domingo, 11 de agosto de 2013

1166 - QUÉ PRODUJO EL CAOS EN EGIPTO?


CONOZCA AL NUEVO NASSER / SADAT / MUBARAK

El régimen de los oficiales continúa gobernando en Egipto.

Por JONATHAN SPYER

Para muchos partidarios egipcios del golpe del 3 de julio -contra el gobierno dirigido por los Hermanos Musulmanes- el líder de la asonada militar, el general Abdel Fattah al-Sisi, es una figura de culto.

Carteles ostentando el rostro del general, junto al de Gamal Abdel Nasser han aparecido por todo El Cairo.

Nasser, por supuesto, fue quien inició el régimen de los oficiales que gobernó Egipto desde 1952 hasta la caída de Hosni Mubarak, a principios de 2011. También, en 1954, presidió la sangrienta represión contra los Hermanos Musulmanes.

Sisi, para quienes lo veneran, es visto como el heredero del manto de Nasser.

Para las multitudes que convocó a la plaza Tahrir, en su discurso televisado del 24 de julio, es -al igual que su predecesor- un oficial patriota que intervino para la salvar al país en un momento de crisis nacional suprema.

Nadie en Egipto venera a los dos sucesores de Nasser -Anwar Sadat y Mubarak-. Pero si la comparación de Sisi con Nasser tiene sentido; ha de ser el caso que el general golpista sea también su heredero.

Y así es. El golpe del 3 de julio es una victoria para la contrarrevolución egipcia. Se restableció, al menos por ahora, el status quo anterior al año 2011.

Es importante no dejarse engañar por la multitud en la plaza Tahrir que prometió defender a Sisi. Ellos fueron convocados por el general en una maniobra familiar que pertenece a otros tiempos y otros lugares. Nasser, también sabía cómo convocar a las calles de El Cairo a las masas intoxicadas de seguidores cuando era necesario, por lo general para exigir con gran euforia algún elemento de la política que el presidente ya había decidido llevar a cabo de antemano. Lo mismo sucede con Sisi.

En el caso de Sisi, las multitudes en la plaza son necesarias para hacer que el golpe de Estado se parezca a otra cosa. Esto no es sólo o principalmente para el consumo local o regional.

En los viejos tiempos, los oficiales árabes recubrían su hegemonía con consignas exhortando al socialismo o la nación árabe. Hoy en día, la democracia y la representación son las consignas. Sisi entiende que sus patrocinadores en Occidente, sobre los que se basa el ejército egipcio, están molestos y asustados por el movimiento de las fuerzas armadas.

Para él y sus seguidores, esta reacción representa el colmo de la ingenuidad. En lo que a ellos respecta, la acción del 3 de julio salvó a Egipto de la instauración de una autocracia dirigida por los Hermanos Musulmanes, presidiendo sobre el caos y probablemente una hambruna.

La decisión de EE.UU. de retrasar la entrega de cuatro aviones de combate F-16 aviones a Egipto indica un creciente malestar y una preocupación estadounidense por los gobernantes militares de facto. Al mismo tiempo, EE.UU. aún no ha declarado abiertamente el hecho evidente de que el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi constituyó un golpe de Estado, ya que esto requeriría el cese de la ayuda de EE.UU. en su totalidad, lo que sumiría a Egipto en el caos.

Del mismo modo, la insistencia de la jefa de la Política Exterior de la Unión Europea, Catherine Ashton, en visitar al depuesto y encarcelado Morsi estaba destinada a señalar la desaprobación de las tácticas de los generales.

Los militares han indicado que no quieren gobernar el país, y han establecido una hoja de ruta que intenta llevar a cabo nuevas elecciones presidenciales dentro de nueve meses. Pero incluso si las nuevas elecciones se realizan según el cronograma; el golpe de Estado del 3 de julio habrá cambiado irrevocablemente el panorama político egipcio que surgió desde 2011. Eso indica que no importa quién gane las elecciones, el ejército es la fuerza que en última instancia decidirá el rumbo del país, interviniendo para ajustar la situación cuando lo estime conveniente, dejando las tareas rutinarias de la administración diaria a los políticos.

Esto no era lo que los Hermanos Musulmanes tenían en mente cuando acudieron a las elecciones. Tampoco es cierto que se propongan aceptar esto. En consecuencia, Egipto permanece al filo de la navaja.

La Hermandad no ha aceptado el veredicto del 3 de julio, y el grupo está regresando a la función de un movimiento de oposición insurreccional. Los manifestantes de la Hermandad permanecen instalados en la mezquita Rabia al-Adawiya, en el distrito “Nasr City“ de El Cairo. Cientos de personas ya han muerto en enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad.

Hay rumores de que se están acumulando armas y artefactos explosivos en Rabia, en caso de que el ejército intente una dispersión violenta de los manifestantes. Las demandas de la Hermandad permanecen inmutables: la restitución de Morsi y la reinstauración de la Constitución islámica que él y sus colegas habían implantado.

La violencia contra los soldados y la policía en la zona del Sinaí está en aumento. Hay informes sobre la creciente presencia de islamistas salafistas entre los manifestantes en Rabia.

El predicador de la Hermandad, el jeque Yusuf al-Qaradawi, ha llamado a una jihad (guerra santa) contra el nuevo régimen de Egipto.

Sin embargo, Sisi parece querer evitar una confrontación frontal con la Hermandad. Por el momento, tiene lo que quiere -poder, legitimidad popular, y a los Hermanos Musulmanes fuera de la carpa-. Desde su punto de vista, esta es su movida.

Si ellos intentan seriamente convertirse en un ejército insurgente algo que estaría fuera de las tradiciones del movimiento en Egipto -entonces estarían invitando a una situación como la de Argelia-. Tal escenario sería catastrófico para todos los egipcios.

Pero es casi seguro que resultará en la derrota y la destrucción de los Hermanos Musulmanes.

Y si, como parece más probable, quieren continuar con las protestas políticas, con los elementos más extremistas participando en actos esporádicos de violencia, entonces Sisi tratará de contenerlos, y esperarlos hasta que se terminen, contrarrestando sus mítines con manifestaciones públicas masivas de apoyo a su favor.

El punto a tener en cuenta es que aún existen dos fuerzas dignas de mención en Egipto: el ejército y los Hermanos Musulmanes.

Todo lo demás está de adorno.

Y por ahora, el ejército está ganando. Eso es bueno para el Occidente, aunque aparentemente no lo vea de esa manera.

Mientras tanto, el nuevo Nasser / Sadat / Mubarak, apoyado y financiado por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, tiene el control de Egipto.

Su reinado no traerá la democracia, ni la prosperidad al país arruinado. Sin embargo, evitará la pesadilla de un régimen islámico en el Nilo, por todos los medios que el general considere apropiados.

FUENTE: AURORA-SPYER-CONOZCA AL NUEVO PTE. DE EGIPTO-08/08/13

REFLEXIÓN:

Claro que para los países democráticos un golpe de estado es repudiable, pero ¿que otra alternativa había para que el pueblo todo no quedara preso de un gobierno teocrático donde la religión no gobernara totalmente sus vidas y para siempre, una vez que se haciera fuerte?

Morsi pertenecía a los Hermanos Musulmanes y debía renunciar a ellos para poder presentarse a elecciones, así lo hizo y fue votado por una mayoría que creyó que no iba a imponer a toda la ciudadanía los objetivos de la Hermandad. Esa trampa produjo el caos, el ejército le dio un ultimátum para poner orden o lo reemplazarían. No pudo hacerlo y lo derrocaron.

Llamarán a elecciones en corto tiempo, esta vez sin que los HM intenten tomar el poder. ¿Será así o los militares se eternizarán como los que los precedieron? Es imprescindible entender la mentalidad de estos pueblos en constante lucha entre religión y política, es lo que Occidente no puede obviar.

Todo lo que los egipcios desean es libertad y buena administración, demasiado para que en esta etapa de su historia la democracia al estilo occidental sea posible en Egipto, como en cualquier país donde la religión tiene aspiraciones políticas. Éste es el problema que Catherine Ashton y la UE no tienen en cuenta. Los pueblos saben qué gobiernos no quieren y se manifiestan, tanto ahora como cuando protestaron contra Mubarak. Están hartos de pobreza y falta de libertad y oportunidades.

Libertad y una vida digna, quien pueda ofrecerlas y cumpla ganará el voto de la ciudadanía. Eso es democracia, no más de lo mismo. Mientras luchen y expresen su disconformidad gestarán el gobierno que los tenga en cuenta, de lo contrario la historia volverá a repetirse.

Los egipcios no han caído en las trampas de la democracia como muchos otros pueblos que la practican. El pueblo está aprendiendo y reconoce cuando lo engañan, es probable -y ojalá que así sea- que sus reclamos enseñen a los grupos de poder el camino correcto. Protestan y se hacen oír, todos deberíamos aprender de ellos, aunque debería ser sin violencia. Ignorantes y voluntaristas abstenerse.

ANA

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