de las fronteras de 1967, sería un cambio innovador, en especial si cuenta con el apoyo de las principales democracias del mundo. Por esta razón, París es la quinta capital europea que visitó en las últimas seis semanas.

A juzgar por la respuesta de Israel, no debe estar equivocado. El mes pasado, durante un discurso a activistas pro–israelíes en Nueva York, el usualmente imperturbable Ministro de Defensa Ehud Barak, advirtió que Israel enfrenta un profundo aislamiento, un ”tsunami diplomático” llegará en septiembre.

En la habitación, Sarkozy es muy receptivo. Le dice a Abbas que está indignado por la construcción de asentamientos por parte del Primer Ministro israelí Netanyahu, y que apoya la independencia palestina. Sin embargo, el voto de Naciones Unidas podría provocar una fuerte respuesta israelí o desencadenar otra ronda de violencia. Luego de una hora de conversaciones, el presidente francés continúa siendo evasivo.

La estrategia para septiembre marca una apuesta para Abbas. Al menos a uno de sus asistentes le inquieta que genere el tipo de expectativa que el líder palestino no pueda afrontar. Los votos de Naciones Unidas no hacen desaparecer, de improviso,  a 500.000 colonos judíos de la Margen Occidental y Jerusalén Oriental. Y resulta poco probable que Netanyahu entregue las llaves. (Su vocero, Mark Regev, dijo sobre la iniciativa de Naciones Unidas: “Los palestinos pueden seguir con más retórica vacía o elegir el camino del verdadero cambio. El único camino hacia la paz y el Estado palestino es a través de negociaciones con Israel”).

Para que la resolución de condición de Estado sea más que un mero impacto simbólico, Abbas tendrá que regresar de Nueva York y reivindicar la soberanía sobre el territorio que Naciones Unidas le reconoció. Eso implicaría medidas de confrontación; por ejemplo, poner fin a la cooperación de seguridad con Israel. Abbas me dijo que ese era un camino que él no iba a tomar.

El peligro es que sin un movimiento tangible, la decepción podría convertirse en ira popular dirigida contra Israel o, incluso, contra el mismo presidente palestino. A Abbas le gusta decir que si tan sólo 10 personas protestaran fuera de su oficina en Ramallah, dejaría su cargo, en contraste con los líderes árabes que se aferran al poder. Cuando me dijo eso durante el viaje, uno de sus asistentes lo corrigió: “Dijo 3 personas, la última vez”.

Abbas perdió el extremo de su dedo anular derecho. La historia que escuché parecía reflejar la torpeza que Abbas experimentó desde ser el reemplazo de Arafat tras bambalinas hasta liderar la OLP y cuánto odiaba las multitudes. Mientras hacía campaña para presidente, después de la muerte de Arafat, a fines del 2004, una horda de personas rodeó su auto al sur de Gaza. Inseguro sobre sus intenciones, presionó el botón eléctrico de su ventana blindada y la cerró sobre su propio dedo. Pero Abbas me contó la verdadera historia, una versión que tenía más sentido. Fue su chofer, preocupado por su seguridad, quien presionó el botón. En el momento en que Abbas pudo reaccionar, ya se había lastimado la punta de su dedo. Abbas tenía que ofrecer un discurso en la ciudad de modo que vendó su dedo y permaneció durante dos horas. Luego, el mismo chofer lo trasladó a un hospital, en la ciudad de Gaza, a unos 30 kilómetros de distancia. “Allí encontré a un médico, que me realizó una cirugía”, me contó Abbas.

¿El chofer sigue trabajando para él? “No, no, no. Le dije, ´tienes que irte´, y se fue”.

FUENTE: CIDIPAL-LA IRA DE ABBAS-03/05/11

Fuente: www.newsweek.com - 24/04/11
 

COMENTARIO:

Este tipo de artículos es lo que llega al público norteamericano, que se puede sintetizar en el deseo de cada presidente americano de poner fin al desencuentro entre palestinos e israelíes. Así Obama trató de congraciarse con Abbás, innovando con la idea de que debían detenerse los asentamientos israelíes en Cisjordania, lo que Abbás, encantado, aceptó. Nadie había introducido esa idea antes que lo hiciera Obama, ahora es una exigencia palestina que obstaculiza cualquier tipo de acuerdo.

Pero en el fondo, todo es una lucha por pasar a la historia, Obama lo quiso, como otros antes que él, Abbás lo declara, ya no le queda tiempo, dice. Y el mundo no hace lo que se debe, dejar de alimentar a una dirigencia que no piensa en su pueblo ni en lo que conviene a todos, sino que persiste en los viejos anhelos de Arafat. Palestina toda, incluyendo a Israel es de los palestinos. Y ninguno pasará a la historia porque no lo lograrán.

En todo este ir y venir, acuerdos y desacuerdos, está el dinero, Mercedes Benz, propinas generosas con el dinero que Occidente regaló graciosamente a Arafat y que heredó su viuda.

¿Israel? Ellos son los únicos realistas, no tienen esas ambiciones personales de pasar a la historia. Su tarea es que buscando la paz, siempre escurridiza, se ocupan bien de defenderse. Tanta sinrazón sólo logra que Israel mantenga la calma y no se haga ilusiones, otro milagro en un mundo irracional, así sobrevivirá.

ANA

2 comentarios:

  1. Gracias Ana, por publicar este tipo de artículos. Se aprende mucho.

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  2. Evelyn: No sabés qué importante es este mensaje para mi. Trato de no publicar artículos muy largos y si lo hago los resalto para los que no tienen tiempo, como es en este caso. Pero pocas veces encuentro un artículo de Newsweek traducido y pensé que podía interesar saber qué leen los americanos, ésta es una revista importante y una buena oportunidad aunque no sean muchos los que lean este artículo. Me alegra muchísimo que te haya interesado. Afectuosos saludos.

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