La salida de la crisis es la legalidad y la constitución
El año 2007 llegó a su fin y desde el 23 de noviembre el Líbano continúa acéfalo en la más alta magistratura del país. Todo indicador político arroja elevadas probabilidades de que el país de los cedros se encamine a la realidad de Irak en Oriente Medio. Sin presidente, cojeando, herido de muerte en sus instituciones, con un gobierno débil, una oposición convertida en filial de Teherán, el Líbano parece indefectiblemente un estado fallido cuyas instituciones otrora democráticas han perdido definitivamente el rumbo a manos del sin sentido y la ignorancia.
A primera vista, la crisis parece haber sido motivada por el fracaso del Parlamento a la hora de elegir un nuevo presidente. En realidad, sin embargo, el problema va más allá de la mera elección de un presidente. Después de todo, el sistema político libanés se centraliza en el parlamento con la figura del Primer Ministro, quien ejerce el poder ejecutivo y las funciones de mayor importancia sobre la presidencia del país. El presidente puede, y debe disponer constitucionalmente de otras funciones, pero no está en condiciones de forzar un cambio de rumbo político o un nuevo programa conjunto a la Nación. La lucha y la puja política en el Líbano es más que la elección de un presidente, aunque la las ambiciones personales del General Michel Aoun, aliado de Siria, pretendan presentar esta cuestión como la de mayor relieve. La verdadera lucha en el Líbano es estructural, se trata de una elección entre democracia o guerra a la que me resisto a denominar guerra civil, sino que bien podríamos denominar una guerra contra el sojuzgamiento sirio-iraní del país.
Según su constitución, el Líbano debería haber elegido a su nuevo presidente hace más de 7 semanas. Tanto por su texto constitucional como por la analogía y la práctica, el Parlamento debe celebrar sesiones para tratar de elegir un presidente por mayoría de dos tercios de sus miembros. “Si esa mayoría no surgiera tras 3 rondas, el Parlamento tendrá el derecho y el deber de elegir un Presidente por mayoría simple”. Es decir, 50% +1 de los diputados reunidos en sesión parlamentaria.
Lo que la constitución no prevé es esta cínica fantochada de “chantaje” político totalmente reñido con el marco de la carta magna. Esto es lo que la oposición ha estado haciendo con el apoyo de Teherán y Damasco en su esfuerzo por imponer el plan que se organizó a espaldas de la mitad de la ciudadanía libanesa para convertir al país en la República Islámica del Líbano, donde todos los candidatos son examinados por un grupo de mulás y nadie se declara ganador de las elecciones a menos que haya recibido la aprobación de los órganos paralelos del poder religioso iraní.
La mayoría, conocida como Bloque 14 de Marzo, cometió su primer error al aceptar la permanencia de los peones de la ocupación siria en puestos clave para el funcionamiento de las instituciones. Por ejemplo, Nabih Berri en la presidencia del Parlamento. Berri postergó en 11 ocasiones las sesiones de elección del presidente y facilitó y ejecutó las maniobras de boicot a los órganos legítimos de poder, tales como el Parlamento y el Consejo de Ministros.
Así pues, en lugar de avanzar en la legalidad y elegir presidente de forma transparente, la mayoría pasó a ser parte-cómplice en maniobras barrocas, muchas de las cuales fueron diseñadas en capitales extranjeras.
Cierto es que hay razones varias por las que el grupo legalista 14 de Marzo entró en este siniestro juego, una de las cuales fue la nefasta actuación de Naciones Unidas y el infantilismo de los gobiernos europeos con sátrapas árabes que desean engullir al Líbano, y también la quijotesca y crédula intervención de Francia.
A lo largo de su historia Francia ha basculado entre el realismo y el nacionalismo. El gaullismo represento un equilibrio entre ambas tendencias apoyando siempre al Líbano, y cada presidente fortaleció de forma personal su relación con Beirut. Aunque Chirac se inclinó por la ceguera nacionalista y soñó con que Francia dirigía una Europa autónoma que apoyada por Rusia y China fuera capaz de controlar a Estados Unidos, el presidente Sarkozy, por el contrario, superó el realismo más clásico, el que procede de la teoría de Maquiavelo y de la práctica de Talleyrand y reconoce acertadamente que si Europa aspira a jugar el papel de potencia, los europeos tendrán que negociar con los americanos el diseño de la futura alianza. Eso es, exactamente, lo que Sarkozy está tratando de hacer sin excluir el escenario del Oriente Medio. Y dejando de lado el antiamericanismo pueblerino y envidioso de Chirac, que no conducía más que a poner en evidencia sus propias limitaciones.
De allí que en su buena fe, el presidente Sarkozy y su ministro de exteriores, Bernard Kouchner, hayan estado a punto de caer en la trampa Siria. Deseosos de lograr un rápido y contundente éxito en su novel política exterior, lograron persuadir a la mayoría de los libaneses de enmendar la constitución para resolver el problema. Facilitando así un juego en el que Damasco y Teherán eran reconocidos en cierta medida por Francia y plenamente por Moratinos y España como legítimos actores con poder de veto en las elecciones libanesas. Luego entraron en escena los mulás chi’itas, los muftíes sunitas y el patriarca maronita, con lo que se concede también cierto poder de veto tanto a la iglesia como a la mezquita. Y así fue como definitivamente el Líbano terminó de caer en la telaraña de la versión local del sistema iraní de "walayt fakih" (normas de los mulas). Cuando Sarkozy se percató del engaño de Damasco y Teherán, no cayó en la trampa. Sarkozy es un nacionalista francés que busca la defensa de sus intereses, y sobre todo la influencia internacional. Para lograrlo trata de restaurar la confianza con Washington a través de un diálogo estratégico para defender los intereses nacionales en un entorno global. El mismo camino que siguió Aznar y que el hoy Presidente francés no dudó en tomar.
Estas maniobras produjeron los dos resultados buscados por la oposición:
Se estableció que el gobierno, a pesar de representar los intereses y la opinión mayoritaria de los libaneses, “no tiene el derecho a elegir al presidente”.
Si la oposición lograra tener éxito en este bloqueo, sentará un precedente peligroso y terrible. ¿Por qué la mayoría del gobierno – electa - no puede elegir la persona que considera más cualificada para el cargo de Presidente? La respuesta, desde luego, esta en el “no” de Teherán y Damasco.
El segundo resultado de esta situación barroca fue significativamente peor, al interferir Damasco y Teherán de manera casi oficial, indicando quién debe convertirse en el próximo presidente libanés.
Esto también sentaría un precedente peligroso. Dada la debilidad de los “estados barrera” como el Líbano no hay duda de que la comunidad internacional tiene en cuenta siempre las opiniones de los vecinos poderosos y las grandes potencias con intereses geoestratégicos. Sin embargo, esto no significa que las potencias extranjeras deban tener un papel casi institucional en los asuntos internos libaneses.
Juego complejo y perverso
Como elemento adicional de estas maquinaciones también se hacen presentes los intereses de una vecindad regional anexionista cuyos regímenes fascistas históricamente no aceptan la independencia del Líbano como nación soberana.
Como sea, cuando parecía que se produciría un acuerdo en la elección del General Michel Sleiman para ocupar el sillón presidencial - alguien que a mi juicio no debería ser elegido para el cargo dados sus antecedentes - y una vez que la mayoría había aceptado estudiar una fórmula de compromiso para la elección, nuevamente la oposición, influenciada por Teherán y Damasco, comenzó a presionar y exigir más a través de su aliado cristiano, el General Michel Aoun. Aoun se encargó de informar a los medios de prensa de quién será el próximo primer ministro que Teherán y Damasco aceptarían, y quiénes deben ser excluidos de las futuras carteras ministeriales. La facción pro-iraní quiere “un tercio más uno” de las futuras carteras del Gabinete para asegurarse en la práctica el veto sobre todas las cuestiones fundamentales. También quiere decapitar a la mayoría insistiendo en que sus principales dirigentes, Saad Hariri, Fouad Siniora y Walid Jumblatt, deben quedar excluidos de un futuro gobierno.
No al Tribunal Internacional
Por último, pero no menos importante, es la intención de la oposición cerrar todas las investigaciones sobre los asesinatos políticos que se han cometido desde 2005 a la fecha, crímenes en los que con razón, o equivocadamente, Siria es sospechosa. En otras palabras, la minoría opositora quiere tomar las riendas del gobierno sin un mandato popular, y de allí parte el chantaje actual que presiona y obstaculiza la elección del nuevo presidente libanés. Este escenario descabellado se traduce en que la minoría quiere imponer su agenda a la mayoría, sin elecciones. Todo esto se realiza bajo la amenaza de una guerra civil. Hezbolá tensa la cuerda mientras Aoun se presenta como el delegado de Teherán y Damasco.
La salida de la crisis está en la legalidad y la Constitución
En cualquier caso, el Líbano puede evitar la guerra civil sólo si la mayoría tiene la valentía de imponer democrática y constitucionalmente sus convicciones. La oposición no tiene mandato del electorado para imponer los intereses que representan a políticas de Irán y Siria; si lograra sus objetivos, supondrá un perjuicio insalvable para la nación, su independencia y su soberanía.
Las fuerzas del grupo 14 de Marzo representadas por el gobierno electo disponen de mandato legal, deben actuar con arreglo a la Constitución y elegir inmediatamente un nuevo presidente por mayoría simple. Todos los países que quieran ver un Líbano estable deben apoyar esa elección, haciéndolo es evidente que van a defender la elección del pueblo libanés de vivir en democracia.
La mejor manera de salir de la crisis actual es el camino más corto y más transparente, es decir, la forma indicada en la normativa constitucional.
Si Hezbolá, el Frente Patriótico de Michel Aoun y los demás grupos de la oposición respaldada por Irán y Siria desean provocar una guerra civil, entonces tendrán que asumir su responsabilidad abiertamente ante la comunidad internacional.
George Karim Chaya es profesor y analista político experto en Oriente Medio
EL RELOJ - 07/02/08
http://www.elreloj.com/article.php?id=25680
COMENTARIO:
Se ha escrito mucho sobre la situación de Líbano y se seguirá escribiendo hasta que se defina su destino. ¿Será la mayoría la que decidirá democráticamente, cumpliendo con la constitución, o prevalecerán los que dominan por el terror, eliminando candidatos? No debería haber interferencias de otros estados que decidan por el pueblo, pero los hay, y sólo del lado de la minoría. Este artículo explica y demuestra qué difícil es sostener o reconstruir una democracia en Medio Oriente, si no intervienen políticamente las grandes potencias, ayudando a quienes desean vivir en democracia a liberarse del acoso de las dictaduras.
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